No ratings.
El tercer capÃtulo de la novela. |
En lo alto del edificio más alto de la ciudad, vestido con su atuendo nocturno y con la tela que le envolviera cuándo aún era un bebé en las manos, Dani sopesaba las palabras de la madre Masozi. Quienquiera que fuesen la pareja que le entregaron al orfanato, estaban heridos y, probablemente, metidos en grandes problemas. Eso explicarÃa, en caso de tratarse de sus verdaderos padres, que le dejasen allÃ. El muchacho apenas pudo contener su rabia. Estaba más o menos cómo al principio, pero con muchos más interrogantes e inquietudes que antes. Poco a poco, una sensación extraña se abrÃa paso hacia su mente. Para ser sinceros ni siquiera se habÃa planteado lo ridÃculo que era el hecho de que estuviera considerando que sus padres no fueran humanos. Entonces qué eran, ¿marcianos? De improviso, la sensación que le invadÃa cobró forma en el subconsciente del muchacho. Le estaban espiando. - Muy lento. Si fuera un enemigo de verdad ya te habrÃa destrozado- oyó una voz muy grave que le habló a sus espaldas mientras él se giraba a toda prisa. Entre las sombras pudo distinguir algo, una silueta, lo suficientemente cerca como para distinguir que se trataba de un hombre encapuchado. Vestido con pantalón de chándal y una sudadera gris, muy parecidas a los suyos, el extraño emitÃa un aura de peligrosidad extraordinaria, cómo Dani no habÃa visto en su vida. - ¿Quién eres? ¿Porqué me espÃas?– preguntó el chico, un poco consternado. - Yo no te espÃo, mocoso- contestó de nuevo el otro, con un tono asombrosamente neutral, cómo si no le importasen las suposiciones que pudieran hacer la gente sobre él. - ¿Ah, no? Entonces ¿cómo explicas que estés deslizándote furtivamente a mis espaldas sobre un tejado a medianoche? - Yo no me deslizo de ninguna manera- volvió a decir el extraño- es mi forma de andar. Además, llevo cómo un minuto esperando a que te des cuenta de que estoy aquÃ. - De todas formas- dijo Dani, empezando a perder la paciencia con aquel tipo- no me interesa nada de lo que vendas, ¿de acuerdo, tÃo raro? - De acuerdo, pequeñajo- contestó el otro mientras hacÃa una mueca burlona- sea como sea, sólo venÃa a decirte que dejes de usar mi nombre para tus ridÃculas hazañas de superhéroe de cómic barato. - ¿Tu nombre? ¿Qué nombre?- se extrañó el muchacho, que no alcanzaba a comprender la gravedad del asunto- no sé de qué me estás hablando. - Bien, entonces tendré que demostrártelo. El extraño dio un paso largo hacia adelante, y, para cuándo Dani reaccionó, ya estaba casi a su alcance. Instintivamente, esquivó por muy poco un directo a la mandÃbula, y acto seguido, un golpe de rodilla a las costillas. El tipo se movÃa cómo un animal, tan sorprendentemente controlado y, a la vez, tan vivamente natural. El cerebro del chico comenzó a desbordarse. ¿Quién era? ¿De dónde habÃa salido?, pero sobre todo, ¿Porqué era tan endiabladamente rápido? Poco a poco, los ataques del extraño fueron ganando rapidez e intensidad, no dejando a Dani tiempo casi para respirar. El chico se encontraba arrinconado, cómo nunca lo habÃa estado en su vida, y su corazón palpitaba hasta el punto que creyó que se le iba a salir del pecho. De improviso, un golpe mucho más rápido que los demás, en plena cara, y un posterior directo al pecho le mandaron a la otra esquina del tejado del edificio, dejándole prácticamente sin respiración. A medida que se intentaba recuperar de los potentÃsimos golpes, Dani veÃa cómo el otro se le acercaba. Sin poder hacer nada por evitarlo, el extraño lo agarró del chaleco y lo levantó en vilo cómo si fuera una pluma, sin aparente esfuerzo. Fue entonces cuando el chico se dio cuenta de que el otro ni siquiera sudaba. - MÃrame a los ojos, muchacho- le dijo mientras se echaba la capucha hacia atrás, mostrando sus orejas ligeramente puntiagudas y un rostro color anaranjado, un poco peludo y con rayas atigradas- y dime, qué es lo que ves. - Un…- balbuceó el chico, mientras se perdÃa en el infinito vacÃo rebosante de dolor que eran los ojos del extraño- un diablo de ojos verdes… |