-Acepto
Jake apenas lo piensa. Cualquier forma de rechazo parece significar la muerte. Puestas ambas opciones en la balanza, la inmortalidad parecÃa mucho más apetecible. El hombre con gabardina sonrÃo.
-Eso ya lo veremos.
La bestia salie disparada hacia la puerta de la habitación sin que Jake comprenda nada. Al mismo tiempo, la Súcubo. le empuja contra la cama, obligándole a sentarse en ella.
-¿Qué?
Pregunta confuso. La súcubo, una preciosa pelirroja totalmente desnuda, se arrodilla frente a él.
-Relájate, amo.
Su voz, casi un susurro, penetra en el cerebro de Jake tocando absolutamente todas sus fibras sensibles. Cuando quiere darse cuenta ya está erecto, y poco después recibiendo la mejor mamada de su vida. La criatura, además de ser un auténtico regalo para la vista, sabe exactamente como debe moverse. Está apunto de correrse de inmediato, y solo lleva unos segundos. Sin embargo el orgasmo no llega. Jake no lo entiende. Sabe perfectamente cuando está apunto de llegar, y lo está a pesar del poco tiempo transcurrido, pero no ocurre nada. Simplemente se queda allà al borde. Apenas puede escuchar la voz del hombre con gabardina
-Es una súcubo. Puede llevarte al éxtasis en cualquier momento, y puede mantenerte al borde eternamente.
"Eternamente". La palabra resuena en sus oÃdos. No podÃa aguantar eternamente.
-Claro que ella no tiene tanto control sobre tÃ, que vas a ser su amo. No, tu problema es otro. Ya debes estar empezando a sentir a La Bestia. Mientras él esté fuera, tus sentidos están enlazados a los suyos. Claro, eso representa un pequeño problema. No se corre si no mata, y tu no te corres si no se corre él.
Mientras hablan, Jake comienza a captar la visión de La Bestia. Ve por sus propios ojos, pero también a través de los del demonio. La criatura está recorriendo los pasillos de la mansión de forma innaturalmente sigilosa. Ve a través de las paredes cuando se concentra en ellas. Escucha música clásica al final del pasillo. Se dirige hacia allÃ.
Jake mientras tanto casi ha enloquecido de placer, pero necesita el orgasmo. Agarra la melena roja de La Súcubo con ambas manos. Comienza a hacerla bombear con más fuerza. Él mismo embiste con las caderas. Aún asà no consigue nada. Solo más frustración.
-Vamos. ¡Vamos!
A través de los de La Bestia ve la puerta de la habitación de Lauren, su madre. El Demonio se concentra, atravesando con la mirada las paredes. Lauren está allÃ, sentada en su escritorio de espaldas a la puerta. Tiene una copa de vino blanco al lado. Da algún que otro sorbo mientras revisa una serie de papeles y contratos.
Aún se ha cambiado y lleva ropa formal, elegante. Una falda de color mostaza con rayas negras, justo por encima de las rodillas. Lleva una camisa negra, sin mangas y con escote en forma de V, nada ostentoso. Usa zapatos también negros, con algo de tacón. Tampoco se ha quitado una pulsera de oro de la mano izquierda, unos pequeños pendientes a juego, ni el suave maquillaje que da algo de color a las mejillas. Los labios pintados de rosa oscuro.
Jake sigue follándose la boca de La Súcubo. Se da cuenta de las intenciones de La Bestia. Entonces hace un amago de cortar la felación de la pelirroja, pero no es capaz. La lengua de La Súcubo hace auténticos milagros. Él necesita correrse ya. Entonces vuelve a escuchar la voz del hombre de gabardina.
-Ahora es cuando tienes que aceptar. Si quieres correrte, La Bestia tiene que matar, y solo hay una persona cerca.
Jake intenta pensar. Recuerda la advertencia de la nota. DebÃa alejarse antes de ponerse el anillo. Ahora es tarde. Es su propia madre, no quiere matarla. No puede matarla. Aún asÃ, no aguanta más sin correrse. Siente estar perdiendo el juicio.
-Vamos Jake. Solo necesitas una palabra ¿Aceptas?