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Printed from https://writing.com/main/view_item/item_id/2305460-El-Secreto-de-la-Ciudad-Loza
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Rated: 18+ · Fiction · Erotica · #2305460
Cuanto más tiempo pase un muchacho en este gimnasio, más reventará su vejiga.
(Contenido: Fetiche de orina)

         Tras entrar en el Gimnasio de Ciudad Loza, Hilbert fue abordado inmediatamente por el hombre de la entrada.

         —Mantente hidratado. —Y mostró al chico una botella que contenía una especie de líquido rojo.

         Aunque sobresaltado por el repentino gesto, el muchacho tomó la pequeña bebida entre sus manos. Pero tuvo que detenerse cuando leyó la palabra “cafeína” en ella. Por lo que Hilbert recordaba que le decía su mamá, la cafeína no hidrataba a nadie. Aun así, el entrenador se la bebió toda, relamiéndose los labios por el sabor a cereza, y siguió adelante.

         La primera batalla de Hilbert fue contra un trabajador que tenía dos Tranquill. No era nada intimidante para Hilbert, sobre todo con su equipo de seis Pokémon. Después de una rapadísima victoria, se centró en su siguiente oponente.

         —Mantente hidratado. —Pero el mismo hombre al que acababa de vencer le tendió otra botellita, ésta con un líquido azul.

         —Usted puede quedársela, estoy bien. —Hilbert intentó alejarse, pero la intensa mirada del hombre nunca le abandonó. Tanto que Hilbert cedió y agarró la botella, bebiéndose su contenido de frambuesa azul, hasta que el hombre dejó de mirarlo fijamente y empezó a sonreír.

         Los cuatro combates siguientes continuaron con el mismo sistema. Hilbert derrotaba a los Pokémon poco potentes, y al final de cada victoria, se le obligaba a beber una bebida con cafeína. Una con chispa de limonada, otra con un toque de mango, una mezcla con sandía, y por último, una con sabor a uva. Todos estos líquidos se sumaban, haciendo rápidamente el viaje desde sus riñones hasta su vejiga. No ayudaba la sensación que el chico sentía cada vez que se lanzaba en uno de los cañones del gimnasio. Su pelvis sentía un calor profundo, viraba y hormigueaba al aterrizar en la plataforma más alejada.

         Varias batallas y cañonazos después, Hilbert por fin se encontraba ante Skyla, la líder del gimnasio.

         —Hola. Te estaba esperando. Díme, ¿te ha gustado volar con la ayuda de los cañones? Son increíbles, ¿verdad?

         —Son muy…estimulantes. —Hilbert se sonrojó, esforzándose por mantener el equilibrio mientras sudaba su cuerpo—. ¿Hay baño?

         —Sí, sí. —Skyla le hizo girar detrás de su cañón gigante y lo empujó más allá de una puerta. Luego lo condujo por un pasillo azul pálido, reiterando la importancia de la hidratación y lo mucho que le gusta ver a la gente hidratándose, como si Hilbert no hubiese oíde suficiente de eso hoy. Por fin, se encontró en un baño diminuto.

         Skyla le tocó el hombro y le dijo:
         —Tengo que examinar unas cosas deprisa, así que saldré un rato después de ti.

         Y cerró la puerta. Hilbert, que sentía la vejita a punto de desgarrarse, se bajó rápidamente los pantalones. Mientras apuntaba al urinario, sus ojos se fijaron en un letrero gigante que había sobre la máquina.

         Decía en un tipo de letra rasposo:
         “¡ORINA TODO LO QUE PUEDAS! ¡HAZLO, HAZLO!

         Al lado del texto había un dibujo cursi de Skyla.

         —Enten…dido… —A pesar de la confusión de Hilbert, su cuerpo tomó el control. Como si descorchase una botella, un fuerte chorro de orina se precipitó fuera del cuerpo del chico. Los gritos de Hilbert eran frecuentes, procedentes de una intensa presión cada dos segundos. Por cada momento en que el chorro era regular, había un instante en que se sentía como la manguera de un bombero.

         Más que la presión, la cantidad de orina dejó a Hilbert sin palabras. Tenía dentro suficiente jugo como para llenar una cantera entera. Lo que normalmente le llevaría 10 segundos, le llevó minuto y medio. Ahora su pene se quedó goteando, muerto de miedo por la cantidad de líquido que dejaba escapar.

         —No…volveré…a hidratarme…nunca…

         Cuando se limpió el pene, se dio cuenta de que no había ningún mecanismo de descarga en el urinario.

         —Quizá sea automático. — Esperó varios segundos para ver si se descargaba automáticamente como otros de Unova, pero no ocurrió nada. Actuaba más bien como un remolino lentísimo.

         Cuando Hilbert ya estaba harto del Gimnasio de Ciudad Loza, un ruido llamó su atención. Sonaba como... ¿un sorbo? Muy débil, pero como se había bañado muchas veces, sabía distinguir entre un desagüe atascado y el sonido de una pajita.

         —Ah… Puede que sea mejor que no lo sepa.

         Tras lavarse las manos y salir del baño, seguía oyendo el sorbo. En lugar de volver a la zona principal del gimnasio, se decidió a seguir el ruido. Específicamente, la puerta que estaba más cerca del baño. Probablemente, una de las paredes de la habitación estaba conectada a la del urinario, así que era su mejor opción.

         Abrió la puerta y se dijo:
         —Si hay un escape, se lo diré a Skyla. No es gran…

         Las pocas luces de la habitación sólo dejaban visibles algunas partes de la líder del gimnasio, pero lo que vio Hilbert le dejó boquiabierto. Había un largo tubo que iba desde la pared hasta la boca de Skyla, que ahora goteaba una sustancia amarillenta sobre su cuerpo. Había vasos de plástico transparente alrededor de la piloto, algunos claramente con su contenido consumido. Lo más horrible de todo era lo grandes que estaban las mejillas de Skyla. El ojo de Hilbert se crispó al ver la cara de Skyla cuando se giró para mirarlo. Todo ese amarillo que goteaba por sus labios...

         Ella parpadeó tres veces y tragó lenta y audiblemente. Aquel trago bien podría haber acabado con la vida de Hilbert, que se desmayó en ese mismo instante.
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