Las tres doncellas reÃan y reÃan. Sir Robert se vió obligado a satisfacer a la cruel asiática mientras las otras dos doncellas se entretenÃan azotando los firmes glúteos del caballero.
Entonces se oyó el ruido de una reja al abrirse. Entraba en la mazmorra la mujer del vestido azul celeste y los pechos más grandes. Las tres doncellas se apartaron con respeto, aunque casi sin poder dejar de carcajerarse del desgraciado caballero.
Y dicho esto, bajó la tela de su escote hasta que apareció un delicioso pezón carmesà que metió en la boca del pobre caballero. Sir Robert empezó a chupar el delicioso nectar que manaba de tan colosal ubre.
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