-¿Qué tal se te dan los masajes?- te pregunta juguetón. Acto seguido señala sus pies con un movimiento de cabeza.
Notas cómo vuelves a encenderte de nuevo, indignado. Le lanzas una mirada cargada de odio. Él, sin embargo, se muestra encantado.
-Tú mismo lo dijiste, cachorro... Cualquier cosa que el ganador quisiese así que no me mires de esa forma y ponte manos a la obra.
Se estira boca-arriba sobre tu cama, incapáz de borrar esa sonrisa socarrona de la cara. Tú te quedas ahí plantado frente a él incapáz de reaccionar durante unos segundos, con la mirada fija en las suelas de sus zapatos. Finalmente avanzas unos pasos y te arrodillas para estar más o menos a su altura. Con cierta violencia plantas ambas manos sobre el zapato derecho y te dispones a tirar de él con fuerza incontenida cuando Tristán exclama:
-¡Ten cuidado, animal! ¡Estos zapatos cuestan más que toda tu ropa junta!
Intentas calmarte un poco y actuar con un poco más de tacto. Con delicadeza extraes el mocasión marrón y lo depositas en el suelo. Repites la operación con el zapato izquierdo y te encuentras cara a cara con los pies de Tristán, enfundandos en unos calcetines de vestir negros. Son finos y bastante ajustados, ya que dejan intuir perfectamente la silueta y el contorno de cada uno de los diez dedos. Tristán frota la punta de un pie contra el otro y contrae y estira un par de veces los dedos.
-¡Aaaaaah! Se está mucho más cómodo y a gusto descalzo, ¿no crees?- comenta relajado - Cuando quieras...
Alzas tu mano derecha y la aproximas lentamente a su pie derecho, con unos curiosos nuevos pensamientos que acaban de despertar en tu cabeza. Como es lógico y apropiado andar descalzo en tu propia casa y descalzarte a la entrada de una casa ajena has visto innumerables veces a Tristán sin zapatos pero jamás habías tenido sus pies tan cerca de ti y nunca te habías parado a observarlos en condiciones.
"Son grandes- piensas para ti mismo- y tienen una forma bonita."
Curiosamente no recelas si no que sientes curiosidad, una curiosidad que no habías sentido hasta ahora.Posas las yemas de tus dedos sobre la planta y acto seguido los deslizas lentamente hacia el talón. La tela es suave y cálida al tacto. Te gusta la sensación. Alzas la mano y repites la acción. Acto seguido acaricias la zona de los dedos, intrigado. A pesar de que no has empezado con el masaje a Tristán también parece gustarle el tacto y disfrutar con las lentas caricias .
De pronto, en una décima de segundo, Tristán se tensa, se incorpora ligeramente y exclama:
-¡¡Eh, cuidado con las uñas, pedazo de animal!!
Volviendo rápidamente en ti apartas tu mano del pie y te observas las dos. Como últimamente has estado tan abstraído con el estudio y llevas semanas prácticamente encerrado en casa te has descuidado un poco y tus uñas, aunque limpias, están bastante crecidas. Sobresalen algunos milímetros de los dedos y, en conjunto con tus largos y finos dedos, te dota de cierto aspecto felino que por alguna extraña razón te agrada.
De hecho se te ocurre que podrías tomar cierta ventaja de este interesante detalle...
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