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Rated: XGC · Book · Fanfiction · #2328963
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.
#1085461 added March 15, 2025 at 12:58pm
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Capítulo 81 - El vals por el bosque
Rosedan se encontró asediado por la ventisca de nieve y estrellas metales. Sus flores rosas, símbolo de la belleza del pueblo, eran lo único que había quedado ileso. La zona parecía vacía, ahora en completo silencio, salvo por el silbido de una estrella ninja que pasaba zumbando.

Cuando el capitán Toad detuvo la camioneta, otra estrella afilada atravesó la ventanilla trasera. Minh entró en pánico, con los ojos muy abiertos mientras se agachaba.

—No pierdan la calma —les ordenó Toad—. Piensen con claridad.

—Es fácil para ti decirlo cuando estás acostumbrado a que te arrojen armas —suspiró Minh, secándose el sudor de la frente.

Justo entonces, Toadette salió del vehículo. Sabía que no podían quedarse fuera, sobre todo después de que todos hubieran decidido esconderse bajo techo.

—Nuestra mejor opción es dirigirnos a la posada. Está justo enfrente.

Llegar allí sería más fácil decirlo que hacerlo. A pesar de que la posada del pueblo sólo estaba aproximadamente a medio campo de fútbol de los tres, el número de estrellas ninja que llovían sobre ellos se intensificaba. Era como si fueran a esfumarse en cuanto tocaran el suelo, para volver a caer de los cielos.

—¿Están listos? —preguntó Toadette.

—Síganme —respondió Toad, sincronizando sus movimientos entre las estrellas mortales.

Rodó y se zambulló con cuidado para evitarlas, como si ya hubiera pasado antes por este tiempo de locos. Cuando llegó a la pared de la posada y se dio la vuelta, enarcó una ceja.

Minh no había intentado en absoluto esquivar con elegancia a esas estrellas ninja, sino que había corrido hacia la posada mientras chillaba a pleno pulmón. Una oleada de vergüenza ajena invadió a Toad, pues la chica parecía tan competente como un Chomp Cadenas intentando andar con patas.

—Aquí estoy —dijo, con la voz entrecortada mientras temblaba—. Muy bien, Toadette, ¡te toca!

—Y que no intentes andar como un babuino lisiado —bromeó Toad, sólo para recibir un golpe de Minh.

Toadette tuvo poco tiempo para entrar en calor. Saltó una vez e hizo algo que sorprendió tanto a Toad como a Minh.

—¿Está dando volteretas? —preguntó ella.

—¿En qué clase de educación especial estaban?

A pesar de lo poco práctico que parecía, las volteretas de Toadette resultaron ser más seguras que si se hubiera limitado a correr. Toad se dio cuenta de que las estrellas ninja se acercaban peligrosamente a ella, más de lo que lo habían hecho por él o por Minh, pero de algún modo todas pasaron por alto a Toadette. Cuando acortó la distancia que la separaba de la posada, salió de su voltereta con un salto mortal, aterrizando perfectamente como si estuviera en una competición de gimnasia.

—Y vivo. —Sonrió a Toad, dándole una bofetada juguetona en la mejilla—. No he estado sentada sobre mi trasero estos últimos meses.

«Sí, pero esperemos que sea suficiente entrenamiento para que estés a mi nivel, novata».

Dentro de la posada de ladrillo y madera había un momento de respiro para los viajeros. Sin embargo, parecía que muchos de los civiles se habían reunido aquí para esconderse del torrente letal, pues muchos estaban apiñados contra las paredes. Algunos incluso dormían en la planta baja, sin molestarse en alquilar una habitación o intentar volver a casa.

A las chicas se les heló la sangre al ver cuántos Toads llevaban estrellas ninja en el centro del sombrero. A la mayoría de los Toads nacidos en Rosedan se les modificaba el sombrero para que tuviera una franja gigante a lo largo de la parte exterior y un gran punto en la parte superior. Si sus sombreros fueran tableros de tiro, los lanzadores de estas estrellas obtendrían siempre el máximo de puntos.

—¿En qué les puedo ayudar? —les preguntó a los nuevos visitantes la posadera, una Toad con un sombrero de rayas amarillas.

Toad empujó a Toadette antes de que intentara explicarse.

—¿Qué es esta tormenta ninja que hay afuera?

—Unas muchachas —tosió un anciano—. Llegaron hace un rato preguntando si sabíamos algo de unas bellezas eternas.

—En realidad dijeron Estrellas Etéreas —corrigió la posadera—. Luego de estar aquí, dijeron que nos iban a lanzar esos objetos peligrosos hasta que soltáramos la información que consiguiéramos. Bueno, horas después…

—¿Algo concreto sobre su aspecto, señora? —preguntó Toadette, desplazando su peso sobre el mostrador.

—¿Acaso quieres decir que van a intentar desbastarlas? Saben con quién estarán peleando, ¿verdad? —Miró a los tres, pasando de la curiosa Toadette a la temblorosa Minh y al terco capitán Toad—. Eran dos niñas humanas, más o menos de su tamaño. Una tenía el pelo rosa y la otra naranja.

—Humanas, ¿eh? —Toadette miró a Toad—. Cada vez se parece más al trabajo de Wario.

—No olvidemos que tu hermano no humano trabajaba para él. Éstas suenan como unas niñitas en cosplay.

—¿Cosplay? —Minh le miró boquiabierta—. ¿Ya te has olvidado de la lluvia de metal que hay afuera?

—Cálmate. —Le tiró de las trenzas castañas—. Si realmente fueran astutas, tendrían sus armas apuntando hacia nosotros. Ya hubieran llegado de manera sigilosa y hubieran usado magia kung fu o algo que sacaron de una serie de televisión.

—¿Dónde están? —le preguntó Toadette a la posadera.

—Creo que están en el bosque, ya que no hay nada realmente especial que hallar en el pueblo mismo. Simplemente se desvanecieron en el aire.

«El Laberinto Boscoso», pensó Toadette, temblando. «Incluso cuando crees que conoces el trazado por dentro y por fuera, acabas perdido por horas.

—Muchas gracias —dijeron ella y Minh al mismo tiempo. La florista entonces se volvió hacia el resto de los habitantes de Rosedan—. ¡Oigan, les aseguramos que no nos iremos hasta que puedan salir sin peligro! ¡No tendrán nada que temer!

Los Toads empezaron a aplaudir, pero el capitán Toad se llevó un dedo a la barbilla.

«Si ellas han tenido tanta ventaja y todavía no logran encontrar la estrella, ¿tan difícil será para nosotros?».

—Y antes de que se vayan —añadió la posadera—, les recomendaría que visitaran la juguetería de la manzana. Si alguien tiene algo útil para ustedes, ése es mi hijo.

***


Toadette suspiró. Estar en una juguetería le removía recuerdos de su infancia, sí, pero ¿de qué le iban a servir figuritas de acción y juegos contra estrellas ninja? Mientras ella ansiaba llegar cuanto antes al bosque, Minh estaba metida hasta las narices en una caja llena de controles de videojuegos, y Toad, con una sonrisa, observaba muchos juguetes.

—¿Te acuerdas de tu viejo amigo, Toadette? —soltó Minh con una risita, mostrándole un control de Nintendo 64.

—Sí, y que te den a ti —respondió Toadette.

—Ay, pero si tú eras la que pensaba que frotar la palma en el joystick era una estrategia ganadora. Creo que te dejó con como cinco ampollas en la mano.

—Vaya. —Toad silbó y señaló a una fila de carros de juguete—. Yo tenía una colección entera de estos. Buenos tiempos aquellos.

—¡Eso sí me gusta escuchar! —dijo una vez desde atrás del mostrador—. No hay nada que me alegre más el día que ver a la gente ponerse toda nostálgica. Luego se deprimen porque se dan cuenta de que su infancia no va a volver, pero luego como que también lo aceptan.

El hombre golpeó el mostrador con los dedos mientras ataría a sus clientes.

—Mi mamá ya me puso al corriente. Ustedes quieren encargarse de esos ninjas, ¿verdad?

—Así es —contestó Toadette, empujando a Toad antes de que pudiera detenerla.

—Me llamo Gaz. —Saltó por encima del mostrador, apretando ligeramente los brazos de Toadette—. Sí… —Luego tocó a Minh—. ¡Toda blandita! —Finalmente le dio un apretón firme a Toad, ronroneando—. Ay, qué fuerte…

Toad se estremeció. ¿Por qué este tipo sonaba tan sensual?

—A ver, a ver… La bibliotecaria necesita defensa. El guapo va a querer más fuerza. Y la gordita será su sanadora. Los tengo a todos calados.

—¿Bibliotecaria?

—¿Qué carajos acabas de decir?

—¿Gordita?

Su confusión apenas le importó a Gaz, porque ya había desaparecido en la trastienda, cantando. En cuanto se perdió de vista, Toad fulminó a Toadette con la mirada. Era como si intentara decirle en silencio que tenían que huir. Pero ella se mantuvo firme, esperando la herramienta que Gaz les iba a otorgar.

En segundos sintió que algo pesado se estrellaba contra su pecho. Casi se cae.

—Eso es un Supertraje —explicó Gaz—. Úsalo como chaleco antibalas. No te va a salvar de todo, pero te vas a sentir como un robot de verdad por unos veinte golpes. Quizás más si tienes suerte.

Entonces le metió un frasco extraño en las manos a Minh.

—Esto es un simple elixir. Pero dispensa el líquido de una manera muy genial. Los debería recuperar si se encuentran en problemas.

Y, por último, se giró hacia Toad, con una sonrisa aún más grande. Le tendió un muñeco de madera con una túnica azul. Gaz lo empujó en sus manos.

Toad se lo devolvió instintivamente.

—Toma el muñeco —suspiró Toadette, poniéndose el Supertraje.

—No me fío de esto.

—Ay, ya hazlo —insistió Minh.

—A la siguiente va a ponerme un vestido y hacerme llamarle «papi».

Antes de que nadie pudiera reaccionar, un destello surgió del muñeco.

Toad fue lanzado a través de la tienda. Se estrelló contra la pared, haciendo temblar las estanterías y provocando que un montón de juguetes le cayeran en la cabeza. Los ojos de Toadette y Minh se salieron de sus órbitas mientras seguían el rastro de humo.

—¿Qué les parece? —Gaz se mantuvo parado, alegre—. Geno es especial. Tengo instrucciones de cómo usarlo y demás. Oigan, este muñeco es mío, así que asegúrense de que vuelva de una pieza, por favor.

—Lo cuidaremos de maravilla —respondió Minh con una risita nerviosa.

—Ah, y denles una buena repasada a esos ninjas por mí. Ya han mandado demasiadas estrellas a nuestra gente.

Toadette le estrechó la mano, tomando el muñeco.

***


Toadette se adelantó a sus amigos, obligándolos a correr tras de ella. Se encaminaron hacia el infame bosque de Rosedan, y cuando los gigantescos árboles marrones los engulleron, Toadette supo que escapar sería un dolor de cabeza. A diferencia del Bosque Eterno, donde un solo giro equivocado podía llevarte de vuelta a Ciudad Toad, aquí había que tener muy presente el camino corrector para poder hallar la salida.

Justo cuando Toadette estaba a punto de hacer una pregunta, Toad le puso un dedo en los labios. Luego clavó una bandera azul en el suelo.

—Odio el tiempo en invierno. Se oscurece tan rápido —dijo Toadette, ladeando la cabeza—. ¿De verdad nos van a ayudar tanto?

Toad encendió el faro que tenía en la cabeza y asintió.

—He estado en esto más tiempo que tú.

—Ah, eso me recuerda algo.

Él observó a ella mientras se acomodaba algo en el sombrero. Una ceja se le levantó al notar que era un faro, uno que se parecía mucho al suyo. No podía quedarse callado ante eso.

—¿Te lo llevaste de mi cuarto?

—Penélope me dijo dónde estaba mientras tú estabas ocupado, lidiando con un volcán —respondió ella con un tono de orgullo—. Para ser capitán, caramba, te estás descuidando, considerando que no te tomaste la molesta de cerrar la puerta con llave.

El lugar de rebatirla, simplemente levantó el dedo corazón.

Con los dos jóvenes guiando el camino, las sombras del bosque se transformaron en una visión más acogedora. La nieve apenas lograba filtrarse entre las altas ramas de los árboles. En comparación con la anterior aventura de las chicas por el Bosque Eterno, aquí la temperatura era agradable. Tan agradable era el calor que Minh decidió descalzarse.

Toad emitió un quejido al ver sus dedos sucios, especialmente por el sonido desagradable que se escuchaba al empujarlos en la densa tierra.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de la florista. Podría haber atrapado a un gusano entre sus dedos, y esa expresión zonza habría persistido.

—Ustedes también deberían quitarse los zapatos —sugirió—. Esta tierra en particular siempre se siente increíble.

—Sí, te escucho. —Toad rodó los ojos—. No me decepciones, Toadette.

—¿Cómo dices?

—No me he adentrado tanto en este bosque —admitió él—. Será mejor que estemos preparados para cualquier cosa que nos salte encima.

—¿Acaso no te dije que dejaras de tratarme como si fuera una niña? —Ella apartó su mano de un manotazo, avanzando mientras lo miraba—. Estoy más que lista para… ¡AAH!

Toad y Minh corrieron hacia el lugar donde desapareció Toadette. No encontraron ni una pista de ella, sino una deformación en la tierra que giraba antes de estabilizarse.

—Y al genio se lo tragó un sumidero —soltó Toad con los puños apretados—. Bueno, adiós, Toadette. Un placer conocerte.

—Eso no es un sumidero —notó Minh, inclinándose más cerca—. No es uno de esos mortíferos que no llevan a ninguna parte. Es…

—Creo que sé un par de cosas sobre la tierra, querida.

—¡He estado trabajando con la tierra toda mi vida! —Le empujó hacia el sumidero y le pisoteó el sombrero—. Y a diferencia de ti, yo he estado aquí muchas veces.

Una vez que desapareció, Minh dejó que la tierra la llevara al subnivel del bosque. Se hundió a una velocidad increíble, aterrizando de culo al chocar contra el suelo más oscuro.

Esta área subterránea se hallaba sumida en la más profunda penumbra. La única luz que iluminaba el lugar venía de atrás. Al parpadear, Minh escuchó un grito agudo, seguido de un ruido viscoso.

Toadette sostenía en sus manos una seta más pequeña. No se debía confundir con la especie Toad ni con las diferentes setas comestibles del reino. Era una seta viva de una especie completamente distinta, sin cara y que se retorcía de manera frenética.

—¿Qué diablos es esto? —gritó Toadette, recibiendo asco de su humedad.

—Es una Amanita —le explicó Minh, mientras su amiga luchaba con la seta asesina—. Una de esas salvajes, así que, como siempre, es nuestra enemiga. Aguas, no dejes que te envenene.

—No tienes que decírmelo. —Toadette torció su cuerpo y lo arrojó a otro lugar del oscuro vació.

—Siempre me siento mal cuando tenemos que hacerles daño —se lamentó Minh.

—Te entiendo. Ahora, ¿dónde está Toady?

Minh sonrió satisfecha. Movió despacito las nalgas de un lado a otro antes de levantarse, mostrando un aplastado capitán Toad. Las dos estallaron en risas, y más aún cuando él no logró darle un puñetazo a Minh. Sólo consiguió perder el equilibrio y caer de nuevo al suelo.

Toadette estaba lista para que hiciera algo atrevido, pero él se quedó inmóvil. Después de diez segundos, abrió los ojos y soltó un suspiro.

—Debería habértelo preguntado antes, pero ¿por qué me llamas así?

—Toadette decidió que Toad era un nombre demasiado tonto —contestó Minh, golpeándolo con las caderas mientras guiaba el camino con su propia linterna.

Toadette sólo pudo asentir rápidamente con la cabeza antes de pasar corriendo a su lado.

«Espera un momento, Toadette. ¡Sé orgullosa! No pongas cara de blandengue delante de él», se dijo.

—La oíste —cantó, girando sobre sus talones para tocarle el pecho—. Por lo que a mí respecta, eres Toady. Te guste o no.

«¡Así se hace, Toadette! Bien hecho».

—Ay, te encanta molestarme —gimió Toad.

—Un poquito.

Los tres se adentraron en el bosque. Era realmente un laberinto, a pesar de que Toad dejaba atrás esos marcadores de bandera azul.

***


Después de una hora de andar entre la densa vegetación, con Toad y Toadette enfrentándose a montones de setas malolientes y ratas salvajes, lograron escalar de nuevo por el tocón de un árbol hasta salir a la superficie. Minh puso un pie más allá de la esquina, sólo para ser retirada por Toad, siempre alerta. Por si fuera poco, Toadette apoyó su cabeza sobre la de él, así que los tres contemplaron el espectáculo.

Había un montón de estrellas ninja enterradas en el suelo, y una chica de vestido azul estaba hurgando en la tierra. Otra chica, con el cabello anaranjado brillando bajo la luz rojiza del atardecer, hacía lo mismo.

—¡Si la torpe de Mona no hubiera perdido el radar, podríamos habernos tomado nuestro tiempo buscándola! —Cayó de espaldas la naranja—. ¿No podemos hacer una pequeña pausa?

—¡Para significa que esos Toads van a encontrarlo antes que nosotros! —El pelo rosa de la segunda chica estaba desordenado.

—¿De veras? Porque si ese radar fuera preciso, no se hubiera pasado días buscando la estrella en esa isla. Mi cuerpo…

—Deja el ninjutsu. Vamos a descansar diez minutos, ¿está bien? Entonces volveremos a encerrar a la gente en Rosedan.

La voz de los Toads bajó hasta convertirse en un susurro.

—¿Así que el radar es inútil? —les preguntó Toadette.

—No, porque tener alguna orientación es mejor que no tener ninguna —contestó Toad—. Puede que esto resulte un poco lioso, así que, si quieren apartarse, lo entiendo.

—¿Lioso? —Toadette se rascó la cabeza.

Toad sacó su pistola de bengalas con rapidez. Minh lo sujetó del brazo al instante.

—No te atrevas a matarlas —gruñó ella.

—Ellas saben para quién están trabajando. Deberían haber sido más listas. —Mientras intentaba desenfundar su arma, sintió otra presión que se lo impedía—. Toadette, más vale que me sueltes.

—Todavía no sabemos si realmente trabajan para Wario. ¿Qué imagen vas a dejar si matas a dos chicas inocentes?

—¿Inocentes? Han traído el caos al Rosedan. Acabemos con esto de una vez.

Toadette sacudió la cabeza, aferrándose con fuerza a su arma. Toad hizo una mueca.

—¿Qué te sucede? Acabaste con gente en Ciudad Champiñón, ¿qué cambia ahora?

—No quiero pensar en aquella noche, ¿entendido? Carajo, ¿me entiendes? —Se tranquilizó poco a poco—. Matar sólo será una opción cuando no hay más salida. Punto.

«Vaya… Ese festival la trastornó más de lo que pensaba. Pero aún así, prefiero no arriesgarme a una batalla con estos ninjas. Aunque parezcan tan jóvenes, cualquiera puede ser peligroso en nuestro mundo».

La presión de Toad sobre el arma se relajó, lo que permitió a Toadette soltar su mano con confianza.

—¿Y cuál es tu estrategia? —preguntó él, intentando que su voz sonara tranquila.

—Yo me encargaré de ellas sola.

—¿Estás loca? —susurró Minh.

—¿Desde cuándo he estado cuerda? —Co una sonrisa despreocupada, saltó de su escondite—. ¡Oigan!

Su grito atravesó inmediatamente el silencio, llamando la atención de los ninjas. Se pusieron en pie de un salto, sin más armas que sus dedos cubiertos de suciedad.

—¿Cómo nos encontraste? —gritaron al unísono, lanzándose miradas furiosas—. ¡Qué idiota eres!

—No debimos haber usado todo ese ninjutsu —se quejó la chica de cabello naranja, respirando con dificultad—. Estamos agotadas.

—Pero no vamos a rendirnos ahora. —La chica de cabello rosa levantó una katana que la superaba en tamaño—. Ahora, señorita, puede portarse bien y devolvernos ese radar que nos robó, o podemos hacerlo por las malas.

—¿Se supone que eso me va a intimidar? —se rió Toadette—. Wario debería sentir vergüenza por mandar a unas niñas pequeñas a hacer su trabajo.

—¡Eh! ¡Estamos en cuarto grado! Si no nos crees, prepárate para experimentar la temible furia de Kat…

—¡Y Ana!



Las gemelas saltaron alto en el aire. Justo cuando Toadette iba a alcanzarlas, se esfumaron entre las sombras de los árboles. El champiñón miró a su alrededor con rapidez, sin encontrar nada más que a Minh y a Toad.

¿A dónde se fueron las niñas?

Toadette soltó un gemido, sintiendo el frío metal de un arma presionando su espalda. Otra chica la siguió, dándola una patada en el estómago y aplastando su abdomen por ambos lados.

Ella no podía creerlo. Sólo eran unas crías. Era absurdo que tuvieran tanto poder.

Otra patada en la cara la lanzó por los aires, y luego dos fuertes pies se clavaron en su pecho. Cuando Toadette cayó de nuevo al planeta, sintió como si su cuerpo se estuviera deshaciendo. La velocidad a la que fue lanzada era vertiginosa.

Una vez en el suelo, escuchó otro grito de kung-fu a su derecha.

Sin pensarlo, tomó la pierna de la chica de cabello rosa y la arrojó en la dirección opuesta. El estruendo del choque entre las cabezas de las gemelas resonó con fuerza.

—Me creí diciéndome a mí misma que nunca le haría daño a un niño cuando fuera mayor —suspiró Toadette, limpiándose el polvo—. Odio admitir que mi madre tenía razón: hay unos niños que necesitan que les den una paliza.

Esta vez tanto Kat como Ana agarraron sus katanas.

—¡Eso dolió! —gritó Kat, frotándose la cabeza.

—Muchísimo —añadió Ana.

—Es hora de irse a la cama, chicas.

Desde los arbustos, Toad y Minh observaban con impaciencia. Minh sentía cómo le temblaban los nervios cada vez que se producía un impacto, mientras que Toad permanecía inmóvil. Simplemente estaba analizando cada movimiento que hacían, como si fuera un robot.

—Sabes que no va a durar, ¿verdad?

—Está claro que confía en sí misma —respondió Minh—. Creo que puede ganarles.

—Se está sobreestimando, eso es lo que está haciendo. Estas dos no son humanas normales; o tienen sangre especial como Mario o Peach, o la escuela ninja a la que van ha sacado lo mejor de ellas. —Volvió a tocarse el bolsillo, antes de mirar a Minh, preocupada.

—No las mates. —Sus palabras fueron lentas.

Toad observó con furia la lucha que se desarrollaba.

Toadette gruñó mientras se abría paso entre las espadas. La pelea anterior con la motociclista la pareció un mero calentamiento para este juego de supervivencia. Una hoja pasó silbando al lado de su cara, a punto de rozarla, mientras que otra estuvo a nada de cortarle el torso. Sus trenzas empezaron a ser un estorbo, casi quedándose atrapadas en los arcos de las espadas.

Los ataques de Kat eran más constantes que los de Ana, aunque también menos contundentes.

Al notar la menor velocidad de Ana, Toadette se deslizó en su dirección justo después de que ella blandiera su katana. Una vez pasada, Toadette le golpeó en la espalda y saltó aún más hacia atrás.

Y en ese instante, Kat apareció de la nada para golpear a Toadette directamente al alcance de Ana. Ana entonces cortó su cuerpo, provocando un grito de Toadette.

—¡Toadette! —El chillido de Minh alertó a las gemelas.

—¡No tengo tiempo para estos juegos! —exclamó Toad, empuñando su arma. Antes de que Minh pudiera intervenir, un estallido ensordecedor resonó en el bosque.
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