![]() |
Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies. |
—Te diré una cosa: este vehículo es una sorpresa, sin duda —dijo Toadette, echando el asiento hacia atrás y poniendo sus pies en el tablero. —Así es —agregó Minh, estirada sobre los tres asientos traseros. —Pensé que la princesa nos iba a dar algo con un poco más de… estilo. El capitán Toad arrojó un contenedor de gasolina en la cabina de la camioneta antes de acomodarse en el asiento del conductor. Dado que ésta estaba hecha para personas más altas, tuvo que dejar el asiento casi al ras del suelo para poder alcanzar los pedales. —Les hago una pregunta: ¿alguna de ustedes se atrevería a manejar una limusina en un lugar como Ciudad Goomba? Dicho de esta manera, se entendía mejor por qué los tres irían en camioneta a Rosedan. El pueblo, aunque a simple vista parecía similar a Ciudad Toad, estaba lleno de hierba descontrolada, barro espeso y otros elementos naturales del planeta. Incluso con la escasez de carros en la ciudad, una camioneta en miniatura, con sus rasgos rústicos, se integraría a la perfección con el ambiente de Rosedan. —¡Esperen! ¡Espérenme! —Vaya, vaya. —Toad se asomó por la ventanilla—. Toadette, tu hija está aquí. —Odio que esa oración tenga demasiado sentido. —Ella miró por la ventanilla del conductor—. Penélope, no puedes ir. —Una semana —se quejó la niña—. ¡Usted se quedó literalmente una semana, y ahora vuelve a irse! ¿Por qué? —Aprecia ser una niña mientras puedas. —¡Prometió llevarme a la Gran Convención de Geeks! —Penélope levantó un folleto—. ¡Me lo prometió! —Eso fue antes de que me encargaran salir de la ciudad —suspiró Toadette—. Lo siento. —Pero… Si no puedo ir a ese lugar, está bien, ¡pero al menos permítanme acompañarlos! No dejen que me quede aquí. ¡Tienen que dejarme hacer algo divertido! —Penélope, ¿a tu mamá le parecería bien? —preguntó Minh. —Aunque le pareciera bien a ella, a mí no —dijo Toad—. No necesitamos una cuarta amiga. —¿Señorita Toadette? —La voz de la niña temblaba. —No queremos volver a ponerte en peligro. —Toadette hizo un gesto con la mano, intentando animar el rostro lloroso de Penélope—. Hazte un poco más fuerte y luego ya veremos. —¡Eso no es justo! ¡Ya he ido antes con ustedes! —Oye, deja de gritarle a tu segunda madre —mandó Toad, agitando un dedo—. Nos vemos, chiquilla. El camión rugió, dando una última bofetada a las súplicas de Penélope. La dejó parada en los terrenos del castillo y, con las emociones a flor de piel, descargó su ira contra la pared más cercana. Un agudo suspiro se le escapó de los labios por el golpe. —¡No permitiré que me traten como a una niñita inútil! ¿Me escuchan? *** El familiar tramo de Sendero Agradable se desvaneció cuando la camioneta de los Toads los impulsó hacia la siguiente serie de llanuras. Por kilómetros un interminable mar verde les flanqueaba, mezclado con centelleantes manchas de nieve que brillaban como diamantes. El cielo, pintado con tonos anaranjados y rosados, se fusionaba con la tierra en un paraíso de colores. Toadette había recorrido esta ruta muchas veces y, sin embargo, los cálidos tonos y la estética de la nieve la mantenían despierta. Con una sonrisa, sacó la cabeza por la ventanilla y dejó que sus trenzas ondearan al viento fresco. —Ciérrala —gruño Toad, jalándola de vuelta a la camioneta y cerrando las ventanillas. —¡Hmph! —Toadette hizo un mohín y cruzó los brazos en un gesto infantil—. Aguafiestas. —Prefiero no trabajar a temperaturas bajo cero. —Está bien. —Toadette miró a Toad—. ¿Manejas con zapatos puestos? —¿Por qué no lo haría? —Creo que está acostumbrada a que yo no lo haga. —Minh apoyó sus pies descalzos en la consola—. Me es mucho más cómodo manejar así. —Lástima que la comodidad no sea una prioridad en mi trabajo —respondió Toad, intentando apartar los pies de Minh. Fue en vano, ya que sus pies se mantenían firmes como rocas, moviendo los dedos y disfrutando el roce. Toadette se hundió más en su asiento, observando fijamente esos pies. —Puaj —gimió Toad una vez más, haciendo un último intento de empujar el pie—. ¿Te puedes poner los zapatos, por favor? —¿Mis pies huelen mal? —preguntó Minh con un tono de sorpresa sarcástico—. Híjole, no me había dado cuenta. —Ustedes dos pueden pensar que es lindo obligar a todos a soportar el olor de sus pies, pero en serio es asquerosísimo —se quejó Toad, tapándose la nariz—. Huele como si tuvieras alguna especie de infección de queso. —Es irónico, ¿no? La época más fría del año tiene mis pies oliendo lo peor. Si vas a culpar a alguien, culpa a mis botas. —Si tan sólo hubiera traído mi máscara antigás —suspiró él. La nariz de Toadette se crispó. Aunque sentía un poco de repulsión por el hedor de Minh, no pudo evitar colocar sus manos en su regazo. Era como si el calor de sus pies la estuviera mojando aún más. Su respiración se volvió más pesada, ahogada por el ruido del motor. De repente tomó el pie derecho de Minh y lo olfateó. Minh se cubrió la boca y soltó una risita. —¿Esto es lo que te molesta? —le preguntó Toadette a Toad, olisqueando la planta del pie de Minh—. Es asqueroso, claro, pero en comparación con lo que le sucede a mis pies, no es nada. —¡Eso no es algo de lo que deberías estar orgullosa, tonta! «Estaré muy orgullosa», pensó Toadette. Se miró los pies, cruzados por los tobillos, y empezó a quitarse repetidamente el zapato del pie izquierdo. Sólo un poco. El talón jadeaba cada vez que podía antes de volver a sumergirse en su prisión rancia. El rítmico zas-zas-zas del zapato bajo era la melodía del carro, ya que, al parecer, el capitán Toad no quería encender la radio. Después de un par de minutos de esa melodía de pie, el zapato se cayó por completo para dejar al descubierto el pie de Toadette. Aunque la tela oscura ocultaba gran parte de su forma, la manera en que se hundió alrededor del dedo gordo y se aferraba a la planta contaba su propia historia. Se relamió y estiró el pie hacia Toad, y su corazón dio un vuelco cuando le tocó el rostro. —¡Te creo cuando dices que tus pies apestan más que los de ella! —gritó él, sujetando bien su tobillo—. No necesito que me lo demuestres. En respuesta, Toadette le hundió aún más el pie en la cara, hasta que sus dedos le taparon la nariz. No le importó que su rodilla golpeara el tablero mientras intentaba llenar sus pulmones con su sudorosa esencia. Una gran sonrisa apareció en su rostro, complementada por el rubor rosado de sus mejillas. Entonces se oyó un chirrido, y Toadette fue lanzada por los aires. Chocó con el tablero, mientras que Minh sentía un dolor agudo en los pies al tensar las piernas. La camioneta gimió y volvió a punto muerto, dándose cuenta de que habían parado. «¿Por qué soy el único que lleva cinturón de seguridad?», se preguntó Toad. Dio un sorbo a su chocolate caliente, ignorando por completo las quejas que le lanzaban. —Si no pueden quedarse quietas ni una hora, tontas, éste será un viaje muy largo. —Sólo quise divertirme —gimoteó Toadette, calzándose. Minh, con una terquedad que iguala el grosor de sus piernas, volvió a colocar los pies sobre la consola central. Los cruzó por los tobillos, moviéndolos de adelante hacia atrás, mientras su mirada se clavaba en Toad. Exasperado, el capitón arrancó el vehículo y siguió por la carretera helada. La atención de Minh se desvió entonces hacia la excitación de Toadette. Minh inclinó los pies hacia ella, buscando captar su atención. Sin embargo, la cabeza de Toadette permanecía inmóvil, con su largo cabello ocultando cualquier indicio de que la miraba. Con el cinturón de seguridad desabrochado, Minh se inclinó más para acercar sus pies a Toadette, pero ésta seguía sin girar la cabeza. Había que tomar medidas drásticas. Minh se retorció hacia atrás, extendiendo sus piernas sobre la consola de la camioneta mientras se aferraba a los asientos traseros. Un montón de pequeños objetitos se esparcieron por el suelo al acomodarse, apoyando las rodillas en la alfombra. Ahora las plantas de sus pies eran visibles para los dos pasajeros en los asientos delanteros. Toad simplemente se sacudió la cabeza. Toadette, por su parte, no podía hablar porque no tenía palabras. Los pies de Minh, cubiertos por una capa de humedad, lucían irresistibles, especialmente por las profundas arrugas que se formaban. Al apretarlos, las arrugas se acentuaban aún más, permitiendo que Toadette admirara con mayor claridad las uñas de Minh. El esmalte rosa comenzaba a descascararse, revelando pequeñas grietas que dejaban ver las uñas naturales. La imagen de Minh sentada sola, dedicándose a una pedicura meticulosa, hacía que Toadette se temblara. Por mucho que se esforzara en mantenerse quieta, su cuerpo no podía, y su concentración se desvanecía. Sus labios se curvaron más veces de las que Minh podía contar. Cuando sus miradas se cruzaron por fin, Toadette sólo pudo echar la cabeza hacia delante, concentrándose en el ventoso tramo de carretera que había fuera. «Qué interesante». Minh sonrió. Aún no podía creerse que hubiera maldecido a Toadette con su fetiche. Pensó en más formas de excitarla de verdad. Al fin y al cabo, la florista había pasado años en la situación de Toadette, mirando los pies y deseando excitarse con ellos. Pocas veces de adolescente había visto cómo se desarrollaban los escenarios más picantes con los pies. Sin embargo, aquí estaba, encerrada en una camioneta con dos personas que conocían su fetiche secreto. Se fijó en el capitán Toad, sobre todo desde que comentó que sus pies no olían muy frescos. —Cambia de lugar conmigo —le dijo Minh a Toadette. —¿Y qué es lo que estás tramando ahora? —preguntó Toad con un tono sarcástico—. Me interesa mucho saberlo. —Perfecto. —Su voz se hizo más profunda al tomar asiento en el lugar del copiloto. Luego adoptó un tono suave y sensual—. Me siento un poquito cachonda. Las pupilas de Toadette se encogieron. —Si quieres chupármela, hazlo —dijo Toad, mirando la carretera mientras Minh le desabrochaba los pantalones—. Dale a Toadette una lección sobre cómo hacerlo. —Se la daré, no te preocupes. —Minh metió la mano en la parte de atrás y rebuscó en su bolso. Sacó dos sandalias blancas, visiblemente mugrientas, como si hubieran sufrido años bajo sus pies. Toadette sintió tantas náuseas como curiosidad, incapaz de predecir lo que Minh planeaba hacer. Cuando la chica mayor se calzó las chanclas ligeras, Toad enarcó una ceja. —¿Qué haces? ¡Qué asco! ¡Quítame tus asquerosos pies antes de que te tire del camión! —No me digas qué hacer —dijo ella, luchando con él para salirse con la suya—. ¡Se acerca un carro! La atención de Toad volvió bruscamente a la carretera, sólo para no encontrar nada. Lo único que encontró fue a Minh clavándole la verga entre el pie húmedo y la chancla seca. Era su pie izquierdo, para ser exactos. Apretaban tanto los dedos que las arrugas escurrían un poco más de sudor sobre su pene. —¡Puaj! Puedo sentir tus arrugas… —Como si no las tuvieras cuando se te calientan los pies —se rió Minh—. Por favor. La florista comenzó a frotar lentamente la planta de su pie desnudo contra la verga atrapada de Toad. Él gimió, con las caderas retorciéndose contra su voluntad. A pesar de lo repugnante que era la humedad de su pie, junto con el asco de saber que él se frotaba contra su chancla, el sexo ya había comenzado. Y una vez que el sexo comienza para un hombre, es tan difícil querer terminarlo. Tuvo que hacer todo lo que pudo para no abalanzarse sobre Minh por su acto, pero también respiró hondo, aceptando que tenía que llevarlos a Rosedan. —Está bien. —Minh frunció sus labios de cereza mientras guiñaba un ojo a Toadette—. ¿Quieres mirar, linda? Toadette ya estaba mirando la escena que se desarrollaba, sonrojándose ferozmente. Ahora sentía un hormigueo en todo el cuerpo. Se inclinó lentamente hacia delante y observó cómo el pie de Minh hacía lo que quería con Toad. Por un lado, Toadette sintió una punzada de envidia, pues deseaba con todas sus fuerzas que él se viniera en sus pies. Por otro lado, los pies de Minh eran tan bonitos que no podía evitar quedarse embelesada. Y cuanto más tiempo presenciaba las técnicas de Minh, más aficionada se sentía. Si Toadette hubiera trabajado la verga de Toad con los pies, habría sido muy descuidada. Minh tenía unos cuantos movimientos locos, pero en su mayor parte tenía un control absoluto. Cada vez que se doblaba y abría los dedos, la presión era tan fuerte que los huevos de Toad se sacudían. De vez en cuando Minh apretaba la bola del pie contra la cabeza de la verga, provocándole un gemido de disgusto y un leve placer. La chica respondía a cada sacudida y palpitación de su pene, sabiendo cuándo y dónde aplicar más presión o aumentar la velocidad de sus caricias. Como quería más tiempo para estudiar las reacciones de Toadette, Minh mantuvo a propósito su velocidad a paso de tortuga. Y como su pie estaba siempre apretado contra su pene, no había ninguna posibilidad de que Toad perdiera la erección. —Para alguien que odia los pies como tú, estás perdiendo mucho semen —se rió Minh, usando el pie derecho para hacer ese sonido de zas-zas-zas delante de la cara de Toad. Para su diversión, cada golpe sólo despertaba una reacción de Toadette, cuyo parpadeo se hizo más rápido. —No tengo mucho control cuando estás apretando constantemente tus asquerosos dedos sobre mi verga —gimió, negándose a bajar la mirada ante el espectáculo horrible—. Me siento mal… —Bueno, si tuviera más espacio en este carro, te la chuparía mientras me jodas los pies y las sandalias. —La palabrota sexual de Minh fue la señal para Toadette de que estaba en modo de pura excitación. Minh sopló un beso a su amiga, riéndose aún más—. Vaya, Toadette. ¿Quién iba a imaginar que esto te excitaría tanto? —¿Eh? —Toadette soltó rápidamente una carcajada mezclada con timidez—. Oh, probablemente daría una peor… como sea que llames a esa cosa. —Un footjob, una paja con los pies. Pero cuando hay sandalias incluidas, prefiero llamarlo sandaljob. —Movió los dedos contra el glande de Toad, haciéndolo gemir—. Un sandaljob muy apestoso, sudoroso y sexy. La concha de Toadette se apretó tanto que casi dolía. Su amigo debió de sentir lo mismo, porque dejó escapar gruesas hileras de semen por todo el pie de Minh. Agarró el volante con fuerza, jadeando mientras Minh seguía jugando con su verga. Cada segundo que pasaba, los labios de Toadette temblaban. Tanto si miraba el esperma caliente como el pie de Minh, provocaba que los líquidos escaparan de sus calzones ajustados. —¡Sueltas una gran carga en mi pie! —Minh levantó su pie mojado, admirando el semen que brillaba en ella—. Y actuaste como si estuviera matando tu verguita. Entonces la chica se quitó la chancla y empezó a lamerla como si fuera una piruleta. El pegajoso semen chapoteó en su boca, reposando el tiempo suficiente para que empezara a lamer lo que tenía en el pie. Estaba por todas partes: en la planta del pie, entre los dedos e incluso un poco llegó a marcharle el talón. Sus ojos marrones seguían fijos en Toadette mientras se comía el semen de su propio pie. Y la reacción nerviosa de su mejor amiga dibujó una gran sonrisa en el rostro de la florista. —Quería complacerte, Toadette —cantó, chupándose el dedo gordo—. Pero si he fallado, la culpa es suya. —¿Cómo demonios es culpa mía? —preguntó, retorciéndose una vez que Minh empezó a limpiarle la verga. —La falta de entusiasmo acaba con cualquier espectáculo —dijo ella—. He estado en suficientes obras como para saberlo. Toadette, totalmente confusa sobre cómo reaccionar, aplaudió lentamente. —Me doy cuenta de que todavía tengo mucho que aprender de ti. —Mantenía la bolsa de Minh sobre su regazo, ocultando el hecho de que usaba pañuelos diminutos para secar la humedad que caía por sus muslos—. Eres muy hábil con los pies. Minh sonrió, con algo de semen aún goteando entre los dientes. —Un día te convertiré en una profesional. *** —¡Llévame, mamá! —En este momento estoy muy ocupada. —¿Por qué no puedo salir sola? —Porque soy tu madre y así lo digo yo. Eso es razón suficiente. —Peach mantenía a Penélope a raya mientras avanzaba por el pasillo con sus tacones y vestido rosa—. ¿Te tengo que recordar lo del perder de mi dinero? —¡Somos ricos! —Penélope estaba tan roja que parecía una manzana. —Y tú eres tremendamente irresponsable. ¿Salir a la calle sólo con un traje de baño? ¿Descalza como si no tuvieras una moneda? Y esto ya lleva años pasando, Penélope. —Está bien, me pondré más ropa —se apresuró a decir la niña—. Sólo déjame ir a la Gran Convención de Geeks. —Irás el próximo año. La niña apretó los puños, dando pistones al suelo y gritando con todas sus fuerzas. —Ya basta. —La voz de Peach sonó firme—. ¿Qué tan grave puede ser un lugar de videojuegos y cómics? —¡Mujer, ya he esperado bastante! —Santo cielo, —gimió Peach. Le dio un codazo a su hija y siguió adelante, dejando que Penélope se arrancara los cabellos. —¡Entonces aquí me voy a morir de aburrimiento! —Miró los mechones dorados que tenía en la mano—. ¡Maldita seas! El personal del castillo que estaba cerca contuvo la respiración al unísono, y antes de que Peach pudiera voltear para ver a su hija malhablada, la chica ya había desaparecido. Penélope corrió hacia su cuarto y cerró la puerta de un golpe. Pensó en todas las maneras en que Toadette se mantenía en forma: las flexiones, las carreras, los saltos y mucho más. —Se lo demostraré, señorita Toadette —susurró, flexionando los músculos—. Cuando regrese, la convenceré para que me lleve con usted. Sin embargo, recordó que fue Toadette quien logró escapar de casa sin que nadie se diera cuenta hasta que ya era tarde. Teniendo en cuenta quién era su madre, Penélope no podría mantenerse alejada para siempre. Pero quizás… Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. *** Después de la paja con la sandalia, Minh había vuelto a cambiar de posición. Se sentó en la parte trasera con Toadette. Sus carnosos pies descansaron sobre el regazo de Toadette por el resto del trayecto hasta Rosedan, y Toadette podía mirarlos o masajearlos torpemente para pasar el rato. Los constantes toques habían hecho que estuviera a punto de llegar al clímax no una, sino dos veces. —Cuando encontremos esa estrella —susurró Minh—, deberíamos tener sexo juntos. Todos. Sería una buena forma de recompensarnos, ¿no crees? —Este… —No sería nuestra primera vez. Sólo que esta vez no tenemos que preocuparnos por ser como vacas en una granja. Toadette se rió entre dientes, recordando cuando los tres tuvieron que sacarse un montón de leche para el Festival de las Estrellas, un acontecimiento que dejó a cada Toad agotado. Al final, Toadette era la que más había lactado. ¿La causa? Pues las mismas cosas que Minh estaba frotando en su regazo en ese momento. —Quizá algún día podamos participar juntas en su deseo secreto —se rió la jardinera. —Todavía no sé cuál es ese secreto. —Ya lo descubrirás. —Se frotó las plantas de los pies—. También podríamos hacerle un footjob juntas. O quizá él y yo podamos lamerte los pezones toda la noche. ¡Ah! ¿Y si hacemos que nos lama el culo a las dos? —Bueno… —Toadette jadeó, sintiendo el pie de Minh presionando su ingle—. Creo que hacerle una paja con mis pies sería lo más fácil. Necesito practicar, ¿no? —¿Quieres practicar? Bien —murmuró Minh, con la alegría llenándole el corazón—. ¡Sólo tenemos que asegurarnos de que no nos va a arruinar toda la diversión! Lloriqueando por unos pies apestosos como si no fueran lo mejor del mundo… «Estas dos no se callan lo más mínimo», musitó. El capitán Toad se consoló con el hecho de que no necesitaba entretener su conversación. Sus oídos estaban principalmente atentos al sonido del motor, así como a las diversas criaturas nocturnas que cantaban en las horas crepusculares. A este ritmo, con lo bien que iba el viaje, llegarían a Rosedan antes de que cayera la noche. ¡Crack! En un instante el parabrisas se convirtió en una red afilada. Toad giró el volante, esquivando por poco un tocón de árbol que se encontraba en el camino. Minh y Toadette volvieron a salir disparadas de sus asientos, y antes de que pudieran entender lo que pasó, Toad saltó de la camioneta. El joven de veintitrés años sacó una pistola de bengalas roja. —¿Qué es esto? —Entrecerró los ojos para ver el objeto que sobresalía del cristal roto. Al arrancarlo, sospechó de inmediato que un Ninji podría estar cerca. Sin embargo, no se vio ningún otro shuriken volando hacia ellos. —¿Ninjas? —Toadette se unió a él—. Eh, no bajes la defensa. Están siendo sigilosos. —Lo dudo. —Señaló hacia los árboles que los rodeaban, donde varias estrellas se aferraban a las ramas como mortales adornos navideños. En ese instante otra lluvia de estrellas cayó del cielo, apuntando directamente hacia Rosedan—. Eso es demasiado ofensivo para ser sigiloso, novata. —¿Crees que saben que vamos a…? Toadette retrocedió corriendo cuando el capó de la camioneta fue perforado por otro shuriken. Toad la agarró del brazo y la metió en el vehículo, pisando el acelerador. —Antes que nada, tenemos que comprobar que la gente está bien. Prepárense. —Ay, supongo que estaremos demasiado ocupados para el sexo. —Minh tragó saliva. —No es una aventura sin algunos problemas —respondió Toadette. Plantó un beso en la mejilla de Minh, acariciándola con ternura—. Te dejaré que me chupes los dedos sudorosos cuando todo acabe. —Qué tan amable eres —rió Minh, manteniendo la sonrisa todo lo que pudo antes de que entraran en Rosedan. ---------- Nota del autor: Más gente necesita hacer unos sandaljobs, ¿no creen? Es tan emocionante tener una verga entre un zapato y la planta del pie. Es como una presión encantadora. |