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Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies. |
Toadette subió corriendo por la roca para atacar a la mujer misteriosa, pero su golpe fue esquivado. —¿Qué? —Dio un salto hacia atrás. Sus ojos se abrieron de par en par al ver que una raya roja se le acercaba. En un instante le temblaron las tripas y se encontró mirando fijamente el visor agrietado de la humana. Antes de que Toadette pudiera reaccionar, la mujer le dio una patada que la lanzó hacia atrás. Y aunque no había tocado el suelo, Toadette sintió muchos golpes en su cuerpo. Un fuerte impacto en el pecho le robó el aliento. Ahora, en el suelo, se ahogaba con el aire tóxico del volcán, y la mujer seguía avanzando hacia ella. Toadette levantó la vista. —Fue pan comido. —Y la mujer le dio una patada en la cara. Su bota aplastó la nariz de Toadette con tanta fuerza que pudo sentir la sangre goteando. —¿En qué estabas pensando? —preguntó el capitán Toad, todavía incapaz de moverse mucho. —Este lugar entrará en erupción en cualquier momento, así que les recomiendo que se apuren y se larguen de aquí, setitas. Toadette apretó los dientes y miró las botas color escarlata de la mujer. Después de todo lo que Peach le había hecho pasar, no había forma de que fuera tan débil como para no poder afectar a esta amenaza humana de alguna manera. ¡Era ilógico! Con un grito, Toadette reunió sus fuerzas y se lanzó de cabeza contra las piernas de la mujer. La mujer se desplomó sobre el terreno rocoso, sólo para rebotar en un instante. —Eres patética. —Deslizando sus piernas por debajo de Toadette, la empujó hacia sus amigos. Toadette apretó los dientes al sentir la roca rozar su piel. ¿Cómo iba a ganar si parecía que la mujer no había sudado ni un poco? Entonces su mirada se dirigió hacia abajo. Minh estaba cerca de ella, y no se había quitado las chanclas ni una sola vez desde que entraron en el volcán. A pesar de los trozos de ceniza que se le pegaban, tenían hipnotizada a Toadette. —¿Qué estás haciendo, Toadette? —gritó Minh. Antes de que Toadette pudiera responder, un fuerte golpe en el abdomen la sacó de su trance. La mujer no se detuvo, lanzando una serie de golpes que hicieron que Toadette gritara. Una patada la obligó a retroceder. Toadette, enfurecida, acortó la distancia que ahora las separaba y se preparó para lanzar una patada giratoria. Justo cuando la chica champiñón abandonaba el suelo, un objeto voló por los aires; era de color rosa oscuro pero ligero como una pluma. Con el pie al descubierto, Toadette volvió a darle un golpe a la mujer en la cara. Aprovechó ese pequeño momento para apretar los dedos del pie al máximo, esperando aplastar la nariz de su oponente. Ahora se encontraba en el suelo, con los pies aún en el aire mientras mantenía una posición de parada de manos. —¡Puaj! Justo cuando la mujer fue a agarrar a Toadette, la luchadora más pequeña saltó por encima de ella. Aún le quedaba un truco bajo la manga. Sin pensarlo dos veces, tomó su arma y, con un giro ágil, hizo que la lanza rasgara tanto su traje y su mochila. Minh y Toad quedaron atónitos mientras Toadette respiraba agitadamente. Cayó de rodillas, sufriendo un ataque de tos mientras intentaba alcanzar la lanza. —Esto no era un traje barato —gimió la figura con dolor. Dejó escapar un grito al sentir la herida en su espalda. Se preparó para enfrentarse a Toadette como era debido, agarrando la lanza antes de que pudiera hacerlo. En ese instante el estruendo del volcán se volvió tan fuerte que los cuarto no pudieron ignorarlo. El magma burbujeante se movía a una velocidad sorprendente, y las paredes del volcán se contraían y expandían por la energía. La mujer, furiosa, arrojó de nuevo la lanza en dirección a Toadette antes de correr a toda velocidad con la estrella roja en sus manos. «No escaparás», pensó Toadette, cuya visión se fue distorsionando poco a poco. —¡Ha comenzado la erupción! —exclamó Toad. Incluso en su estado de deshidratación, reunió fuerzas para intentar cargar con Minh, aunque ella se le escapó rápidamente de las manos. —¿Crees que podremos volver a la superficie antes de que suba el magma? —preguntó ella—. Hay una gran distancia que tenemos que recorrer. —Entonces la única otra salida es a través de la fumarola. Demonios. Ni siquiera podemos escalarlo. —¿Ayudaría un Traje de Tanuki? —preguntó Toadette. —Esos ni siquiera son comunes —respondió Minh—. ¿De dónde encontraste uno? —No importa —gruñó Toad—. El magma en el interior de un volcán alcanza temperaturas que pueden destruir la piedra. Es como el semen: caliente al principio, pero se enfría al instante. ¿Eso te tiene sentido, Minh? Mientras Toad las guiaba hacia la gran fumarola que por donde tendría que ascender la lava, Toadette se quedó boquiabierta. Era una situación loca, pero su plan podía ser lo bastante loco como para funcionar. Comenzó a hurgar en su bolsa. Cuando finalmente sacó el objeto, lo absorbió y, de repente, se vio envuelta en un traje peludo que recordaba al de un mapache. Su cola se movía alegremente detrás de ella. —¡Sólo tienes un traje! —Toad, incrédulo, perdió la compostura mientras el calor empezó a abrasarle la piel—. Mira eso, Minh. La heroica y valiente Toadette se prepara para elevarse a los cielos, dejándonos aquí para que estemos cocinados como unos malvaviscos al fuego. —Toadette, ¡está hablando como un poeta! ¡Se está muriendo! Toadette dio un paso atrás sobre la plataforma que se iba haciendo más delgada, con el magma acechando, listo para devorar todo lo que encontraba. —¡Agárrense bien! —Esprintó y saltó, tomando a Toad y Minh por el cuello. El suelo se hundió bajo ellos, tragado por el mar de lava que los perseguía. Toad y Minh miraban con terror cómo la roca fundida les mordía los pies. Sus gritos se perdían entre los estruendos de esa sustancia mortal, mientras Toadette estaba demasiado ocupada liberando su energía que no pensaba en hacer ruido. La joven sentía que sus pies ardían y que los vapores iban a destrozarle los pulmones. «Por favor… ¡Un poco más!», se animó. —¡Mamá, ayúdanos! —gritó Toad, con las cuerdas vocales secas como el polvo. —¡Te amo, Toadette! «¡Me duele!». Una luz brillante cayó sobre los tres. En un instante Toadette pasó de estar en ascenso a caer en picada como un torpedo. Detrás de ella, una violenta corriente de lava y rocas calientes surgió del volcán. Toadette tenía el rostro completamente rojo, y su respiración era tan agitada como la de Toad. —Toadette… —Minh miró hacia el volcán en erupción y habló despacio—. No nos dejes caer. —¿Cómo demonios hiciste eso? —preguntó Toad—. Uf, no importa. Sólo llévanos a la jungla, por favor. Necesito agua. A Toadette le dolía el pecho a cada segundo que pasaba, junto con el resto del cuerpo, debido a la inmensa presión de tener a otras dos personas tirando de su cuerpo y sus piernas. En cuanto sintió la hierba bajo sus pies, se cayó y lloró suavemente. Minh corrió a su lado y se dio cuenta de lo caliente que estaba el cuerpo de Toadette. Entonces, al mirar su propia piel, se dio cuenta de que ella también se había bronceado. —Ay, tengo sed —jadeó, buscando un río que no estaba. —Ojalá nos hubiera echado al mar —se quejó Toad, sacándose la camisa—. Quítense la ropa. Necesitamos refrescarnos. —¿Qué? ¡No vamos a salir desnudas! —gritó Minh. —Son Yoshis. Ni siquiera usan ropa. ¿Realmente crees que les importa un carajo? —Dejó que su pene colgara delante de las chicas antes de levantar a Toadette—. Muévanse. Aunque el dolor la acompañaba, Toadette logró arrastrarse hasta Pueblo Yoshi con la ayuda de Minh y Toad. Los Toads desnudos se dejaron caer en la corilla poco profunda, sin preocuparse por la hipotermia que podría venir. El clima más fresco ayudaba a Minh a manejar mejor su respiración, mientras que Toad ya había acabado el batido que le había dado uno de los Yoshis. Toadette se estremeció al sentir el Sol, como si fuera una vampira expuesta a la luz. —¿Quién era esa chica? —le preguntó a Toad, con los ojos aún cerrados. —No lo sé. —Se frotó el pecho—. Lo averiguaremos eventualmente. —Oye. —Minh apartó su mano de los pechos de Toadette—. Toadette, dime que no estás tan herida que no puedes volver a casa ya. Toadette dejó escapar un suspiro. Al bajar la cabeza, le dio un puñetazo tan fuerte en la cara a Toad que gritó como una niña pequeña. —¡Eso es por tratarme como una inútil! —¡Gah! —Toad sintió una dolorosa patada en la espinilla. —¡Y eso es por apretarme las tetas sin que te dé permiso! —Le lanzó una sonrisita a su mejor amiga—. ¿He respondido a tu pregunto? —Vivamente —rió Minh. *** El clima que envolvía la isla Lavalava seguía siendo tan desagradable como el día anterior. Pero entre las olas y el granizo había una bala roja surcando el océano. Tras una hora seguid, la dueña de la moto acuática la estacionó en una islita remota. Se acomodó bajo una palmera y finalmente se quitó el casco. —¡Qué asco! La próxima semana me voy a estar sacando mocos de carbón —se quejó, arrojando su decimocuarto pañuelo repleto de mocos a la orilla. Su voz roncaba duro mientras tragaba agua. Lo único que le alegró el día, además de estar lejos del volcán, fue haber conseguido la estrella. —Para ser algo llamado Estrella Etérea, esperaba que te vieras un poquito más especial, como de cuarto dimensiones. Pero bueno, Wario definitivamente ve algo especial en ti, y eso es suficiente para mí. Se tomó un rato para despejarse los senos nasales lo mejor que pudo y luego se encaminó hacia su moto acuática. —Ay, mis pies… —Su nariz enrojecida se contrajo—. Y probablemente todavía no apestan tanto como los de esa Toad. Eh… ¿Qué? Sólo después de un momento para pensar con claridad, la mujer se dio cuenta de que su larga mochila había sido abierta. No era un tajo muy grande, pero sí lo bastante largo para que se perdieran cosas pequeñas. Sus ojos azules se encogieron. —¡No, no, no, no! —Tirando el contenido de la bolsa en la playa, lo revisó todo meticulosamente. Sus dedos temblaban más con cada segundo que pasaba, y la rabia empezó a invadirle la cara—. ¡Maldita seas, seta! *** —Mejor que tú te lleves esto —dijo Toadette, lanzándole a Toad un aparto que parecía un antiguo Nintendo Game Boy Advance SP. Aunque su marco tenía una ligera quemadura, el resto estaba en perfectas condiciones—. No tengo ganas de jugar. Toad abrió la máquina y enarcó una ceja. —Sí, definitivamente quiero quedarme con esto. —Suspiró—. Peach va a enojarse mucho al ver que volví sin nada de valor. Los tres Toads estaban el barco de vuelta a Ciudad Toad. Tardarían otro día, lo que significaba que tendrían que ponerse cómodos estando en un espacio tan pequeño por más de veinticuatro horas. Toadette había reclamado su litera superior y Minh la inferior, dejando a Toad tumbado en el bloque más duro del barco. Sí, un bloque. Ese incómodo trozo de madera ni siquiera podía considerarse un banco. —Agradece que estás vivo —murmuró Toadette, poniéndose de lado. —Realmente eres la chica más loca que conozco —se rió ligeramente mientras cenaba—. Venir aquí para salvarme. —Sería genial si me dieras alguna recompensa por haber hecho el esfuerzo. —Sus pies se movieron lentamente sobre el borde de la cama. Toad casi escupió su ensalada, lo que llevó a Toadette a mover sus dedos con más rapidez. —Ya la escuchaste. A chupar esos deditos bonitos —añadió Minh. —Hmm. Así que tú también lo sabes. —Ayer le saqué la verdad. —Minh frunció los labios—. Ahora, ¿Toadette se opondría a que yo también quisiera una recompensa por haber venido a salvarte? —Claro que no —gimió Toadette—. Después de todos los insultos que nos lanzó, no me atrevería a ser amable con él. El ojo de Toad se tensó al ver que las chicas le enseñaban los pies. Mientras Toadette comenzaba a despojarse de los calcetines, soltó una serie de ruidos de besos que a Toad le causaron un escalofrío inesperado. La idea de zambullirse en el océano helado se hacía cada vez más tentadora. Cuando finalmente ella tocó el suelo, él se dio cuenta de lo seria que era, y su incomodidad aumentó al sentir cómo se agarró a él. —¿Qué quieres, maldita esclavista? —le preguntó molesto. —No me llames así. Bésame los pies. —Toadette le sonrió—. Como si fuera tu princesa. Toad se arrodilló y presionó sus labios contra la parte superior del pie derecho de Toadette. Después le dio un beso en el izquierdo y la miró a los ojos. —Ahora dale amor a Minh. Y sigue gateando. —Sus dedos de las manos se movieron con picardía. Minh colgó las piernas del borde de la cama, y sus pies anchos tocaron el suelo con un golpe fuerte. Toad gruñó al verlos. Pero cuando le dio besos a sus pies, ella soltó una risita. —¿No nos vas a dar las gracias con tus palabras? —preguntó. —Gracias, tontas, por arriesgar sus vidas para… —Vas a dejar de hablarnos así inmediatamente. —Toadette se acercó y empujó la cara de Toad profundamente en los pies de Minh. Luego le tomó las manos y las puso detrás de su espalda, dejándolo inmóvil—. Nos debes un servicio de cinco estrellas. —Imbécil, ¿acaso se te ha olvidado que llevo días sin descansar en un volcán? —Y sigues con los insultes —suspiró Toadette, mirando a Minh antes de lanzar una mirada amenazadora a Toad—. Aún te queda algo de energía. Te dejaremos dormir cuando nosotras estemos cansadas. —Y yo no me voy a cansar tan fácil —dijo Minh. Se bajó los pantalones del pijama, mostrando unas nalgas que se movían de un lado a otro—. ¿Por qué no le haces besar esto, Toadette? —Traviesa, ¿eh? Como quieras, Minh. —Ustedes son unas… —Toad quedó amortiguado por la nalga derecha de Minh. La gigantesca masa de grasa se sacudía contra su cara mientras él le plantaba beso tras beso. Los ojos de Minh se cerraron de satisfacción, y ella apoyó su trasero tan profundamente en su cara que sus labios empezaron a deslizarse hacia su raja prohibida. Lo único que separaba al hombre de su agujero eran unos finísimos calzones negros. —Sí, pruébalo bien —cantó ella. —Le dejaría tomar un pedacito de mí, pero conociéndolo, eso es más un capricho que un castigo. —Toadette le pisó los pies descalzos a Toad, riendo—. Prefiero usar mi propia boca para algo. —¿Qué? —Toad soltó un grito ahogado—. ¡No! ¡No te lo permitiré! —¡Silencio! —Minh le dio un buen golpe a Toad con su trasero, dejándolo en el suelo como un trapo. Como si fuera un Don Pisotón (Roca Picuda), lo aplastó. El capitán empezó a gritar, pero el peso de Minh lo tenía completamente atrapado. Intentó zafarse, pero sólo salió un leve chillido. Minh lo miró con ojos serios—. Si me haces daño, no dudaré en llenarte de gas, amigo. Sus ojos se centraron entonces en su mejor amiga. Toadette se tiró al suelo, con los ojos llenos de curiosidad, y agarró el pie derecho de Toad. Sin detenerse ni un momento, apretó la nariz contra sus dedos. El ligero aroma a sudor la hizo chillar de placer. Luego empezó a lamer entre sus dedos, saboreando el gusto antes de chupar el gordo. Los gemidos de incomodidad de Toad sólo excitarían a la joven de diecinueve años. Ahora él era su perra. Con cada lamida, sentía una oleada de travesura. Era como si estuviera probando una fruta prohibida. —Toma nota, Toad —gimió Minh, levantando a duras penas el culo para poder quitarse los calzones—. ¡Quiero que te comas este delicioso culo con la misma fuerza que demuestra ella! Mientras la lengua de Toad emprendía una indeseada aventura dentro del trasero de Minh, la lengua de Toadette se movía alternativamente de un lado a otro contra sus plantas. Cuanto más los lamía, más mojada se ponía. Llegó un punto en que se frotaba los muslos, gemía suavemente y babeaba sobre los dedos de Toad. —Joder, ¡qué ricos están! —gritó, metiéndose en la boca todo lo que podía el pie izquierdo. Minh jadeó y su mundo se ralentizó al oír los sorbos apasionados de Toadette. Al final Toadette empezó a frotarse la cara contra los pies de Toad, tratándolos como si fueran largas almohadas. Y, mientras estaba tumbada, se movió contra sus piernas. Los movimientos se volvieron rítmicos, y ella chupaba un dedo diferente cada segundo. Eventualmente tomó aire y le dio besos suaves en la parte superior de los pies mientras esperaba a recuperar la energía. Agradeció que Minh no pudiera ver su cara, porque si pudiera, no habría más que señalamientos y risas. Justo detrás de ella, Minh también se encontró en el país de las maravillas. La sensación de la lengua de Toad explorado su culo cálido era nada menos que estimulante. Especialmente mientras ella seguía rebotando arriba y abajo, haciendo que los sonidos de sus nalgas carnosas fueran cada vez más fuertes. Era como si tuviera su propio público. Entre comerle el culo a Minh y tener sus pies violados por la espeluznante Toadette, los sentidos de Toad estaban un paso más allá de estar sobrecargados. Gimió, tratando una vez más de retorcerse para liberarse. Sus ojos se abrieron de par en par cuando Minh aplicó el doble de fuerza, atrapando su boca entre sus nalgas. —Podrías llamar a esto tu cena… —Se acarició la concha expuesta, con un tono de voz cada vez más grave—. Sí, métemela hasta el fondo… Luego Toadette se puso boca arriba y se quitó completamente los shorts para mostrar a Minh su vagina muy estimulada. La florista sintió un escalofrío al volver a ver ese vello rosa, pero fue un escalofrío que aumentó su calentura. Prácticamente podía saborear los fluidos de Toadette con lo abundantes que eran. —Te encanta lamerle los pies, ¿eh? —Quiero que huelas los míos… —Pídemelo otra vez. —Le sonrió—. Vamos, bebe. —¿Puedes por favor olerme los pies, Minh? —Acércate. —Esperó a que los pies de Toadette se colocaran delante de su cara. Cuando llegaron, los olisqueó con fuerza—. Qué increíbles… Toadette colocó los pies mojados de Toad sobre su raja. Respiraba hondo cada vez que ejercía presión, sobre todo cuando era el talón el que la aplastaba. —Ah… Eso es… Su pie derecho seguía sobre su concha, pero el izquierdo le presionaba las tetas. Por muy plano que tuviera el pecho, Toadette sabía que siempre podía ser más plano. Tiró tanto del pie de Toad que convirtió su pecho en una tabla. Un poco de leche salió al aire, seguido de un gemido gutural de la chica lactante. El dedo meñique de Toad se deslizó hizo cosquillas en el clítoris de Toadette por pura casualidad. En combinación con el viento que tocaba sus pies, sintió la presión burbujeando en su vagina. Y de repente su cuerpo se detuvo. —Me estoy… —Sus jadeos aumentaron mientras chupaba desesperadamente los dedos del capitán—. ¡Viniendo! ¡M-Me estoy viniendo! —¿En serio? —preguntó Minh con emoción. Al mismo tiempo ella podía ver la verga de Toad retorciéndose a través de sus pantalones. Se agitó una y otra vez hasta que el color de la tela empezó a oscurecerse. La sustancia blanca que goteaba a través de los pantalones empapados fue la guinda para Minh. «He ayudado a dos personas a venirse al mismo tiempo. Jeje, de nada». Cuando Minh se levantó, Toad parecía muerto. —¿Qué demonios… me acaban de hacer pasar? —Y tú que pensabas que yo era rara antes de lo de los pies —se rió Minh. Le aplastó la cara una vez más, esta vez contoneándose—. Ahora tienes que manejar a dos locas desatadas. Las habilidades de hablar de Toadette se dispararon, ya que sólo murmuró las palabras ocasionales. —Ahora me muero de ganas por ver cómo te verías montando un pene —dijo Minh, subiéndose los pantalones. —Yo… —Toadette se secó el sudor de la frente—. Espera… Pero si no te has… —No tengo que llegar al orgasmo cada vez para pasármela bien. Cuanto antes aprendas a apreciar los clímax retardados, mejor, Toadette. «No creo que sea buena controlándome en eso, Minh». La puerta del baño se cerró tras Minh. Toadette, intentando sacudirse el agotamiento de su orgasmo, observó a Toad. Después de que su cara estuviera bajo Minh, se aseguró de mantener cierta distancia hasta que él se lavara otra vez. —Puedes dormir en mi cama —le dijo—. Pero hay una condición. —Como si no me hubieran humillado lo suficiente —gimió—. ¿Qué necesitas ahora? La sonrisa de Toadette se ensanchó. *** —Vaya, quiero dormir para siempre ahora —dijo Minh, saliendo del baño con los dientes más brillantes—. ¿Cómo les va…? —Tengo una almohada para mis pies. —Toadette saludó desde arriba. Toad se limitó a mirar los pies de Toadette, deseando que de alguna manera lo dejara dormir como una persona normal. Quería maldecirlas a ambas. Esos pies eran horribles, especialmente sabiendo que estarían a centímetros de su nariz toda la noche. Justo cuando iba a abrir la boca para soltar algo malo, Toadette le dio un golpecito con los dedos. —Más te vale comportarte —cantó de manera juguetona—. A menos que prefieras dormir con los pies de Minh en la cara. Seguro que le encantaría mucho. —Oh, los frotaría con fuerza en esta madera sucia sólo para que tuvieran un sabor exquisito, Toadette. Toad se estremeció al imaginar los pies polvorientos de Minh invadiendo su boca como si fueran una serpiente. La única salvación era que Toadette se había lavado los pies. Si él hubiera tenido que aguantar ese olor insoportable toda la noche, se habría mordido la lengua y desangrado para evitar ese sufrimiento. Sin embargo, como los pies de Toadette no estaban tan limpios como él hubiera querida, aún quedaba un tormento para su sentido de olfato: los pies al natural. Aunque estaban limpios, seguían siendo, sin duda, pies. —¿Un beso de buenas noches? —preguntó Toadette, dirigiéndose tanto a Minh como a Toad—. ¿Me dan uno, por favor? ¿Acaso esta noche las mejillas de Minh dejarían de estar rojas? Ni él mismo podía creerlo. ¿Un beso? ¿Después de todo lo que había pasado? Por más confuso que fuera Toad, no iba a dejar pasar la oportunidad de dárselo a Toadette. Si se ponía lo suficientemente astuto, tal vez podría meterle la lengua en la boca. —En cada uno de mis deditos, Toady —aclaró ella—. Sólo Minh puede hacerme el boca a boca. Caramba. Obligó a Toad a humillarse aún más, simplemente por el «privilegio» de dormir incómodamente en la cama de Toadette. ¿Y Toady? ¿Desde cuándo le empezó a llamar con ese nombre tan vergonzoso? Con un suspiro, se preparó. Los dedos bulbosos tocaron uno a uno sus labios. Cada roce le provocaba un escalofrío, ya fuera el meñique o el gordo. Lo más doloroso era saber lo que se estaba perdiendo, pues escuchaba a lo lejos el beso de cinco segundos entre Toadette y Minh. —Buenas noches, Toadette —se rió Minh—. Disfruta de sus hermosos pies, Toad. —Más le vale. —Toadette se puso un dedo en los labios, riéndose. ---------- Nota del autor: Me pareció arriesgado incluir algo de acción lameculos en este capítulo, pero fue divertidísimo escribirla. Si te gustan los grandes culos, Minh es una chica que sin duda desearías tener encima. |