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Como nueva esclava de los pies de Peach, la vida de Toadette se da un giro emocionante. |
Su Alteza metió la mano en su vestido y sacó dos sobres. Se me pegaron a la mano como pegamento mientras me explicaba mi próxima misión. —Busco un par de zapatos más extravagantes para el evento de este año. Y tú vas a ayudarme a conseguirlos. Aunque asentí, no tenía la menor idea de lo que estaba hablando. Pero entregó un tercer sobre amarillo a Minh. —Y también tengo una tarea especial para ti. Necesito que obtengas unas semillas especiales de esta señora para plantarlas en el festival. —¿¡Semillas especiales!? —Minh casi aplastó el sobre mientras sonreía—. Me gusta eso… —¿De verdad? —pregunté. Leí la dirección del sobre en voz alta—. Doña Bow, Mansión Boo, Bosque Eterno… Lo próximo que supe fue que Minh me entregó el sobre y se fue silbando. ¿De verdad pensaba que iba a adentrarme sola en ese bosque? Cuando la alcanzaba, Su Alteza nos gritó. —Vuelvan a más tardar mañana por la mañana. Al salir de allí, el corazón de Minh latía con más fuerza. Al final, parecía que se le iba a salir del pecho. Incluso mientras buscaba en su tienda, la Toad no podía dejar de murmurar para sí misma como una loca. —Moriremos. Moriremos. Moriremos. —Yo haré que te mueras si no te cierras la boca. —Crucé el suelo de madera, arrancando una naranja de un pequeño árbol. Algunas cosas siempre seguían igual, como mis malos hábitos alimenticios. Hacía tanto tiempo que el desayuna se había vuelto un concepto extraño para mí que saltaba directamente a la merienda y el almuerzo. —Muy bien. —Minh salió de detrás del mostrador con una mochila verde. Estaba a punto de reventar, igual que cuando llenó la bolsa de Penélope—. Agua, mi suéter, repelente para Boos, unos… —¿Repelente? —solté una risita—. ¿En serio crees que funciona? —Sé que mantendrá sus manos sin dedos alejadas de mí. T. Minh, damas y caballeros. La Toad que no tenía problemas en lamer pies enfermos, pero al que le daría un infarto si un fantasma la mirara siquiera. La única cosa que me inquietaba de este viaje era mi elección de calzado. Con estas chanclas, mis pies eran totalmente vulnerables. Una rama afilada podría atravesarme el pie, especialmente considerando la poca iluminación del lugar. Pero como ya habíamos salido del castillo, no íbamos a regresar por otro par de zapatos. Además, Minh parecía estar usando chanclas de todos modos, así que tal vez me preocupaba demasiado. —Apurémonos antes de que sea tarde —se quejó. No obtuvo ninguna discusión por mi parte. Cuanto antes saliéramos de ese bosque, mejor. Tras cerrar las puertas, Minh y yo nos dirigimos hacia el sur, y luego hacia el este. —¡Alto! Chillé cuando una lanza estuvo a punto de penetrar en mi pecho. Un Toad de manchas azules vestido con una túnica me observó con los brazos temblorosos. —Ay, ¿otra vez? —Aparté con cuidado la lanza de mí, sin apenas encontrar resistencia en ese supuesto guardia—. Por muchas veces que me bloquees, ¿por qué siempre acabo pasando? —Hola, T. Fice. —Tienen que darse la vuelta —dijo con su voz ligera—. No puedo dejarlas entrar en el bosque. —Je, míranos. —Como siempre, simplemente me desvié hacia un lado, dejándome vía libre para entrar en el bosque—. ¡Ay! El peso se clavó en mi espalda. ¿Tenía que pincharme justo en la nalga? Por mucho que me esforzara, él se negaba a ceder. Sólo podía insistir en que el Bosque Eterno era demasiado peligroso. Como si no hubiera sido peligroso las últimas veces que viajé allí. Pero él portaba la lanza. Minh y yo estábamos desarmados. Tal vez hubiéramos debido regresar por mis zapatos bajos… —Ya lo escuchaste. Supongo que no vamos a ir, Toadette. —Sí que vamos —jadeé, metiendo la mano en el bolsillo—. Pues si no, van a despedir a cierto guardia por desafiar las órdenes de Su Alteza. Sosteniendo el sobre alto, mostré claramente el emblema de nuestra líder. No había forma de confundirlo con el de una princesa de otro reino, a menos que estuviera ciego. Una corona sencilla con joyas azules a los lados y un rubí en el centro, dividida por una línea horizontal. —Muy bien. Avancen. —No, no, amigo —dije, haciéndole retroceder hasta la estructura de ladrillo—. ¿Dónde están mis disculpas por la puñalada de antes? Se disculpó débilmente, pero permanecí con los brazos cruzados. Debía hacer algo más que eso. Algo que me entretuviera después de las tres semanas infernales que había pasado. Lamentablemente, no había ningún Boo a la vista para asustarlo. No, tenía que aprovechar otro miedo. —Si lo sientes, chúpale el dedo gordo a Minh. Los Toads tuvieron reacciones completamente diferentes. Minh se quedó boquiabierta, mientras que la lanza de T. Fice estuvo a punto de clavarse en su propio corazón. —¡Por favor, no! —suplicó. —Supongo que no te perdonaré nunca. —Qué suerte que él tuviera tan pocas amistades. Tragó saliva, aún apoyado contra la pared. Minh, con una risita, movió las caderas mientras se acercaba a él. El sonido de los zapatos golpeando el suelo ya le helaba la sangre, pero ver esos pies polvorientos hizo que T. Fice entrara en pánico. Gimió, cerrando los ojos cuando Minh se quitó las chanclas rosas de una patada. Minh podía parecer rara con su intenso amor por los pies. No obstante, me resultó igual de extraño el profundo miedo de T. Fice a los pies. Claro, los pies son repugnantes y no hay que amarlos. Pero ¿hasta qué punto hay que se patético para temerles? Las lágrimas escaparon al introducir el dedo en la boca, mientras los otros se posaban en su mejilla. El cobarde limpiaba el dedo gordo. ¿Podría considerarse esto tortura? No creo, pues sólo tenía que chupar un dedo del pie. Decir que era tortura sería exagerado. No era como si le hubiera pedido lamer todo el pie hasta dejarlo impecable, eso sí sería peor que la muerte considerando los hábitos de higiene de Minh. —Está bien —aseguró Minh, empujando lento el dedo gordo—. La suciedad es sana. T. Fice siguió gimiendo mientras los otros dedos del pie intentaban meterse en su boca. Pero si no nos poníamos en marcha ahora, no saldríamos de este bosque a tiempo. —Ya basta —dije, llamando de Minh para que me siguiera. —Pudiera haber esperado más… T. Fice escupió un líquido grisáceo en la tierra. Se limpió la lengua todo lo que pudo, y sólo se detuvo cuando Minh le dio un abrazo y un beso. Después de decirle algo, tomó su chancla y se unió a mí en la entrada del Bosque Eterno. A pesar de que nos estábamos divirtiendo, nuestro humor cambió a negativo en cuanto vimos los colores apagados. Di el primer paso. De repente, el cielo se volvió gris. Minh dio entonces el siguiente paso. —¡¡Bu!! —¡Aaaaah! Se agarró el pecho, esparciendo esporas en el aire. Sus desplantes no lograron detener mi risa, ni un poco. Pero no pensaba jugar así con ella en el bosque. No era tan cruel. Unos pasos más tarde, la oscuridad se tragó la luz del día. —¿Trajiste una linterna? —le pregunté. —¿Me veo tan loca como para andar por aquí sin luz? —Minh encendió un rayo frente a nosotras, dándonos una luz tenue. —Esperemos poder navegar por este lugar. —No acabas de decir: «esperemos». A diferencia del Desierto Seco Seco, había viajado pocas veces por el Bosque Eterno, y las distancias siempre eran cortas. Nunca me pidieron llegar a la Mansión Boo. Si le hubiera contado esto a Minh, habría vuelto a Ciudad Toad gritando. Pero rodear su mano con la mía tendría el efecto contrario. —Todo saldrá bien —mentí. Los árboles sombríos crepitaban sobre nosotras como relámpagos, y los arbustos temblaban con cada paso. Lo peor de todo era que todo parecía idéntico aquí. Izquierda, derecha, arriba, no importaba hacia dónde apuntara la linterna. La hierba azulada y la tierra apagada se entremezclaban en un desorden agotador. —Míralo por el lado positivo —dije—. Cuando salgamos de aquí, tus pies van a estar más oscuros que nunca. —Si salimos de aquí. —Saldremos. Y entonces podrás tener a alguien que te lama tus asquerosos… —¡Aah! Después de ese grito, me abrazó como una serpiente. Su linterna titiló sobre unos arbustos a nuestra izquierda. Sobre estas hojas giraban flores con labios rojos gigantescos. Teniendo en cuenta todas las plantas que adoraba, ¿por qué éstas le eran tan extraordinarias? Jejejejeje… Ninguna planta debería emitir un sonido tan inquietante como esa risa lenta y agonizante. —Toadette… —Me clavó las uñas—. ¿Es normal? —Dímelo tú, experta en flores. —Sin perder de vista esas plantas, señalé el camino que estaba justo enfrente. Una rama horizontal lo cubría, llegando hasta nuestras mitades—. ¿Quieres apostar por este camino? —Por el que nos aleje de esas cosas... Se deslizó debajo de la rama, la salté y rápidamente ingresamos a otra extensa área. A medida que nos adentrábamos más en el bosque, más sonidos nos asaltaban. Risitas, crujidos, gruñidos, cualquier cosa de nuestras peores pesadillas. Aumentando mi estrés, no podía permitir que esto me afectara. A Minh le costaba mantener la linterna estable, por lo que este dúo necesitaba una protectora. Había sido mi responsabilidad durante años, y hoy eso no cambiaría. Sin embargo, continuar requería un pequeño sacrificio. De pronto, mis pies dejaron de besar la goma y ahora sentían la fría tierra. —¿Qué haces? —Minh se encorvó mientras metía las chanclas en su bolsa. —Si tenemos que correr, no me voy a arriesgar con ésas. Lo siguiente que haré será caerme por todos lados. —Haría lo mismo que tú y todo eso, pero mira dónde estamos —susurró. —Ah, sí —me burlé—. Como si los Boos quisieran acercarse a ti o a tus… —¡La la la! ¡No te escucho! ¡No te escucho! Después de esa bofetada, sostuve mi mano sobre la boca de Minh. Cuanto más llamáramos la atención, más probable era que invitásemos a una compañía inesperada. Me comprendió con un gesto de la cabeza, y no compartimos palabras mientras explorábamos este enorme círculo. En efecto, el tiempo se detuvo, pues nos fijamos más de una vez en los mismos árboles y arbustos. Exactamente los mismos. Mis pies se cansaron rápidamente después de quitarme los zapatos. Al principio me sentía más cómoda andando descalza, pero este suelo blando me convertía los pies en papilla. —¿Estoy loca o este lugar se está volviendo más oscuro? —susurré. —Este viento… —murmuró Minh, con los dientes castañeteando. —También lo odio. Si tuviera callos en los pies, ya se me habrían congelado. —Puaj… —Por fin, Minh pudo reírse de nuevo—. Me gustan los pies naturales, pero no tan naturales. —Podrías haberme engañado. —Ella me apretó la mano con más fuerza. —Los pies se ensucian todo el tiempo, Toadette. Así que, en lugar de marearme por eso, mi cuerpo está diseñado para amar la suciedad. —Silencia. —La agarré con más fuerza, obligándola a iluminar los arbustos. Hundidos tras las hojas, dos ojos blancos nos miraban fijamente. Su cuerpo giratorio me hizo levantar una ceja. Entonces, envuelto en un verde camuflaje, un Fuzzy Bosque esperaba para abalanzar sobre nosotras. Estos bichos raros estaban locos por cualquier cosa con sangre, pero los humanos y los Toads eran sus favoritos. Mientras empujaba a Minh hacia el sendero más cercano, los ojos saltones del Fuzzy no me quitaban ojo. —¡Toadette! —Minh dejó caer su luz al chocar con la rama protectora del sendero. —¡Dale, dale! —Con toda mi energía, la lancé hacia el otro lado. Pero mi reacción fue demasiado lenta para evitar al Fuzzy. En un instante, se aferró a mí como si fuera pegamento. Su agudo grito de «meeeeoooork» sonó como clavos en una pizarra. Sin ayuda de nadie, me derribó al suelo—. ¡Te mataré! Sentí como si alguien me estuviera rascando la nuca repetidamente. ¡WHACK! Aunque me ardía la cabeza, la presión desapareció. En cuestión de segundos, me tambaleé sobre mis pies, buscando apoyo para mantenerme en pie. —Oye, deja que te venda eso —dijo Minh, rebuscando en su bolsa. —Estoy bien —insistí—. Al menos lo golpeaste antes de que se multiplicara. —¿Desde cuándo rayos se multiplican? Haciendo un gesto de dolor, nos conduje por el nuevo sendero hasta otro estúpido círculo. Esta vez, mis ojos se centraron en los arbustos cercanos al centro. Estaba claro que las amenazas también persistirían allí. Minh me rodeó con un brazo incluso cuando le dije que todo iba bien. Rayos, ya no era un bebé. —Por favor, Toadette. Aún estás sangrando. —Estoy… bien… Minh señaló el arbusto que teníamos delante. Entonces, decepcionantemente, una risita familiar resonó en el bosque. —¡Puta madre! —Pateé la tierra—. ¡Volvimos al principio! —Bien. Nos vamos a la ciudad. —¿Quién lo dice? —Yo. —Iluminó la linterna sobre sí misma, iluminando por completo su rostro de desaprobación. —¿En serio? Ugh, está claro que no te das cuenta ni te importa que este es mi trabajo. Si no consigo estos estúpidos zapatos para nuestra querida princesa, ¿sabes qué? No serás tú a quien torture. Ése es mi castigo. No sólo mi respiración estaba más agitada, sino también la suya. Sacó el celular sólo para guardarlo de nuevo en el bolsillo. —¿Qué? —pregunté, con las manos en las caderas. —No hay señal —me dijo con enojo—. Sigamos, supuesto. Aunque hubiera alguna señal, nadie se tomó la molestia de trazar un mapa detallado del Bosque Eterno. Requeriría demasiado esfuerzo. Sin embargo, a pesar de estar menos receptiva, siguió tomándome de la mano y permitió que nos guiara por el sendero ya recorrido. Por tres horas angustiosas, peinamos el siguiente círculo. Sólo nos llevó una hora adicional, ya que volvimos al primer círculo una vez más. Pero cuando dimos la quinta vuelta, me sentí más tonta que nunca. Cada vez que pasábamos por un camino concreto, unos ojos rojos brillaban desde un árbol roto. ¿Una pista? —Por fin. Sin más, este bosque nos arrojó a su tercer círculo del infierno. Árboles más densos, arbustos más densos y oscuridad absoluta. Como mucho, la linterna iluminaba dos metros por delante de nuestros pies. Hablando de mis pies, ¿dónde estaban? Estaban tan cubiertos de tierra que no podía sentirlos ni verlos. —Pensándolo bien, tal vez sería buena idea volver a calzarme. —¿De verdad quieres parar? —Minh dio un giro completo—. Además, te ves mucho más bonita descalza. —Seguro que sí —me reí entre dientes—. Pero probablemente no sea muy inteligente mojarse con estas temperaturas, ¿sabes? —Cuando veo tus pies, te veo desnuda. —Me apuntó a los pies con la linterna—. Es… Es caliente. Cuando pronunció esas palabras, el bosque cobró vida. El viento cambió de suave a irritante. Una brisa fuerte ya habría sido bastante mala en este lugar, pero la gotita de agua en el dedo gordo de mi pie me heló los nervios. Minh me miró a los ojos y volvimos a entrelazar nuestras manos. Habíamos pasado por tantas cosas en la vida que a veces no necesitábamos palabras para entendernos. Nuestra única misión era encontrar algún refugio. Caían como balas las gotas de lluvia, convirtiendo el suelo en barro helado bajo nuestros pies. Minh luchaba por mantener sus chanclas en sus pies, mientras mis talones se hundían en el lodazal. Y entre el susurro de las hojas y las nubes de tormenta, un ruido agudo resonó entre los árboles. —¿Los Fuzzies? —pregunté, sin atreverme a mirar atrás. —¡Váyanse a chuparle la sangre a otro! —chilló Minh. Más fuerte que su voz era el sonido de un aullido. Inmediatamente, saltamos por el camino más cercano a nosotras. Ya estábamos perdidas, así que ¿qué importaba si nos adentrábamos más? Justo cuando entramos en el siguiente anillo, me flaquearon las piernas. —¡Toadette! —Minh me arrastró por el suelo frío. No tenía idea de lo mucho que ella me había raspado las rodillas. —Estoy bien, creo… —gemí, poniéndome en pie a trompicones. El siguiente esprint empezó con fuerza, pero enseguida cambié de ritmo. ¿Por qué mi visión se estaba volviendo tan… borrosa? Mientras Minh me abrazó, comencé a pensar. Los zapatos eran efectivos contra los Shy Guys, pero siempre nos costaba atacar a los Fuzzies. Minh tuvo una suerte inesperada. ¿Y si sólo nos confundimos el sonido? Podrían haber enviado a alguien para buscarnos, para rescatarnos. —No, Toadette, ¿¡qué estás haciendo!? Ya había girado sobre mis talones e invertido la dirección. Minh podría matarme más tarde, si es que este enemigo no me había mutilado ya. Unos metros más adelante, la respiración era fuerte y clara. ¡Llegó el momento! ¡BONK! Además de mi gemido, se escuchó otro gemido. El tono era fuerte, pero la criatura era demasiado grande para ser un Fuzzy. Debía tener el tamaño de un Toad. Cuando Minh me alcanzó, dejó caer la linterna al suelo. —Toadette, no entiendo por qué te estás portando tan tonta hoy, pero… Sus palabras se desvanecieron. A través de mis lentes mojados y mi visión borrosa, logré distinguir unos cabellos amarillos. —¿Penélope? |