*Magnify*
SPONSORED LINKS
Printed from https://writing.com/main/view_item/item_id/1769650-El-diablo-de-ojos-verdes-Cap1
Printer Friendly Page Tell A Friend
No ratings.
by Tiegre
Rated: 18+ · Chapter · Action/Adventure · #1769650
El primer capítulo de la novela.
Los canallas que habían robado la moto huían de la policía a toda velocidad, sorteando con gran habilidad los coches y semáforos que se cruzaban en su paso, hasta tal punto que el coche patrulla que los perseguía les perdió de vista en poco tiempo. Al volver una esquina, de pronto, un chico vestido con pantalones de chándal y sudadera se cruzó en medio de la calle. Los dos ladrones no tuvieron tiempo, aunque lo hubieran querido, de esquivar al peatón. Lo que ocurrió entonces fue totalmente inesperado para ellos.
El chico levantó el pie izquierdo tranquilamente, apoyándolo sobre la rueda delantera y, sin moverse ni siquiera un milímetro del lugar dónde estaba, detuvo la moto en seco.
Los dos ladrones salieron disparados por los aires y el vehículo dio dos vueltas de campana por encima del muchacho, para caer justo a sus espaldas, con gran estrépito. Al caer, los delincuentes lo hicieron sobre unos sacos de patatas almacenados en las puertas de un supermercado.
Milagrosamente ilesos, los ladrones miraron al sujeto muy sorprendidos. Se trataba de un joven de unos veinte años de edad, de complexión y estatura medias. Tenía el pelo castaño oscuro, muy corto y un poco alborotado. Llevaba la barba de varios días y en su cara había una expresión somnolienta. Pero lo que más llamó la atención de los criminales fueron sus ojos. Unos profundos ojos verdes que parecían estar diciéndoles que aquello sólo había sido el principio.
Los tipos se preguntaron cómo diablos había conseguido hacer eso y si había usado alguna especie de truco ó cepo para parar la moto, pero por más que miraron el suelo, no descubrieron nada fuera de lo normal. Aunque algo debía haber, ya que detener la moto a esa velocidad sólo con el pie era totalmente imposible.
Al poco tiempo, el muchacho se movió hacia ellos, con paso lento y cansado. Los delincuentes se pusieron en pie y se giraron, dispuestos a darse a la fuga, pero algo les retuvo en el lugar. Su mirada. De alguna forma, notaban sus ojos clavados en su espalda, impidiéndoles moverse ni siquiera un ápice, por mucho que forzasen los músculos.

- Me parece que hoy no es vuestro día de suerte, chicos- les dijo el chaval cuándo llegó cerca de ellos- estaréis así hasta que la policía llegue a por vosotros, así que no intentéis moveros siquiera, porque no conseguiréis nada.

Dicho esto, el chico siguió andando hasta doblar la esquina de la avenida, por dónde, justamente en ése momento, asomaba el coche patrulla que estaba persiguiendo a los maleantes.
Ya en el gimnasio que tenía por casa, el muchacho se preparó algo para almorzar y, mientras comía, consultaba en internet los emparejamientos del próximo torneo internacional de lucha mixta. Casi sin interés, entraba y salía de los perfiles de los diversos luchadores, comprobando los estilos que cada uno dominaba. Judo. Karate. Kickboxing. Kempo. Capoeira. Para alguien como él, que dominaba la lucha desde nacimiento, sin necesidad de aprendizaje, y que había desarrollado su propio estilo de combate con el paso de los años, todos aquellos estilos eran predecibles y lentos.
Había luchado con gente de todo tipo y en todo tipo de situaciones, desde luchas deportivas hasta peleas a muerte en callejones sucios y rodeado de matones armados, pero el resultado siempre había sido el mismo. Aburrimiento.
Él era una persona tranquila, que respetaba a los demás y, no sólo eso, velaba por ellos en forma de justiciero nocturno… pero también amaba el combate. En sus venas latía el pulso de la batalla, y el impacto de los golpes le hacía sentir más vivo de lo que jamás podría sentirse cualquier criatura en el universo. Pero, por desgracia, los contrincantes en condiciones comenzaban a escasear.
Lentamente, su pensamiento comenzó a divagar. No recordaba nada de sus padres. Cuándo tuvo uso de razón, ya estaba en el orfanato dónde se crió, bajo la atenta mirada de la estricta pero cariñosa madre Masozi, una inmigrante africana que había conseguido la nacionalidad y montado una casa de acogida para niños desamparados. Sin embargo, ni siquiera ella sabía quién fueron sus padres, ya que según su versión de la historia, le encontró liado en una manta, a las afueras de la ciudad, un día de invierno, sin nada que le diese siquiera una pista sobre su procedencia.
Con ése pensamiento, el muchacho se levantó de la mesa, y, sin recogerla ni nada, salió a la calle. De repente había tenido una inspiración… y puede que una pista sobre su origen.
© Copyright 2011 Tiegre (mylittletiegre at Writing.Com). All rights reserved.
Writing.Com, its affiliates and syndicates have been granted non-exclusive rights to display this work.
Printed from https://writing.com/main/view_item/item_id/1769650-El-diablo-de-ojos-verdes-Cap1