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Rated: XGC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
#1085835 added March 22, 2025 at 10:44am
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Capítulo 82 - El ninjutsu terrible de Kat y Ana
Kat y Ana se echaron atrás, sintiendo que sus habilidades de desaparición les fallaban.

Sin embargo, para su sorpresa, la bengala no se dirigió hacia ellas. En cambio, se disparó hacia el cielo nocturno y estalló en una explosión vibrante.

—¡Rápido! ¡Ve por ellas, Toadette! —ordenó Toad.

Aunque le sangraba el costado, Toadette corrió hacia delante y agarró a Kat. Golpeó a la chica contra un árbol y luego tiró del pelo naranja de su hermana. Una vez que Ana estuvo en el aire, Toadette le sacó todo el aire de un par de patadas.

Definitivamente no podía tomarse su tiempo con ellas.

Escuchó una estrella ninja girar junto a su cabeza. Ahora había una segunda. Y pronto se encontró esquivando muchas en el último segundo posible, sólo con suerte porque las chicas le apuntaban a la cabeza: un objetivo mucho más pequeño que su cuerpo.

—¿Cómo lanzan tanto? —se preguntó en voz alta. Con el fastidio en aumento, se agachó bajo el chorro de estrellas y golpeó las piernas de Ana—. ¿Pero qué?

La chica no sólo se desvaneció. La mano de Toadette atravesó su cuerpo. Era como si estuviera interactuando con un holograma. Retrocedió a trompicones y el pavor se extendió por su rostro cuando vio que una docena de ninjas la rodeaban. Justo entonces, el agudo ruido metálico resonó detrás de ella.

—¡Te engañamos!

—¡Lo siento mucho!

Las gemelas de verdad se balancearon simultáneamente. De repente Toadette cayó al suelo, escapando por los pelos de una posible decapitación por parte de ellas. Al sentir el peso sobre su espalda, apretó los dientes, pues una de sus rodillas se clavaba en su herida.

—Mira eso. Después de todo, necesitabas mi ayuda.

Los colores del sombrero de Toad estaban invertidos, con manchas blancas que brillaban entre una superficie roja. Y su cuerpo estaba supercaliente.

Sin perder un instante, él empezó una danza a muerte con las gemelas. Mientras ellas desataban una lluvia de estrellas y cortes de katana, Toad contraatacó con dos enormes bolas de fuego que brotaron de sus palmas.

Las chicas chillaron y sus cabellos se prendieron en llamas. Pero Toad no se detuvo, tomando sus katanas y girando, sintiendo cómo su temperatura corporal ascendía a niveles infernales. El calor tiñó las katanas de un rojo brillante cuando cortaron el vientre de Kat y Ana.

Ana cayó, sollozando mientras se sujetaba la herida que sangraba. Sin embargo, Kat se mantuvo en pie, aunque la tensión se gradaba en su rostro pálido.

—Maldito seas —gruñó, fijando su mirada en Toad, que se acercaba lentamente.

—¿Qué te pasa? ¿La bebé tiene una pupa? —Lanzó las katanas lejos en el denso bosque—. Y ésta es la razón por la que no se meten con sus superiores.

A Kat le temblaban las piernas. Cuanto más se le subía el color a la camiseta de tirantes, más apretaba los puños.

—Se ven patéticas. —Toad sonrió con satisfacción—. Si no tuviera que cuidar a dos bebés más aquí, esta situación sería mucho peor. Pero, así como están las cosas, volverán a Ciudad Toad conmigo. La princesa tendrá algunas preguntas para ustedes, niñas.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Minh—. ¡No le des la oportunidad de recuperarse!

—¿Recuperarse? Pero si está sangrando… ¿Qué?

En un abrir y cerrar de ojos, Toad sintió una poderosa patada en el cuello, que lo lanzó hacia atrás. Se estrelló contra un tocón, y el mundo dio vueltas a su alrededor. Cuando su visión se aclaró, levantó la mirada y vio a una chica engreída que se quitaba lentamente los zapatos.

—Wario estará complacido.

***


—¿Todavía no? —Con una bolsa en mano, la princesa Peach se acercó a una de las criadas del primer piso.

—Nada de nada.

La criada había estado golpeando la puerta de Penélope sin parar durante la última hora, pero de la habitación de la niña no se escuchaba ni un murmullo. Claro que Penélope podría estar dormida, pero eso era poco probable, considerando que la niña creía que las siestas eran cosa de bebés.

Peach soltó un suspiro y se quitó el tacón, mostrando una llave rosa en su interior.

—Si tan sólo contestaras, Penélope, sabrías que tengo algo para ti. Como no puedo llevarte a este gran evento. —Con un chasquido, abrió la puerta y entró en el cuarto.

En cuestión de cinco segundos ya estaba de regreso. Lanzó su bolsa contra la pared.

—¡PHD! ¡PHD! —Su voz resonó por todo el castillo y provocó los jadeos del personal.

Entraron en acción. Algunos se apresuraron a comprobar todas las habitaciones, mientras que otros aseguraron los terrenos del castillo y se adentraron en Ciudad Toad. Aunque no era la primera vez que Penélope se marchaba sola, sí era la primera que lo hacía sin que nadie supiera adónde iba. Peach tenía una idea, pero el objetivo estaba tan lejos que no se podía predecir cómo intentaría llegar Penélope. Así que hubo que utilizar la alerta de PHD por primera vez. Significaba: «Penélope ha desaparecido».

—¡No es posible que haya llegado tan lejos! —exclamó Peach a sus trabajadores—. ¡Tan pronto como la encuentren, me avisarán para que yo me encargue de esto!

—¡A su orden!

Peach se ajustó de nuevo el zapato, murmurando para sí. Pasó junto a su bolsa, y dentro había un dispositivo que ni siquiera debería estar lanzado: un Nintendo Wii U con una etiqueta que decía: «Prototipo especial».

***


Toad no podía creer que una niña, de todas las personas, le estuviera dando una golpiza. Sus poderes de Flor de Fuego se habían agotado, y aunque había perdido la katana de Kat en el bosque, aún contaba con un montón de técnicas ninjas para derribarlo.

No sólo lo aturdió con varias estrellas, sino que sus patadas causaban estragos en su cuerpo. Cada vez que ella aterrizaba de un salto, él sentía como si un yunque pesado le aplastara la cabeza.

—Izquierda, derecha, izquierda, derecha. —Las patadas de Kat le ardían en las mejillas, y lo peor era cuando él abría la boca y la suciedad de su planta entraba.

Esa última patada le dejó una marca rosa en la cara, y se golpeó la cabeza contra un árbol.

—Dulces sueños, champiñón —se rió Kat, mirando a Toad y a Toadette, que seguía en el suelo. Luego lanzó una mirada desafiante a Minh—. ¿Tú también quieres pelear?

Minh jadeó, negando frenéticamente con la cabeza.

—Pues dame el radar. —Kat miró a Ana—. Oye, date prisa en curar esa herida. No me hagas gastar más energía.

—Duele mucho —lloró Ana, apretando los dientes al sentir cómo se le cosía el estómago.

—Sobrevivirás.

Minh metió la mano en la bolsa de Toad.

«Me siento tan inútil aquí. Pero ¿qué más puedo hacer?», se quejó.

Siguió rebuscando en la bolsa hasta que consiguió encontrar el radar. Se entretuvo un momento, pero entonces vio que Kat empezaba a dar golpecitos con el pie. Con cuidado, Minh acercó el aparato a Kat, levantando las manos como si dijera: «Por favor, no me hagas daño». Una vez que se lo entregó, dio un rápido paso atrás, observando cómo Kat lo celebraba.

—Muchas gracias —dijo, guardándose el radar en el bolsillo—. Ahora, tengo que llevarlos a ver a Wario. Creo que tienen asuntos que tratar con una amiga nuestra.

—Eso no va a pasar. Tengo una floristería que llevar a casa.

—¿Ah? —Los ojos de Kat se abrieron como platos—. ¿Tú también amas la naturaleza?

«Oye, Minh. Quizá sea esto tu oportunidad».

—¿De veras son amantes de la naturaleza? Todas esas estrellas ninja en Rosedan me hacen pensar lo contrario.

—Bueno, tuvimos que tocar algunos árboles, pero son bastante resistentes. Sé que no golpeé ninguna flora. Ana, ¿tú sí lo hiciste?

—Ni se me ocurriría hacerlo.

—Nunca se sabe. Hay flores con tallos tan robustos que ni una cuchilla puede cortarlos. —Mientras Minh les daba a las chicas una lección de botánica, le lanzó un objeto a Toadette por la espalda. Ninguna de las gemelas prestó atención a los otros Toads, y seguían conservando con Minh sobre tipos de flores.

Toadette permaneció en el suelo mientras bebía lentamente su elixir.

«Puede que mi hemorragia disminuya, pero el dolor persistirá. Y tienen curación mágica… Eso significa que la única forma de detenerlas es noquearlas, recuperar ese radar, encontrar la Estrella Etérea y salir de aquí. Sólo tienes una oportunidad, Toadette».

—Ustedes no se ven como unas chicas horribles —continuó Minh—. Entonces ¿qué hacen trabajando para alguien como Wario?

—Es nuestro amigo —respondió Ana con una sonrisa.

—Tiene como cuarenta años.

—Cómo él dice: la edad es sólo un número. —Kat se frotó las manos—. Puede que no lo parezca, pero tiene los mejores intereses para nuestra ciudad. Ahora, veamos si puedo hacer que este ninjutsu de hipnotización funcione con tus…

—¡Vengan aquí! —Toadette saltó sobre Minh y derribó a Kat y Ana al suelo.

Kat y Ana yacían atrapadas bajo los pies de Toadette, moviéndose como si fueran dos niñas que no querían irse a la cama. Toadette, con toda su fuerza, empujó sus piernas, gritando para que Minh y Toad vinieran a ayudarla. Con Toad fuera de combate, le tocó a Minh inmovilizar a las chicas.

—Esto es por su propio bien, chiquitas —dijo con voz suave, presionando con su pie derecho la cabeza de Kat y con el izquierdo la de Ana. Ahora frente a Toadette, las adultas sujetaron a las guerreras pequeñas.

Pero Minh sabía que no era una sesión de placer. Después de tantas aventuras con Toadette últimamente, tenía claro qué arma estaba a punto de liberar. Y así fue, los zapatos bajos de Toadette se deslizaron de sus pies cubiertos de nailon, y los lanzó cerca de Toad.

—Disfruta ese olor, Toady. Estas dos van a vivir algo aún más desagradable.

—¡Puaj! —gritaron las gemelas al unísono—. ¡Apestan!

—Orgullosa de eso —se rió Toadette. Abrió los dedos antes de pellizcar la nariz de Ana y Kat con las medias de nailon contaminadas.

El hedor al que Toadette estaba tan acostumbrada hizo que los pulmones de las chicas se encogieran al principio. Intentaron contener la respiración el mayor tiempo posible, con Kat poniéndose cada vez más azul.

Cuando finalmente sus cuerpos les obligaron a respirar, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Era como si inhalaran una mezcla de queso rancio, ajo y cebolla. Para colmo, las medias de nailon estaban empapadas, a pesar de ser pleno invierno. Ana habría jurado que la estaba asfixiando una manta húmeda y mohosa, una que debería haber desechado hace años.

—¡Detente! —chilló Kat, con la vista nublada—. ¡No nos rendiremos así!

—Parece que sí lo harán —dijo Toadette—. Es una lástima que no puedan disfrutar del… mmm… rico aroma de mis pies.

—Voy a vomitar —gimió Ana mientras el calor le llenaba las fosas nasales.

Toadette miró a Minh, quien respondió con un gesto de pulgar hacia arriba mientras movía los dedos en la frente de las niñas. Cada dedo regordete manchó su piel blanca y su cabello vibrante.

«Mientras más se resistan, más rápido se agotarán», pensó la florista.

En un minuto las gemelas habían pasado de ser hábiles ninjas a bebés, sollozando por el olor de los pies de Toadette. No sabían que Toadette estaba siendo misericordiosa, ya que sus pies descalzos serían mucho peores que cualquier prenda de ropa.

—No te quedes con todas las fosas nasales para ti sola. —Minh apartó los dedos de Toadette—. Recuerda en qué época del año estamos.

—Claro, si quieres torturarlas, adelante. —Toadette sonrió con satisfacción mientras introducía sus pies en la boca de las chicas.

Minh les metió las narices entre los dedos. Sin embargo, por la posición invertida, no las metió tanto en las bolsas de sal, sino que las envolvió con dos muros de suciedad y peste. Cuando movió los dedos, los gemidos de Ana se intensificaron. En comparación con las medias de Toadette, el hedor de los pies descalzos de Minh impactó a ambas gemelas como un camión. Soportar la asquerosidad de la mugre en la cara sólo aumentó su incomodidad, especialmente cuando sintieron que los restos más pequeños de mugre subían por sus narices.

Kat golpeó el suelo, tratando de reunir la energía suficiente para usar más ninjutsu. Pero era como si el olor a pies de Toadette ya hubiera mermado gran parte de su poder. Y ahora que estaba chupando simultáneamente los pies de Toadette mientras olía las plantas nocivas de Minh, su cuerpo priorizaba la supervivencia sobre el uso de técnicas místicas.

—No tengo nada en contra de ustedes, chiquitas —se rió Minh—. Díganle a su jefe que pare de mandar a los niños a hacer su chamba sucia.

—Pero si sigue haciéndolo, díganle a sus amigos que no somos tan fáciles de pisotear como creen.

Toadette y Minh presionaron tanto las caras de las chicas que Ana ya había sucumbido. Su respiración se había vuelto lenta y ahora sólo Kat seguía luchando. Ella se retorció por un minuto más, con los ojos rojos mientras aspiraba el aroma de pies sucios.

—Es como cuando Penélope olió por primera vez mi zapato —se rió Toadette, recordando aquel instante en el desierto—. ¡Pero ni siquiera ella se veía tan patética como ustedes ahora, muriendo bajo mis pies!

—¡No te pongas engreída!

Una fuerza intensa empujó a Minh y a Toadette en espiral hacia el aire. La explosión fue tan violenta que los robustos árboles se balancearon como si estuvieran en un violento huracán. En el centro de la fuerza generada se encontraba Kat jadeando, que extendió las manos en dirección a Toadette.

—¡Prepárate para la Sierra Hubuki de Kat!

—¿Su qué? —gritó Toadette, abriendo un ojo para ver algo aterrador. Dos sierras circulares cristalinas se dispararon hacia el cielo, apuntando directamente a ella. Pero no podía moverse por sí misma. Todo lo que podía hacer era tratar de prepararse para el corte.

Una de las sierras le cortó la mano. Pero luego fue hacia su derecha. ¿Quizás quería apuntar a Minh? Pero no, también pasó de largo. Las sierras simplemente siguieron un arco no especificado hasta caer en otro lugar del bosque. Toadette y Minh cayeron de espaldas al planeta, gimiendo al aterrizar en la tierra.

Al mirar a Kat, Toadette jadeó. La niña estaba inmovilizada, con un zapato sobre la nariz y la boca. Detrás de ella, el Capitán Toad la sujetaba con fuerza mientras la obligaba a inhalar el tóxico aroma de Toadette. En segundos, la falta de energía y oxígeno limpio afectó a Kat. Sus piernas se tambalearon y golpeó el suelo con un ligero ruido sordo.

Toad inmediatamente le tiró el zapato a Toadette.

—Y tú quieres que huela algo tan peligroso.

—Sólo es peligroso si elijo asfixiarte —dijo con una sonrisa—. Puedo ser amable.

—¿Cuánto tiempo crees que van a estar inconscientes? —preguntó Minh.

—Cuatro horas. O tal vez sólo diez minutos. Necesitamos encontrar la Estrella Etéreas antes de que se despierten.

—Buena suerte con eso…

Toadette y Minh se quedaron boquiabiertas. Kat se lanzó hacia Toad por última vez.

—¡Basta, humana! —Pero él fue más rápido—. ¡Cuchilla Geno!

Un disco amarillo emergió de las yemas de los dedos del muñeco, y las pupilas de Kat se encogieron. Soltó un grito espeluznante, porque sintió como si le estuvieran bombeando mil descargas de electricidad en tres segundos. No, peor. Era como si cada molécula de su cuerpo estuviera siendo reorganizada. El ataque la atravesó como una de sus propias sierras, y al ver cuánta sangre había perdido, se derrumbó.

—No sé qué carajos hizo esta cosa… —Toad sonrió—. Pero fue impresionante.

—Está inconsciente esta vez, ¿verdad? —preguntó Toadette.

—Eso parece. —Minh le dio un golpecito con el pie.

—¡Pues vamos a darnos prisa! —gritó Toad—. ¡Ahora!

Las chicas asintieron y, tomando el radar de Kat, se adentraron en el bosque. Poco a poco fueron adentrándose en el subsuelo, con Toadette cojeando y sosteniéndose la herida en el costado. Aunque Toad le decía que le ayudaría una vez que llegaran a Rosedan, ella sentía que podía quedarse dormida en cualquier momento. Si no fuera por la presencia de las gemelas, ya se habría desmayado.

Cuarenta minutos de explorar el bosque rico en tierra los llevaron a un callejón sin salida. Toadette dejó escapar un fuerte gemido.

—¿Saben? ¿Cuáles son las probabilidades de que esta cosa esté enterrada bajo tierra y nunca sepamos dónde?

—Esas chicas estaban cavando cuando las encontramos —dijo Minh—. Ay, eso sería una pena.

—Entonces yo digo que empecemos a cavar. —Toad se remangó—. Haz algo útil, Minh.

«Un poco de agradecimiento estaría bien, ya que yo preparé ese ataque asfixiante».

Toad entrecerró los ojos y se quitó los guantes para palpar el objeto. Soltó un suspiro de exasperación, uno que hizo que Minh y Toadette miraran hacia abajo con aire derrotado. Y, sin embargo, él empezó a reírse.

—Nos ha tocado el gordo, muchachas.

—¿En serio? —se rió Minh, celebrando—. Pues aún queda mucho por excavar.

Toadette comenzó a sacar la tierra con los dedos.

—No será mucho si lo hacemos juntos.
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