Apoyado contra el vidrio de la botella, asistes al espectáculo más impresionante que jamás hayas contemplado.
Empiezas viendo dos enormes pies de chica, con uñas de pedicura.
Le siguen dos piernas bronceadas del grosor de árboles centenarios, tan largas que se te antojan interminables.
Contemplas embobado la parte inferior de un bikini de color rojo, que ciñe unas caderas sensuales y el vientre plano que viene a continuación.
Tu corazón se acelera cuando te das cuenta de que llega el plato fuerte.
La imagen dura menos de un segundo pero no podrás olvidar la impresión que te causa en toda tu vida. No hay palabras para describir lo enormes y apetitosas que son las tetas de la giganta. Colosales, firmes, bien puestos, los enormes pechos parecen pugnar por escapar del bikini rojo que los constriñe.
Cuando aún no te has repuesto de la impresión causada por el insuperable busto que acabas de contemplar, llegas a la última parada. Ante ti aparece un rostro angelical. Pelo rubio ligeramente rizado, ojos claros enormes, facciones armoniosas, expresión inocente y unos labios gruesos y sensuales.
Es como contemplar una diosa. Si el asombro te dejara moverte, te arrodillarÃas.
Puedes ver cómo la sorpresa se dibuja en ese rostro del tamaño de una fachada cuando te descubre detrás del cristal. Sus ojos se abren como platos (¡más grandes aún!) y esos labios sensuales dejan escapar un gritito de sorpresa.
No puedes evitar pensar que la diosa guarda un parecido más que notable con una joven estrella de cine.
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