\"Writing.Com
*Magnify*
SPONSORED LINKS
Printed from https://writing.com/main/books/entry_id/1086216
Image Protector
Rated: XGC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
<<< Previous · Entry List · Next >>>
#1086216 added March 30, 2025 at 10:41am
Restrictions: None
Capítulo 84 - El poder del éter | Se forma un nuevo equipo
—Ay… —Toadette hizo una mueca de dolor, aún presionando su cadera.

—Eran dos ninjas —le recordó Toad, con la mirada fija en la carretera—. Alégrate de que no te hicieran algo peor.

—Pero eran niñas. ¿Por qué eran tan fuertes?

—Es un mundo tan vasto como el nuestro, ¿qué no es posible? —respondió Minh.

—Esperemos que la princesa haya leído y pueda ponernos al día sobre esto —dijo Toad.

Una vez que regresaron al castillo, Toadette arrastró la Estrella Etérea naranja hasta la oficina de Peach. Para su deleite, Peach ya estaba sentada allí, aunque no estaba sola.

—Ah, señorita Toadette —habló una voz anciana—. Creo que es la primera vez que nos vemos en persona, ¿no?

—Correcto —contestó ella, enderezando la postura—. Aunque he sabido de usted, maestro Kinopio.

El Toad mayor se ajustó los lentes. Su bigote blanco se crispó cuando los demás Toads entraron en la sala. Minh le saludó con la mano, mientras que el capitán Toad simplemente se dejó caer en su asiento, apoyando los codos en el escritorio que tenían delante

—Aún estoy esperando a que me crezca un bigote tan impresionante como el tuyo cuando sea viejo, anciano —se rió—. Sabelotodo y todo eso.

—¿Puedo suponer que su misión fue un éxito? —preguntó Peach.

—Mire. —Toadette dejó la estrella sobre el escritorio.

—Excelente. —Peach aplaudió, cobrando vida al ver su reflejo en el cristal granate—. Vaya, Toadette, empiezas a volver a impresionarme.

—Derrotó a dos ninjas en el bosque de Rosedan —añadió Minh.

—Pero yo la salvé —intervino en capitán.

—En tus sueños.

En lugar de sonrojarse por la vergüenza, Toadette levantó la cabeza, como si quisiera reafirmarle a Peach que era tan chévere como Minh la había pintado.

—Si Wario quiere eliminarme, será mejor que mande a alguien más fuerte la próxima vez.

—¿Así que han confirmado que va tras esas estrellas? —suspiró Peach.

—El ninja de pelo rosa era una bocazas —dijo Toad—. No sé cómo supieron dónde buscar las estrellas antes de que llegáramos. Especialmente porque parece que tenemos su único radar.

—Hmm… —Peach reflexionó un momento—. ¿Ustedes adónde se dirigen ahora?

—A la ciudad de neón —respondió Minh.

—Oh, cuánto desearía que no tuvieran que llevar esta carga, niños —suspiró el maestro Kinopio—. Que el destino de nuestro reino esté en sus manos es demasiado para soportarlo.

—Hablando de eso, alteza —dijo Toadette—, ¿tenemos alguna idea de qué son esas estrellas?

—Intenté averiguarlo, pero, por desgracia, tenía otros deberes de los que ocuparme.

—Sabía que no iba a estudiar nada —soltó Toad, dándose cuenta cuando ya era demasiado tarde. Tanto Minh como Toadette lo miraron con los ojos desorbitados—. Todos lo pensábamos, ¿no?

Una bofetada resonó en el cuarto cuando el guante de Peach le pasó volando por la cara.

—Mientras yo estaba demasiado ocupada, el maestro Kinopio se ha dedicado a explorar todo lo relacionado con las estrellas —explicó, dándole una suave palmada en la espalda al anciano—. La palabra es suya, señor.

—Gracias, princesa. —Se aclaró la garganta—. Presten atención, niños.

—Estamos más que atentos —dijo Toadette, pellizcando a Toad sólo para hacerse sonreír.

—Hace mucho tiempo, cuando el mundo era nuevo, existía una civilización de gran poder, sin igual en su esplendor. Eran conocidos como los Entropías, seres capaces de moldear la realidad a su antojo. Aunque muchos usaron sus poderes para el bien común, otros se dejaron llevar por la avaricia. Su arrogancia, al final, les condujo a la extinción, quedando sólo nueve sobrevivientes. Estos nueve dejaron a un lado sus diferencias y restauraron el universo antes de que se produjesen nuevas calamidades. Luego se encerraron en hogares con forma de estrella, que desde entonces se conocen como Estrellas Etéreas.

Toadette ladeó lentamente la cabeza, y Minh se inclinó más hacia ella para simplificarle el relato. No obstante, el señor continuó.

—Si se logra extraer la esencia de una sola Estrella Etérea, se puede amplificar el propio poder físico. Sin embargo, cuando se reúnen las nueve y se invoca un canto único, se manifestará una fusión de los espíritus. Dicho espíritu ofrecerá al usuario tres deseos poderosos, y una vez que se haya realizado el tercero, las estrellas se dispersarán nuevamente por el planeta.

—¿Así que Wario planea despertar a un genio? —Toad sonrió satisfecho—. ¿En serio?

—Así dicho, no suena tan grave —dijo Minh—. Va a transformarse en el hombre más rico del mundo, así de simple.

—¿Acaso yo soy la única que estaba escuchando? —exclamó Toadette, levantándose—. Hay tres deseos, lo que significa que podría usar uno para vengarse. ¿Y si nos encierra a todos por lo que pasó en Ciudad Champiñón, o se hace inmortal para que nadie pueda hacerle nada? Oigan, ¿y si este genio puede matar con un simple chasquido de dedos?

El aire de la habitación se puso tenso. Toadette dominó la escena con su voz decidida.

—Ya es responsable de que mi hermanito no hable. ¡Y no voy a permitir que un orco codicioso me saque de este mundo! ¡Vamos a Ciudad Neón!

—Espera —dijo Toad, agarrándola del brazo—. ¿Qué se supone que vamos a desear cuando reunamos las nueve estrellas?

—No lo sé —gruñó Toadette—. ¿Desear helado ilimitado?

—Suena delicioso, pero dejarías a demasiada gente sin negocio —dijo Minh.

—Los deseos pueden venir después —espetó Peach—. Nuestra prioridad por ahora es asegurarnos de que Wario no pueda reunir las estrellas.

Toadette puso ambas manos sobre la Estrella Etérea naranja.

—¿Cómo extraigo su poder?

—De la misma forma que se utiliza un objeto —explicó el maestro Kinopio—. Ya lo tienes.

Toadette apretó los dientes y canalizó toda su energía para absorber el poder. Fluyó a través de ella como un infierno por diez segundos, y luego retrocedió de un salto, sin aliento. Se miró las yemas de los dedos, ahora de un carmesí brillante. Cuando sopló en ellas para disipar el calor, sintió una mayor tensión en los músculos de sus brazos.

—Oye, ¡yo quiero un poco de fuerza extra! —gritó Toad.

—¡Eres un capitán! ¿No debería ser yo quien necesitara un impulso mayor?

Toad la empujó y absorbió el resto de la energía de la estrella.

—La próxima vez, tomaremos un tercio cada uno, teniendo en cuenta que la florista necesita algunos músculos.

—Gracias —cantó Minh, con la voz enmascarando su profundo deseo de no luchar.

—Muy bien, diríjanse a Ciudad Neón —ordenó Peach.

—Como diga —dijeron al unísono.

Como Ciudad Neón estaba lejos de Ciudad Toad, la forma más cómoda de llegar era en avión.

***


Pero si no se podía volar en avión, quedaban alternativas.

Se podía optar por caminar, aunque eso requeriría mucha paciencia, ya que tomaría varios días. Afortunadamente había autobuses que podían llevar a uno ahí en unas veintisiete horas, aunque costaría mucho dinero.

Si la princesa Peach se enterara de que una niña había robado varias monedas, sobre todos las rojas y azules, que valían dos y cinco monedas, se enojaría mucho.

A pesar del frío de esta tarde, Penélope se sintió aliviada de que no hubiera granizo, sino unos trozos de nubes nevadas en la distancia. La niña de diez años había estado dormida casi todo el trayecto con su Nintendo DSi en las manos, y sólo despertó al escuchar el bullicio de la ciudad que nunca dormía.

Cuando el bus se detuvo, un montón de humanos, Toads, Goombas, Koopas, Florugas y otros salieron del vehículo. Penélope fue la última en bajarse, y sus ojos azules se expandieron más allá de sus globos oculares.

Aunque había conocido la ciudad por medio de la televisión, esas pantallas jamás le habrían mostrado la imagen completa. Ciudad Neón se desplegaba ante ella en un caleidoscopio de colores, con sus autodenominadas luces de neón bailando sobre el fondo del atardecer. Si las luces eran tan impresionantes al caer la noche, no podía esperar para ver cómo lucían cuando el cielo se convertía en un lienzo negro salpicado de estrellas titilantes.

Las calles la maravillaron. Eran esas pasarelas de baldosas azules en lugar de senderos polvorientos. Y hasta comparado con Ciudad Champiñón, la cantidad de tiendas era impresionante. A su izquierda contaba con veinte tiendas, mientras que a su derecha había diez atracciones. Todo esto en una franja corta.

—Ay, ¡qué injusticia! Todos estos lugares quieren que los explore, pero esa convención… —Penélope soltó un suspiro y continuó sonriendo—. Bueno, tal vez pueda quedarme un día más.

«Un momento. Los hoteles no son nada baratos, especialmente los que realmente mereces, Penélope».

Tan vasta era la ciudad que Penélope no tenía ni idea de por dónde comenzar. A pesar de su riqueza, su madre había optado por limitar a su hija a un celular en lugar del último y mejor smartphone. Pero aunque Penélope tuviera uno, sabía por aventuras pasadas que las aplicaciones de GPS eran más peligrosas que útiles. Y con lo lenta que avanzaba la tecnología de los teléfonos, era probable que los programas de 2012 no fueran mejores.

Por lo tanto, dio prioridad a la búsqueda de un mapa, lo cual era bastante fácil.

—No voy a caminar —se rió. Después agitó la mano en el aire—. ¡Monorraíl!

Estuvo casi un minuto con la gente observándola como si estuviera loca. Volvió a mirar el mapa despacio, con las mejillas coloradas por la vergüenza.

«Nota para mí misma: los monorraíles no son como unos taxis del futuro».

Una vez aclarada la confusión, se acercó a una estación y se sentó en un banco a esperar el monorraíl. Mientras aguardaba, sus ojos se posaron en los carteles que anunciaban la convención. Juegos, programas de televisión, cómics… Todo lo que haría que una chica se convirtiera en una verdadera friki estaba frente a ella.

Cuando el elegante monorraíl plateado hizo su parada, Penélope se agarró a una barandilla y se dejó llevar por el vehículo hacia la parte noroeste de la ciudad. Sólo le tomaría unos treinta minutos, mucho mejor que las tres horas que le habría llevado andando.

Pero cuando sintió que alguien la empujaba por detrás, se puso rígida.

«Probablemente fue un accidente, Penélope. De todas maneras, tú eres fuerte. Olvida lo que dice la señorita Toadette. Pero por si acaso…».

Ahora se apoyó contra la pared, observando a todos los que intentaran hacerle preguntas. Después de todo, no era común ver a una niña de diez años sola en un día escolar, especialmente no como en casa. Todos los demás en ese monorraíl eran adultos, adolescentes o parte de un grupo. Todos menos una niña…

«¿Qué?». Se sorprendió.

En uno de los asientos laterales, una Toad de piel oscura estaba sentada, con un suéter violeto demasiado grande y unos pants grises, leyendo un cómic. Mientras más observaba Penélope la cara de la Toad, más rápido le latía el corazón.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la chica seta y se sentó a su lado.

—¡Hola!

Los ojos de Yasmín se abrieron de par en par al ver la alegre amenaza. Cerró inmediatamente su libro, poniéndose rígida como un ladrillo.

—Oh, lo siento —dijo Penélope—. Eh… Ah, qué gusto conocerte, chava. ¿Qué onda? Veo que tienes un cómic súper chido en las manos.

—Para. Me estás volviendo loco.

—Ah, qué alivio, puedo comprenderte —suspiró Penélope, soltando una risita algo torpe—. Creo que hice un buen intento de captar su dialecto.

Yasmín se limitó a rodar los ojos. Penélope aprovechó para tocar a la Toad, que ya estaba bastante fastidiada, y deslizó un dedo enguantado por sus gafas. Sonrió al notar las pequeñas manchas que dejaba. ¿Podría empañar las lentes por completo?



—Eres la sobrina de la señorita T. Minh, ¿cierto? Debí haber imaginado que estarías en el mismo lugar. Sabes, lo llevas muy bien. Intenté pedirle a la señorita Toadette que me llevara, y luego se lo pedí a mi madre, y ambas me dijeron que no. Tu hermana mayor es tan dulce por…

Cuanto más hablaba Penélope, más se parecía su voz a la de una ardilla.

Yasmín estuvo a punto de romper en dos su cómic. El bullicio de los otros pasajeros ya era demasiado, pero la voz de Penélope le sonaba como un grito en el oído.

Tomando aire, se metió un dedo en la nariz, lo giró y frotó lo que sacó en la mejilla de Penélope.

—¿Qué estás haciendo? —gritó la humana—. ¡Ay, qué asco!

Yasmín sonrió, lista para que Penélope la dejara tranquila. Sin embargo, a medida que avanzaba el reloj, su paciencia se iba agotando.

—Como si no estuviera ya bien molesta —murmuró—. Así que tienes algo con mi prima, ¿verdad?

—La conocí el verano pasado. Es la persona más simpática que he conocido. Bonita también.

—Al menos eso es cierto. ¿Eres hija de Toadette o qué?

—Piensa en ella como en mi niñera —explicó Penélope—. Mi madre me deja quedarme en el castillo de la princesa Peach. Soy una gran imitadora, ¿no? Ah, y ni siquiera sé quién es mi papá, así que no preguntes.

—Vaya, qué mal por ti. —Yasmín volvió a abrir su libro—. ¿Qué tan probable es que Toadette venga a buscarte en este momento?

—Muy probable. Es de las mejores en conseguir lo que Peach necesita.

—No manches…

—¿Eh?

—¿Qué pasa?

—Entonces es probable que Minh-Minh también se venga para acá. Perfecto.

—¿Quieres decir que huiste? —Penélope soltó un grito ahogado—. ¿De dónde?

—De Villa Preciosa.

Apenas Yasmín dijo eso, Penélope sintió una mezcla de miedo y una extraña sensación de seguridad. Era impresionante pensar que el champiñón pudiera hacer un recorrido tan largo sin que nadie se diera cuenta. O era bien listo, o tenía algún poder oculto. O ambas cosas.

—En algún momento tendré que regresar —siguió Yasmín—. No puedo estar huyendo para siempre.

—Al menos tu madre va a estar preocupada por ti —suspiró Penélope—. La mía sólo me quiere de vuelta porque soy su propiedad.

—Una vez más, pobre de ti. —Yasmín finalmente dejó su cómic, guardándolo en la mochila—. Escucha, esta ciudad no es nada segura. Y como las dos andamos huyendo, ¿qué te parece si vamos juntas, aunque sea hasta que nos encuentre nuestra gente?

—Hmm… La verdad es que me gusta la emoción de estar sola. —Eso también hizo que Penélope se sintiera más fuerte.

—Créeme, yo también prefiero estar sola. Pero todo es divertido hasta que alguien se obsesiona contigo.

—Si tú lo dices. —Al no tener a nadie más en la ciudad en quien confiar, la humana necesitaba todos los aliados posibles—. Nos quedaremos juntas.

—Soy Yas, Penélope.

—¿Qué? ¿Cómo supiste…?

—Mi memoria asusta a todos. —Tomó aire—. Mi nombre verdadero es Yasmín.

«Bueno, si me meto en un lío, al menos sé que ella será mi salvadora», pensó Penélope.

***


—Eres una salvadora, Minh —suspiró Toadette, acomodándose en los asientos más baratos de la clase turista—. Por más que he hecho por mi familia, no había forma de que tuviera suficiente para un vuelo de última hora.

—No hay problema. —Minh soltó una risita—. Sólo quiero que me lo devuelvas más tarde con un poquito de delicioso S-E-X-O.

—Que esperemos que Penélope no practique mientras esté allá —intervino Toad.

—Puaj. No pienses en eso —dijo Toadette—. Es demasiado joven para saberlo.

—No sé —se rió Minh, señalándose a sí misma.

—No es ella la que me preocupa. La verdad, es demasiado distante para entender cómo funciona. Pero, como insinuaste antes, allá fuera es como un pequeño gusano rodeado de pájaros enormes y hambrientos.

—Veamos el lado positivo, chicos —dijo Minh—. Llegaremos, la encontraremos, ustedes pueden encontrar la estrella si tienen suerte, y luego nos iremos. Pan comido.

—Pase lo que pase, no saldrá como ustedes creen —declaró Toad, mirando por la ventanilla.

Mientras Toad contemplaba las formas en que el viaje a Ciudad Neón podía salir mal, las chicas se mantenían entretenidas.

Minh, tras quitarse las botas y los calcetines, rozó con el pie el tobillo de Toadette.

Toadette, en respuesta, frotó juguetonamente los dedos contra la pantorrilla de Minh, dejando escapar un suspiro de satisfacción. Aunque Minh intentó reprimir una risita, tuvo que soltarlo cuando Toadette movió sus propios dedos. Su pequeña sesión de tocamientos parecería inocente para los demás, pero ambas estaban cada vez más cachondas. Los dedos de Minh se detuvieron justo al lado de la rodilla de Toadette, apretándola suavemente.

—No seas tan obvia —susurró Toadette, bajando el pie de Minh.

—La culpa es tuya por ponerme tan excitada. —Minh estiró sus pies sobre el asiento y los puso sobre el regazo de Toadette—. ¿Quieres frotármelos?

—¿De verdad estás intentando avergonzarme?

—Es un entrenamiento. Cuanto antes aprendas a ocultar tu interés por los pies en público, más disfrutarás afuera y sin puertas cerradas.

No se equivocaba.

Al notar que Minh no tenía planes de mover los pies, Toadette se frotó las manos y empezó a darle un masaje. La mezcla de los calcetines, el calor y el sudor había dejado los pies de Minh más suaves de lo habitual, lo que le daba a Toadette esa increíble sensación de estar amasando la masa más blanda de una panadería.

Claro, la mera visión de las plantas y los dedos de Minh hacía que el corazón de Toadette palpitara con fuerza. Sin embargo, con todo lo agradable también venía ese elemento al que a Toadette le costaba acostumbrarse: el hedor de los pies de otra chica.

Los pies de Minh olían peor que nunca durante los meses de otoño e invierno, y su carrera hacia el aeropuerto no hizo más que exacerbar la peste.

Cuando Toadette miró a su alrededor, vio varios pares de ojos clavados en ella; algo así era inevitable en un vuelo de clase turista. Los murmullos se esparcían entre los pasajeros.

—¡Eh, quita esos pies tan asquerosos! —tuvo agallas un hombre para gritar. Toadette intentó de inmediato mover los pies de su regazo, pero los gruesos talones se hundieron aún más en su entrepierna.

—¿Te molestan mis pies? —preguntó Minh al hombre, apretándose los dedos una y otra vez.

El olor sucio que salía de sus dedos no ayudaba a su argumento, pero continuó firme. Cuando otra persona fue a hablar, Minh le lanzó una mirada irritada.

—¿Sabes a qué me dedico? —preguntó, aclarándose la garganta—. Estoy de pie todo el día, regando las plantas y repartiendo frutas, haciendo cosas que muchos de ustedes ni se atreverían a hacer. Y como no veo a nadie que se ofrezca a cuidar de mis pobres pies, ¡mejor cierren la boca y admiren estos deditos tan bonitos hasta que aterricemos en la ciudad del pecado!

Aunque atraía más la ira de la gente, también podía relajarse mientras Toadette le masajeaba.

—¿Cómo no te da vergüenza? —quería saber Toadette.

—¿Vergüenza de qué? ¿Qué hay de malo en mis pies?

—Hacen que la gente llore más que las cebollas —respondió Toad, riéndose hasta que Minh le dio un golpe en la nuca.

—Prefiero que me miren la planta de los pies a que miren mi cuerpo —confesó. Apretó lentamente los dedos contra la ingle de Toadette—. Al menos éstos son más lindos, ¿no, Toadette?

«Está decidida a hacer que me venga en los pantalones en este vuelo…».

***


—La neta, los juegos nunca me han gustado mucho —dijo Yasmín mientras trataba de limpiar sus lentes con el suéter.

—¿En serio? —se rió Penélope—. La última vez que lo comprobé estabas leyendo un cómic de Pokémon.

—Exacto. Yo leo. Mientras que los jugadores apenas pueden leer dos oraciones sin que les explote la cabeza.

Penélope hizo un mohín. Aunque podía leer bien gracias a las horas de juego, la experiencia sólo la beneficiaba hasta cierto punto. Si se enfrentaban en un concurso de escritura, la educación adecuada de Yasmín le daría ventaja.

—¿Y esas sandalias? —Penélope tuvo que reducir la velocidad de su marcha para no adelantarla—. ¿Todos los Toads son inmunes al frío?

—Simplemente aguantamos el frío mejor que los humanos —contestó—. No me agradan las cosas que me cubren los pies por completo. Es extraño.

—Si pudiera soportar el frío, haría lo mismo.

Las chicas escapadas se pegaron, especialmente cuando el rojo del cielo comenzó a dominar al naranja. A medida que los colores se oscurecían, el peligro aumentaba. Penélope estaba tan enfocada en llegar a la convención que no prestaba atención a su entorno, pero Yasmín siempre mantenía la mirada alerta.

—Me encantan tus uñas de los pies —comentó Penélope, sorprendiéndola.

—Uno, ¡qué asco! Dos, es que te gusta lo que Minh-Minh les hizo —respondió—. Intenta halagarlas de nuevo cuando no estén bien cuidadas.

—He visto muchos pies, especialmente el año pasado. Los tuyos están bien. —Penélope se lamió los labios y soltó una risita al ver la cara de Yasmín.

—¿Eres gay?

—¿Cómo? —Hizo una pausa.

—¿Te atraen las chicas? —Yasmín se acercó un poco más, penetrando el alma de Penélope a pesar de que no podía mirarla a los ojos—. ¿O te gustan ambos sexos? ¿Qué prefieres?

—Sólo intentaba ser amable —balbuceó Penélope—. ¿De dónde sacaste esa idea?

Yasmín la pasó rápidamente.

«Respira, Yas. Es demasiado estúpida para serte una amenaza seria».

----------

Nota del autor:
Parte de la razón por la que creé a Yasmín es que quería que Penélope pudiera interactuar con otro niño, no sólo con los adultos. Sin embargo, esperen algunos temas adultos la próxima semana.
© Copyright 2025 VanillaSoftArt (UN: vanillasoftart at Writing.Com). All rights reserved.
VanillaSoftArt has granted Writing.Com, its affiliates and its syndicates non-exclusive rights to display this work.
<<< Previous · Entry List · Next >>>
Printed from https://writing.com/main/books/entry_id/1086216