Esa noche Miguel estuvo pensando qué podría hacer con sus “nuevos poderes”. A final decidió que los iba a usar al día siguiente en el colegio.
Había pensado que podría usarlos para vengarse de todas esas bromas pesadas que les había hecho sus compañeros de clase, bromas como: esconderle los apuntes, pegarles las cosas en la mesa con cinta adhesiva, o, la que fue peor de todas, ponerle una chincheta en la silla para cuando se sentará, se la clavará; también pensó que podría hacerse pasar por un profesor y mejorar así sus calificaciones que no eran muy buenas.
Ya una vez planeado, se fue a dormir y a esperar que llegara pronto el nuevo día.
A las 7:00 de la mañana suena el despertador, se levanta de un salto, y se prepara para ir al colegio con un entusiasmo similar al último día de clase. Ya preparado y con el reloj ya puesto en la muñeca, sale de casa a toda velocidad.
De camino al colegio se encontró con varios compañeros de clase e intento hacerles una “foto” con el reloj. El primer compañero de clase que se encontró fue Roberto, era el bromista de la clase y él que le había hecho las mayores gamberradas de tú vida, era un chico de altura promedio, algo regordete y muy extrovertido, tenía un don de la palabra con el cual era capaz de convencerte de lo que sea; también encontró a Susana, era una chica algo bajita, delgada e introvertida, apenas tenía amigas en el colegio, pero a ella le daba igual ya que se pasaba la mayor parte del tiempo estudiando o leyendo libros. Acercándose más al colegio, empezó a ver a más compañeros de clase y algún que otro profesor, como el de física, un profesor grande, corpulento y muy serio; o a la de literatura, una profesora más o menos de tu estatura, delgada y que era muy alegre.
Cuando llegó a la clase, ya era casi las 9:00, así que decidió irse a su asiento y actuar de forma normal en las dos primeras horas que tenía clase de matemáticas y de lengua. A las 11:00, cuando ya empezó el recreo, se fue al baño y decidió hacerse pasar por: