El día que te fuiste dejé de oir las aves,
Cuando tú saliste, me dejaste con mis ayes.
El día de tu salida dejaste mi alma partida,
Dejaste al irte, en mí, la soledad parida.
Te busco en mis brazos, donde ya no estás,
Te busco al sentarme, pero no te hallo más.
Te digo siempre “¡Mi Reina!” y no me oyes,
Te miro con ojos del alma, pero no me ves.
De dolor tu ausencia mi alma embarga,
Y mi corazón - ¡a buscarte se embarca!.
¿Dónde está la mujer que mi alma ama?
¿Dónde está para que imparta su calma?
No podré vivir sin tu calor embriagante,
No podré resollar hasta volver a verte.
El día que saliste, dejaste un socavón, porque
El día que te fuiste, llevaste mi corazón.
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