Ahí estaba Kino en otro fin de semana sin mucho que hacer, como de costumbre había despertado tarde, eran las 11:15 cuando abrio los ojos y miró el reloj despertador al lado de su cama, se sentó a la orilla de la cama viendo el viejo retrato de su buró y lo contemplo pensativo... sin decir nada, con mirada algo triste y muy somnolienta.
—¡Qué silencio hay aqui!, creo que a lo único que no me puedo acostumbrar es a despertar sin tener a quien darle los buenos días— Dijo suspirando mientras se levantaba de la cama, al abrir la puerta de su habitación la fuerte luz del día entro de golpe cegandolo por unos instantes, giró para entrar al baño pero sus cara se encontro con la puerta cerrada en un duro golpe. —¿Ah por que siempre me pasa esto a mì?— Se quejó con un grito abriendo la puerta bruscamente— Bien, al menos nadie me está viendo, valla... parece que ya no hay nada en la casa— Recorrió pensativo con la mirada rapidamente toda la habitación, no habia papel en el rollo, ni dentrifico en el lababo, y solo un diminuto jabón en la regadera —mmm... no hay de otra tendre que ir con... con ella.. —Al decir eso un profundo y resignado suspiro se le escapó como si fuera la más dificil misión en el mundo.
Afuera en la poco transitada avenida principal de la ciudad el tiempo parecía haberse detenido, no se podía escuchar mas que el sonido de los pajaros cantando cerca, quizas posados sobre los cables de la electricidad, al caminar por ahí Kino no podía evitar sentir esa suave brisa que soplaba suavente, simplemente subio un poco la cabeza, cerro los ojos y...
— ¡Veo que sigues tan atento como siempre Kino!... ¿Olvidaste a donde ibas? —Se escucho decir de una voz femenina, en ese momento Kino abrió los ojos para topar su mirada con un poste que se encontraba a lo mucho a tres centímetros de su rostro.
— Hay... por poco... ¡Ah ya me pase la casa! —Se quejó al darse cuenta que su destino habia quedado atras hacia dos o tres metros.
— ¡Menos mal no te diste otro golpe!... ¿me tenías preocupada sabes?, y bien... ¿como estas?
— Hola tía Doris, buenos dias —Dijó Kino tratando de no mostrar enojo en su cara, la tía Doris siempre había sido burlona y sarcástica, al grado de no serle muy agradable a la mayor parte de la gente que la conocía, sin embargo últimamente se habñia esta comportando mas amablemente, y Kino no quería hechar a perder su buen humor, no todabía.
—¡Pero pasa muchacho! ¿No vas a quedarte admirando postes toda la mañana verdad?... bueno ni tanto que ya casí es medio día.
Ya dentro de la casa, como todos los domingos, la tía Doris tenía listo el desayuno para ella y para Kino, siempre seguían la misma rutina en el viejo comedor de madera de la tía.
— Hoy llegaste muy tarde, estaba por tirar la comida a los perros y pense “ah ni mi trabajo de cocinar tanto”, ya sabes como me duele la espalda, es el cuento de siempre y estando aqui paradota me dan mis reumas jajaja. —Dijo la tía mientras reía escandalosamente.
— Perdona tía, la verdad hoy me levante muy tarde y pues...
— Ya no digas nada y come, que todabía me falta lavar los trastes, no despues de lo que pasó la vez pasada... ¡Dios! —Dijo la tía mientras servia un plato con el desayuno a Kino— Y de una ves ten esto —Ella sacó un pequeño sobre del estante más alto de la cocina y lo puso junto al plato de Kino. Desde que él ya no vivia ahí la tía Doris le hacia recojer el dinero de la semana en su casa, solo para poder verlo y regañarlo por no haber ido en toda la semana, además de que tenía la idea de qué seguramente Kino acabaría con todo el dinero si le dejaba administrarto todo solo.
— Gracias tía...
— ¡Ir a surtirte para la semana es lo que deberías de hacer niño en lugar de andarme dando las gracias!, luego ahí estas que no tienes ni que comer en tu casa. Que no se te olvide que me dejarón a cargo tuyo y mira que si no te enderesas muchcacho no me va quedar más que hacer que regreses a vivir aquí, y ya sabes que...
—No tía de verdad, no necesito venir estoy bien en mi casa, además me las estoy arreglando bien y eso que solo llevo 6 meses solo, y aqui pues la verdad es que si me quedo, solo va ser para tener discuciones con usted y con Don Chinto
—Bueno... ¡de menos deberías decirle tío Chinto!... pero tienes razón, nadamás eso si que aún que no vivas aquí yo tengo que seguír cuidandote...
—Es Don Chinto para mi, el tío Kino si era mi tio y Don chinto... no es nadie, y si no fuera por el yo no tendría que haberme ido —Molesto, Kino se levanto de la mesa, puso el plato en el la tarja de la cocina y se llevó el sobre de la mesa.
—¡Oye no me grites de esa forma! —dijo la tía con voz firme y con rostro dulce mirando a Kino le dijo —Yo tambien... también extraño a tu tío Kino hijo, pero algún día tenía que pasar.— Y tras cruzar una mirada con su tía su ira se disipipo completamente, dió unos pasos para acercarse a ella, le dió un beso en la mejilla y se fue de la casa.
—Gracias tía, cuidate mucho —Dijó justo antes de cerrar la puerta mientras la tía lo miraba fijamente.
—No quiero quedarme sola... no quiero... es todo —Siguió susurrando la tía Doris mientras permanecía ahí viendo la puerta de salida con los ojos vidriosos empapados en lágrimas.
Afuera, en la calle Kino pensaba en voz alta mientras caminaba lentamente por la sombra:
—Supongo que no puedo llamar a Rocko, de seguro que está con Ivone ahora, mmm y.... No, no voy con Hanna a ningún lugar público... Ah creo que me toca ir solo. Me tenía que haber levantado temprano hoy...
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