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Rated: 18+ · Fiction · Erotica · #2317129
Decepcionado con las historias que lee Elio, RotomDex quiere enseñarle algo increíble.
En el universo Pokémon, las computadoras personales (PC) se utilizaban normalmente para manejar todo lo relacionado con los Pokémon. Desde transferirlos hasta recibir objetos físicos, eran una tecnología maravillosa. Y sin embargo, había muchos que las usaban por motivos ajenos a Pokémon, como navegar por Internet.

Elio no era diferente. Pero lo que le separaba de la mayoría de los usuarios era el sitio que más frecuentaba. Se trataba de un sitio de escritura en el que muchos usuarios publicaban algunas historias ficticias inapropiadas sobre personas reales, a menudo de los distintos líderes de gimnasios. A pesar de los movimientos para que la plataforma fuera retirada, se mantuvo en línea durante más de diez años.

Las manos del chico presionaban fuerte en su ingle mientras miraba su monitor, leyendo letra tras letra.

—Hace un día tan bonito —dijo Lucas mientras caminaba por la calle—. Tengo que ir a ver qué hace mi amiga Dawn.

Lucas camino hacia Pueblo Hojasgemelas, todo el tiempo pensando en los pies de su amiga Dawn. Nunca podria tocarlos, pero eso hacía las cosas más excitantes para el, pensar en como se sentirian en su boca. Tambien en la cara. Una vez en la puerta, llamo.

—Buenos días, Dawn. —Sonrio y Dawn lo miro feliz.

—Hola Lucas queres pasar? —Lucas entonces le respondio.

—Sí. Qué tal?

Se le atragantaron las palabras al ver sus pies descalzos. Sus dedos estaban pintados de azul, y sus plantas tenían un rubor rosado que le recordo al algodon de azucar mas suave de toda la región. Se fueron al sofá. Dawn hablo de lo agotada que estaba de investigar para el profesor Rowen y de que desearia que alguien le diera un masaje en los pies. Se rio Lucas.

—Puedo frotarte los pies.

—Ni a palos! De verdad queres hacerlo

—No tengo paja, déjame tocarlos un poco.

—A-Ah… Dale. Me… Me da un poco de vergüenza todo esto… ¿Y si apestan mis pies?

—No hay ningún problema si te huelen los pies, Dawn. —Le levanto los pies y sintio que el corazón le daba un vuelco al hundir los pulgares en el pie blanco y pastoso. Miro la planta y lo bonita que era, respirando mas hondo mientras intentaba amasarlo. Todo el tiempo Dawn se agarraba al sofa, concentrándose en el hecho de que pensaba que necesitaba un nuevo retoque de pintura de uñas, así como en el hecho de que Lucas estaba sudando tan nerviosamente.

—No, no, le dije que mis pies apestaban —pensó ella.

—Tenés unos pies muy lindos Dawn

—Lindos? —Dawn jadeo—. C-Crees q-que s-s-son lindos mis pies?

—Me gustan tus pies. Siempre me han parecido lindos

—Guau. Quiero decir, Lucas, quizá puedas adorarlos y lamerlos si pensás que son tan bonitos. Vamos, ambos sabemos que es lo que vos queres.

—¿Me estas cargando? Sabías de mi fetiche por los pies

—Mas claro echale agua. Esta bien. Es adorable que creas que son bonitos. Juega con ellos, adelante, che

—¡Yes! —Lucas se mete el pie de Dawn en la boca y le besa los dedos un par de veces antes de decirle que la quiere y que quiere que le de hijos en el—


—¡NO PUEDO SOPORTARLO!

Elio saltó de su silla y tropezó con la cama. Frente a él estaba su fiel RotomDex. Se lo había regalado el profesor Kukui, aunque por muy útil que fuera para levantar el ánimo de Elio, a él no le parecía el más inteligente. El Pokémon rojo se cernió sobre Elio, mostrando al chico una de sus emoji más raros. La ira.

—¿Crees que esto es bueno, amigo? Quería apagarme cuando ese chico terminó la primera oración.

Confundido y con la erección desaparecida, Elio observó cómo RotomDex volvía al ordenador.

—¡No, no! ¿Los acentos dónde están? ¡¿Dónde está la progresión para hacer tan interesante la historia!? ¡¿Qué diablos significa «no tengo paja»!? ¡La gente no habla así! ¿¡Y por qué Dawn pasa de estar nerviosa a tener la personalidad de una Tsareena en tan poco tiempo!? —RotomDex miró hacia atrás, con los ojos entristecidos¬—. Chico, ahora estoy muy preocupado por tu salud. ¿De verdad ibas a masturbarte con esto?

Antes de que Elio pudiera decir algo, RotomDex voló hacia su cara. La pantalla del Pokémon cambió entonces a una ruleta. Esto dejó a Elio confuso, ya que no era el momento de la Rotómbola.

—Usando mi inteligencia artificial avanzada, te voy a escribir una historia que supera todo lo que esta gente llama buena historias. Sólo tienes que elegir qué tipo de historia quieres ver.

Bastó un solo toque para que RotomDex se dirigiera al ordenador, abriera un documento y empezara a teclear con sus brazos gruesos.

—¡Aquí tienes! Te di ocho cortas por el precio de una. —Empujó a Elio hacia la silla y, de paso, agarró una caja de pañuelos—. Ahora sería un buen momento para empezar tu proceso de masturbación.

Elio puso los ojos en blanco y comenzó a leer.

***


Los pies atascados de Lillie


Elio y Lillie eran dos personas muy diferentes, pero sus caminos se entrelazaron cuando Elio se mudó a la región de Alola. Era un muchacho audaz e intrépido, siempre dispuesto a afrontar nuevos retos, mientras que Lillie era tímida y reservada, y prefería pasar desapercibida. Sin embargo, a pesar de estas grandes diferencias, se habían hecho buenos amigos.

Un día soleado, a Elio se le ocurrió una idea fantástica. Irían de excursión a una de las islas más vacías de Alola, que podría estar repleta de Pokémon raros o incluso de tesoros. Al principio, Lillie dudó, pero el entusiasmo de Elio era contagioso. Finalmente accedió a acompañarle.

Al llegar a la isla, la vista que les recibió era impresionate. El aura misteriosa del lugar se veía realzada por el agua cristalina, la playa y los frondosos bosques verdes. Elio sacó su fiel RotomDex, ansioso por ver qué les ofrecía la isla. Sin embargo, Lillie se contentaba con tomar el sol.

—No tienes nada que temer, Lillie —dijo Elio, agarrándole la mano.

—Por favor, no te aventures tan profundo que nos perdamos.

—Yo los protegeré, Lillie —añadió RotomDex con una sonrisa.

—¿Y eso cómo va a calmarme?

Emprendieron la aventura, con Elio a la cabeza. Se encontraron con muchos obstáculos, como un puente apenas sostenido por una delgada cuerda, pero el espíritu luchador de Elio y el cuidadoso pensamiento de Lillie les ayudaron a superar cada uno de ellos. Treparon por rocas, se columpiaron en lianas e incluso atravesaron una caverna llena de Ledian.

Pero pronto entraron en un bosque más denso, en el que la brillante luz del sol quedaba bloqueada por la espesa copa de los árboles. Al principio no había nada que diera miedo, aparte del ocasional Lopunny que asomaba sus ojos negros. El ambiente cambió cuando a Lillie le comenzaron a doler las piernas.

—Odio ser la aguafiestas, pero no creo que pueda caminar mucho más, Elio…

—¿Y si te quitas los zapatos? Deben de ser…

—¡De ninguna manera! —Lillie soltó un gritito, frotándose las piernas—. Me duelen tanto los arcos…

—Muy bien. —Elio suspiró—. Dime, RotomDex, ¿cómo volvemos?

—¿Volver adónde?

—Al barco con el que llegamos a esta isla.

—Prometí protegerlos. No me hicieron prometer que evitarían que se perdieran. —Un lento pitido salió del Pokémon mientras Elio y Lillie lo miraban con horror—. ¡Aaaaah! ¡Nos perdimos! ¡Nadie nos encontrará! Okey, que no entren en pánico, amigos.

Elio observó su entorno, un laberinto de árboles y lianas.

Como no era de los que se rinden fácilmente, sugirió que se separaran para encontrar una salida. Lillie dudó, rogándole que no la dejara sola, pero él le dijo que se reunirían aquí dentro de 30 minutos y que RotomDex estaría en este preciso lugar. Lillie sólo tenía una mochila y algunas herramientas básicas, ninguna muy adecuada para navegar por la jungla.

Además de sus escasas provisiones, sentía los pies más pesados cuanto más andaba. Aunque sus largos calcetines le proporcionaban un poco más de amortiguación, no detenían el dolor que sentía en los arcos y ahora en las pantorrillas.

Tras deambular durante lo que le pareció una eternidad, vio por fin una luz al final del bosque.

—¡Ah, menos mal! —Corrió hacia ella, pero su felicidad se convirtió rápidamente en miedo. Tropezó y cayó de cabeza en una profunda grieta llena de barro y hojas. Tenía el brazo izquierdo clavado en el costado y el derecho colgando inútilmente en el reducido espacio de su prisión. Respirando agitadamente y presa del pánico, Lillie gritó pidiendo ayuda—. Nadie puede oírme… No, no, no, por favor, no… ¡Auxilio!

El cuerpo humano no está hecho para estar boca abajo tanto tiempo, pero esto era especialmente cierto para Lillie. Ya se sentía mareada aunque sólo habían pasado doce minutos.

—Quizá no debería haberte dejado sola.

—¡Elio! —Lillie se despertó, contoneándose pero sin poder moverse ni un centímetro—. ¡Lo siento mucho!

—¿Cómo rayos llegaste ahí abajo? —Cuando intentó sacarla, se dio cuenta de que iba a ser más difícil de lo que pensaba. Por lo que veía, la grieta se agarraba a los muslos de Lillie.

Mientras Elio observaba cómo se retorcían sus piernas, se llevó un dedo a la barbilla. Entonces, a pesar de la situación, una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Voy a intentar algo. —Elio quitó lentamente los zapatos de vestido de Lillie. Antes de tirarlos al suelo, se acercó el derecho a la nariz. Su aroma le hizo sonrojarse mucho, y también le quitó los calcetines a Lillie. Una vez que tuvo sus pies descalzos en su cara, desesperados por liberarse, le agarró las piernas. Entonces, sin perder un segundo, se inclinó y olfateó sus pies.

La loción dominaba el tenue almizcle natural que tenía Lillie, y aun así Elio sintió que el corazón le latía con fuerza contra el pecho. No pudo resistirse a darle una palmada en la planta del pie con la lengua.

Lillie se sobresaltó, pensando que se trataba de una sabandija. Pero entonces volvió a sentirlo, esta vez en el talón. Y una vez más, deslizándose lento entre sus dedos delgados.

—Elio, ¿eres tú? —preguntó, retorciéndose incómoda.

—Lillie, puede que no vuelva a tener esta oportunidad. Sería tonto si no la aprovechara —exclamó, con la cara hundida en su planta lechosa.

Lillie no podía creer lo que escuché. ¿Elio le lamía el pie? Lanzó un grito de incredulidad, pero fue acallado por la prueba de sabor de Elio.

El muchacho degustó las plantas sudorosas y saladas de Lillie. Y para su deleite, no estaba nada mal. De hecho, se encontró cada vez más hambriento con cada lamida. Cada vez que Elio pasaba de los talones a los dedos, ella los curvaba, luchando contra el impulso de reírse. Pero, en efecto, Lillie le dejaba hipnotizado con lo bien que podía mover los dedos. Tanto que a él le pareció correcto metérselos en la boca.

—Mmm… Saben mejor que los batidos.

Tan horrorizada como estaba por las acciones de su amigo, Lillie no pudo evitar reírse (y llorar) ante lo absurdo de la situación. No podía creer que Elio disfrutara ahora lamiéndole los pies sudados.

Ahora lamiéndole los tobillos, continuaron los cumplidos de Elio.

—Son como papas saladas… —Se había embelesado tanto que pasó la lengua por las pantorrillas de Lillie y lo poco que sobresalía de sus muslos. Cuanto más se acercaba a sus partes bajas, más salado era el sabor. Y Lillie también se ponía de mal humor.

—Esto es terrible, Elio. Tú eres terrible.

Elio se encogió de hombros y siguió chupando los dedos de Lillie después de haberle empapado las piernas con su saliva. El gordo estaba muy peleón, jugueteando con su lengua sólo para caer en un movimiento. Con la lengua sorbiendo sus bondades, Elio dejó escapar un pequeño gemido. Agarró las piernas resbaladizas de Lillie y las acarició mientras le lamía y olía las plantas.

—¿Pero qué…? —Ella sintió una fuerte presión, y luego un repentino calor le golpeó las caderas— ¡Elio!

Salió de la grieta como el corcho de una botella. Buscó rápidamente un suelo seguro antes de mirar fijamente al chico que había pasado los últimos minutos acariciándola. Cuando Elio se le acercó con los zapatos, se lamió los labios y emitió un satisfactorio «mmm» al tragar.

—Eres libre.

Mientras regresaban al barco, Elio tenía un deseo constante de probar el sabor de los pies de Lillie. Pedía una lamida aquí y allá, y Lillie no podía más que reírse de su comportamiento extraño. Una vez a bordo, ella le preguntó por qué tenía esa extraña obsesión con sus pies.

—Bueno, el mejor tesoro que podía conseguir era probarlos.

Y los dos se echaron a reír, recordando el loco e inesperado momento que vivieron juntos en aquel viaje. Elio sabía que nunca olvidaría este viaje, y el sabor de los pies de Lillie siempre le sería un recuerdo agradable.

***


Lana y sus encantos cosquillosos


Elio siempre había tenido fama de crédulo. Pero a pesar de este defecto, era un chico amable, guapo y simpático, siempre deseoso de hacer nuevos amigos. Así que cuando Lana, una capitana, se acercó a él y le pidió que fuera a pescar con ella, aceptó de buen grado.

Cuando los dos salieron de pesca, hacía un día luminoso y soleado. Tomaron una pequeña embarcación y remaron hasta una de las islas más pequeñas de Alola. El agua de la zona era brillante y el aire estaba lleno de sonidos de la naturaleza. Elio no podría haber pedido un día mejor para ir a pescar.

Pero mientras caminaban hacia un pequeño lago, Elio descalzo y Lana en sandalias, Lana no pudo evitar fijarse en las piernas largas y sin vello de Elio. Llevaba un rato mirándolas, y hoy no pudo resistir el impulso de acariciarlas un poco.

Una vez en su sitio, empezó a preparar sus aparejos de pesca. Mientras Elio se afanaba en preparar el cebo, Lana se acercó sigilosamente por detrás y le recorrió suavemente las pantorrillas con los dedos.

—¿Pero qué…? —Elio se sobresaltó por el repentino contacto. Se volvió y vio a Lana sonriendo con picardía—. ¿Qué estás haciendo?

—Estoy admirando tus piernas —respondió ella, sin dejar de sonreír.

Elio se sonrojó, pero en el fondo se sintió halagado por su extraño cumplido. Volvió a pescar, pero no sabía que Lana acababa de empezar. Se sentó cerca de Elio. De vez en cuando le rozaba inocentemente las piernas con la mano. El cuerpo de Elio, que traicionaba su exterior tranquilo, no pudo evitar retorcerse bajo su contacto.

—Elio, tienes unos pies muy bonitos.

Al chico le pilló completamente desprevenido, no esperaba que Lana dijese algo así.

—Gracias.

A medida que avanzaba la tarde, el calor se hizo insoportable, y Elio decidió darse un chapuzón en el lago para refrescarse. Se quitó el traje de baño y se metió en el agua. Lana le observaba atentamente, con sus ojos azules brillantes de desvío.

El muchacho disfrutaba del agua fría cuando, de repente, oyó un chapoteo. Luego sintió un fuerte tirón en el pie. Miró hacia abajo y encontró a Lana agarrada a su tobillo, con las mejillas hinchadas.

—¡Te atrapé! —Lana salió del agua, levantándole las piernas y empezando a hacerle cosquillas en los pies. Elio soltó un sonoro chillido.

—¿¡Qué estás haciendo!? —gritó, intentando apartarla de una patada. ¡Jajajaja!

—Te veías delicioso —se rió Lana—, y yo tengo hambre.

Elio estaba avergonzado y se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír al verla tan juguetona. Nunca había conocido a nadie tan despreocupada y espontánea como Lana. Tenía una energía contagiosa que atraía a la gente hacia ella.

Pero Lana lo había seguido, haciéndole cosquillas en los pies mientras nadaba. La risa ahogada de Elio resonó en el lago mientras las manos de Lana danzaban por sus cosquillas plantas. Tuvo que llegar a la superficie para tomar aire y, en cuanto respiró por primera vez, volvió a reír profusamente. Aún conteniendo la respiración, Lana mantuvo un fuerte abrazo en sus pies y utilizó sus largas uñas para arañárselos como una Meowth salvaje.

—¡Basta! —gritó él, chapoteando entre carcajadas—. ¡Lana! ¡Jajajaja!

Siguió con su juego durante un rato hasta que Elio por fin consiguió escapar de sus manos, sin aliento y con una risa incontrolable. Intentó nadar de vuelta a los muelles. Pero fue cuando un grueso dedo le pinchó la planta del pie cuando se dio cuenta de que Lana le ganaba en el agua.

—¡Para, Lana, para! —le suplicó, con la cara roja de risa y vergüenza.

Elevándose por encima del agua, Lana aceleró el ritmo. Agarró al chico por los tobillos y empezó a lamerle la planta de los pies. Mientras Elio gritaba, ella empezó a gemir. Y si Elio intentaba apartar los pies, Lana estaba decidida a hacerle aún más cosquillas.

—No me hagas usar los dientes. Lo haré…

Cuando el sol empezó a ponerse, los dos isleños dieron por concluida la jornada, exhaustos y cubiertos de gotas de agua. Volvieron a la orilla, hablando y riéndose de su tonto juego en el lago.

—No tenía ni idea de que fueras un monstruo de las cosquillas —dijo Elio—. Verás, ya me las pagarás, Lana. Tus pies son míos.

Lana se limitó a sonreír y encogerse de hombros, sabiendo que había hecho que Elio se lo pasara bien. Mientras navegaban de vuelta a casa, Elio no podía dejar de pensar en Lana y en lo bien que se lo habían pasado juntos. Estaba impaciente por volver a pescar con ella y ver qué otras aventuras le tenía preparadas.

***


Macarrones con queso de los pies


Elio siempre había sido un poco quisquilloso con la comida. No tenía el paladar más aventurero.

Así que cuando la capitana Mallow le invitó al restaurante de su familia, dudó un poco. Sobre todo porque era conocida como la cocinera excéntrica del pueblo. Se rumoreaba que añadía ingredientes extraños a sus platos, preparando extrañas creaciones que asombraban y repugnaban a la gente. Pero estaba tan emocionada por enseñarle a Elio su nuevo plato del menú que no pudo negarse.

Cuando entraron en el pintoresco restaurante, Elio sentía una sensación de inquietud. La luz tenue y la música reggae extraña no creaban un ambiente acogedor. Y cuando se acercaron al mostrador, Elio percibió un olor extraño que no conseguía localizar.

La familia de Mallow los saludó cordialmente y los condujo a una mesa en la parte trasera del restaurante. Elio se dio cuenta de que eran los únicos clientes que había allí, lo que no hizo sino aumentar la inquietante sensación que sentía en el estómago. Mallow le entregó a Elio un menú y le señaló el nuevo plato que iba a probar.

«Macarrones con… ¿queso de los pies?», pensó él. «¿Qué demonios?».

Pero no quería ofender a Mallow, así que forzó una sonrisa y accedió a probarlo. La excitación de Mallow creció cuando colocó el humeante plato caliente de macarrones ante la cara de Elio.

El olor era abrumador y Elio dio un respingo cuando Mallow saltó sobre la mesa. Se quitó las deportivas y empezó a frotar los pies desnudos en los macarrones, moviendo los dedos. Cuando soltó un suspiro de satisfacción, el queso cheddar arrancando la mugre de entre sus sucios dedos, Elio se encogió. Su apetito se desvaneció por completo al ver la forma en que los dedos de los pies de ella se deslizaban en la comida.

—No me preguntes cómo se me ocurrió esto —dijo con una risita—. Pero creo que una vieja y apestosa mugre de entre mis dedos podría ser un potenciador del plato.

Elio no podía imaginarse comiendo realmente aquel brebaje. Pero como no quería dejar a Mallow decepcionada, pinchó la pasta con el tenedor.

Dio un pequeño mordisco, con la esperanza de evitar las salpicaduras de queso de pies negro y verde.

Se sorprendió. Los macarrones no sabían tan mal, al contrario. El queso estaba perfectamente fundido, y los macarrones estaban cocidos a la perfección. Pero al dar otro bocado, sintió algo mojado y blando en la boca. Lo escupió, aterrorizado al ver un trozo de mugre de Mallow en su plato. Y al seguir observando su plato, pudo ver trozos de mugre de zapato crudo nadando por el queso.

A Elio le entraron arcadas. No podía creer que estuviera comiendo aquel asqueroso plato. Pero la energía radiante de Mallow era contagiosa.

—No te quedes boquiabierto. ¡A comer! —exclamó.

Por si fuera poco, Elio tuvo que soportar el hedor que salía de los pies de Mallow. Cuando miró sus plantas cubiertas de queso, sintió que se le moría el alma. Desde el talón hasta los dedos, estaban llenos de porquería. Algunas pegajosas, todas apestosas.

Elio sintió que el vómito le subía a la garganta en cuanto la asquerosa comida volvió a tocar su lengua. Luchó por no tragarlo, pero Mallow lo observaba expectante, esperando su reacción. Así que se obligó a tragar otro trozo, sintiendo como la suciedad le estrangulaba la lengua.

Mallow vivó y aplaudió. Elio notaba trozos más duros de la mugre entre los dientes, pero ella le hizo un gesto para que continuara.

Volvió a morder, tratando de ignorar el vil sabor y la viscosa textura. Pero mientras masticaba, sintió algo duro en la boca. Lo sacó y, para su horror, era un trozo delgado de la uña del pie de Mallow. Ante la mirada fija de la chica, volvió a metérsela en la boca y empezó a masticarla.

—Jejeje. Dicen que el pie de atleta es lo peor que hay. Pero si te despierta así las papilas gustativas, no puede ser tan malo. Es como una junglita de hongos entre mis deditos. —Puso sus dos talones morenos sobre el plato—. Mmm… Y hablemos de esa mugre que crece entre mis dedos. Es tan caliente y picante que ha destrozado algunas de mis sandalias. ¿Qué crees?

La suciedad de los zapatos había hecho que la boca de Elio se sintiera seca y arenosa, mientras que el queso le hacía un extraño cosquilleo en la lengua.

—También es la primera vez que me exfolio los pies. Dime, ¿qué hacen esas virutas saladas por tu lengua?

Elio sólo pudo soltar un suave gemido. Cuando por fin terminó el último bocado, la sonrisa de Mallow se ensanchó.

—Estaba delicioso, ¿verdad? Ahora, hay algo más que quiero que hagas antes de irte. Considérala un agradecimiento por la comida gratis. —Señaló sus pies.

Los ojos de Elio se abrieron de par en par, horrorizado, al darse cuenta de lo que le pedía Mallow. Se le revolvió el estómago. Pero ella insistía y, a cada segundo que pasaba, el miedo de Elio se convertía en puro terror. No tuvo más remedio que obedecer, y pronto se encontró lamiendo las plantas mugrientas de Mallow. Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras realizaba aquel acto repugnante, rezando para que acabara la pesadilla.

—Tienes que mantener los ingredientes secretos, bueno, un secreto. ¿Puedes hacerlo?

Elio asintió, aunque deseaba con todas sus fuerzas gritar al público lo demente que estaba Mallow.

Tras lo que le pareció una eternidad, Elio consiguió empapar los pies de Mallow con su saliva. Estaba pálido y tembloroso, pero Mallow estaba radiante de orgullo y emoción.

Cuando salieron del restaurante, Mallow le agradeció a Elio que se portara tan bien y le prometió que convertiría los macarrones con queso de pies en un plato habitual del menú. Elio esbozó una débil sonrisa, contento de que por fin hubiera terminado la prueba. Pero en el fondo sabía que nunca volvería a ver los macarrones de la misma manera.

***


Mina dibuja algo pícaro


Elio era conocido como el tonto del barrio. Era un chico inocente y curioso que siempre caía en las bromas y trucos de la gente. Pero no le importaba. Le encantaba estar rodeado de gente y hacer nuevos amigos, molestar a los bonitos Vulpix, todo lo que haría un pequeño entrenador Pokémon.

Su madre (sí, sólo tenía a su madre, qué típico) se preocupaba a menudo de su naturaleza confiada, pero Elio veía lo bueno en todo el mundo y creía que todos merecían una oportunidad.

Un día soleado, estaba descansando en el parque cuando se cruzó con una artista llamada Mina. Estaba sentada en un banco, rodeada de su material artístico y con un cuaderno de dibujo en el regazo. Elio se sintió inmediatamente atraído por su aura peculiar y se acercó a saludarla.

—Hola —dijo Mina, ofreciéndole un porro.

Elio dudó un momento antes de tomarlo. Nunca había fumado, pero no quería parecer un principiante delante de Mina. Mientras ambos daban unas caladas, Mina empezó a hablarle a Elio de su pasión por el arte.

Mina era una autoproclamada marihuanera con una camiseta que la hacía parecer embarazada, el pelo amarillo y unos ojos que daban la impresión de estar aburridísima. Sin embargo, las apariencias engañan. Si parecía cansada, significaba que buscaba la inspiración en los lugares menos convencionales, y hoy esperaba encontrarla en el parque. Cuando se quedó mirando a Elio el tiempo suficiente, le vino a la cabeza una idea traviesa.

—¿Sabes lo que hacemos los artistas? —preguntó.

—¿Dibujar y pintar? —respondió Elio, intentando recordar sus palabras básicas en español.

—¡Correcto! Y yo soy artista. Pero hoy busco algo diferente para dibujar —explicó Mina con un brillo sucio en los ojos—. Algo que provoque una reacción fuerte en la gente.

—¿Puedo ayudarte?

—Quítate esos shorts —dijo, frotándose la nariz.

Elio abrió los ojos, sorprendido. Pero como era un crédulo bobalicón, no lo cuestionó y se quitó los pantalones. Aunque no se quitó los bóxers.

Se subió cautelosamente al banco y, siguiendo las instrucciones de Mina, le cogió los pies secos. La sensación era extraña, pero Elio no pudo evitar dejarse atrapar por el momento.

Empezó a sentir que algo se agitaba en su interior. Se excitó y sintió que se acercaba al orgasmo. Sobre todo cuando Mina apretó los dedos, atrapando el glande bajo cinco dedos ásperos. Aquel profundo calor tenía un punto de escalofrío en forma del anillo plateado. Elio dejó escapar un pequeño gemido cuando ella le metió el pene entre los dedos y le dejó joder aquel diminuto espacio.

—Sí… Sigue frotando tu… tu maldita pija así…

La gente de alrededor del parque no podía creer lo que estaba viendo. Algunos se escandalizaban y se preguntaban si aquello era legal, mientras que a otros les parecía graciosísimo. Mina no podía contener su risa lenta y muerta mientras observaba los movimientos y expresiones tontas de Elio.

Cuando alcanzó el clímax, Elio cerró los ojos, concentrándose en la sensación. Antes de que se diese cuenta, había llenado sus calzoncillos con tanto líquido que los dedos de los pies de Mina seguían blancos como la leche.

Mina sonrió y felicitó a Elio por ser tan buen chico. Luego le enseñó el boceto que acababa de terminar, con un dibujo divertidísimo de Elio practicando sexo con sus pies crujientes y mordiéndose el labio mientras se corría en sus dedos.

El boceto de Mina del monstruoso orgasmo de Elio se convirtió en una sensación en Internet y apareció en varias galerías de arte. Hizo reír y divertir a gente de todo el mundo. Y Elio pasó a ser conocido como el «Follador de los pies», para su vergüenza pero también para su orgullo.

***


Mamá


Coño. Elio era un testarudo. Siempre tuvo una mente propia y no temía insultarle a nadie, ni siquiera a su madre. Su madre, en cambio, era segura de sí misma e inteligente. Sabía hacer las cosas y manejar a su hijo.

Una tarde nublada, la madre de Elio entró en su cuarto desordenado y quedó horrorizada por el estado en que se encontraba. Había ropa y juguetes sobre su cama, y su escritorio estaba cubierto de papeles y libros. Pisoteó con el pie grande y le dijo a Elio que limpiara su cuarto o aprendería que sus actos tenían consecuencias.

Elio, como era tan testarudo, se burló de la idea. Estaba jugando a su popular Wii U y no quería que lo molestaran metiendo la ropa sucia en un cesto.

—Mijo —le dijo su madre con una sonrisa —, si no limpias tu cuarto, vas a lamerme los pies.

A Elio le sorprendió aquel extraño castigo. Pero se encogió de hombros y volvió a jugar a sus juegos. Poco sabía que su madre tenía los huevos más grandes que él. Unos huevos tan grandes que harían que un Incineroar se calmara.

Le agarró de la mano y lo arrojó a la sala de estar. El corazón de Elio se hundió al ver a su madre sentada en el sofá, quitándose las chanclas hechas jirones y dejando al descubierto sus plantas polvorientas.

Elio estaba horrorizado. Podía oler el hedor de los pies sucios de su madre, y quería gritar y salir corriendo. Pero no pudo. Su madre lo sujetaba con fuerza y no podía escapar de su agarre. Se rió mientras Elio le lamía los pies a regañadientes, con lágrimas cayendo por su cara. Se estremeció, sintiendo la frialdad enfermiza y la mugre de las plantas de los pies de su madre mientras su lengua las restregaba.

Inesperadamente, la madre de Elio empezó a reír de forma controlada. Elio abrió los ojos confundido, sólo para descubrir que su madre sostenía el celular y le grababa lamiéndole los pies sucios.

La madre de Elio se burló de él diciéndole que debía de estar disfrutando. Pero a Elio le daba asco lo asquerosos que eran los pies de su madre. Se dio cuenta de que aquello era algo más que un castigo por no limpiar su habitación, era una lección para que aprendiera a responsabilizarse de sus actos.

Elio chupó de mala gana el dedo gordo del pie de su madre y empezó a lamer la suciedad y la mugre. Se sentía humillado y asqueado, pero su madre seguía tratándolo como una situación cómica, riendo y haciendo bromas mientras él luchaba por mantener la compostura.

Pero justo cuando Elio pensaba que no podía ir a peor, ocurrió algo extraño. Mientras lamía los pies de su madre, sintió que una extraña energía recorría su cuerpo. Era casi como un hechizo, y no pudo evitar lamer más y más. Sentía el impulso de complacer a su madre, de hacerla feliz, costara lo que costara.

Su madre notó el extraño cambio en el comportamiento de su hijo y no pudo evitar sentir alegría y orgullo. Por fin había encontrado una forma de controlar a su testarudo hijo. Y así, se quedó sentada durante horas, haciendo que Elio lamiera y limpiara sus pies, hasta dejarlos casi impecables.

Desde aquel día, la madre de Elio utilizaba a menudo sus pies para manipular y controlar a su hijo. Y Elio, que antes era un niño rebelde y de carácter fuerte, se convirtió en una marioneta en manos de su madre, obligado a cumplir sus órdenes. Era una experiencia aterradora y emocionante, de la que nunca pudo escapar del todo.

***


Traseros y plantas con sabor a limón


Elio no se lo podía creer cuando recibió una invitación a la Fundación Æther. La aceptó con entusiasmo y pronto se encontró entrando en el vanguardista edificio de Lusamine. El ambiente blanco se llenó del sonido de la naturaleza y de los Pokémon.

Lusamine saludó al chico con una expresión severa. Su mirada penetrante le hizo sentir de inmediato que estaba asistiendo a la escuela.

—Bienvenido, Elio. He oído hablar mucho de ti. En ti veo un gran potencial, y quiero ofrecerte la oportunidad de convertirte en miembro de nuestra familia. El hijo que nunca tuve —dijo en tono serio.

—Eso me gustaría mucho, señora.

—Pero antes, tienes que someterte a una serie de pruebas de lealtad.

Elio se quedó desconcertado. Esperaba una entrevista o una demostración de sus habilidades, pero ¿pruebas de lealtad? No pudo evitar sentirse un poco nervioso por lo que eso podría implicar.

Unos instantes después, el nerviosismo de Elio se convirtió en puro shock cuando Lusamine anunció que la primera prueba de lealtad consistía en besarle el culo sudoroso. A Elio se le desencajó la mandíbula y notó que se le ponía la cara roja de vergüenza. No tenía ni idea de cómo responder a semejante petición.

Lusamine se quedó de pie, imperturbable ante la reacción de Elio.

—Si no estás dispuesto a hacer algo tan sencillo como esto, quizá seas tan patético como esa excusa de chica, Lillie —dijo, con la voz llena de decepción.

El corazón de Elio se hundió ante sus palabras. No quería que lo viera como alguien que no se dedicaba a la ciencia. Respiró hondo y se acercó a Lusamine, que se había dado la vuelta, presentándole el trasero. Vacilante, le besó el sudoroso trasero, sintiéndose a la vez asqueado y avergonzado.

Para sorpresa de Elio, Lusamine dejó escapar un pequeño gemido.

A medida que continuaban los besos, la lealtad de Elio hacia Lusamine se hizo más fuerte. No podía imaginarse traicionándola después de haber pasado por todo lo que ella le había hecho pasar.

La piel sudorosa de ella se sentía caliente contra sus fríos labios, y él podía saborear la salinidad de su sudor. La besó cariñosamente, sin querer que aquel momento terminara. Pero entonces, Lusamine le sorprendió aún más pidiéndole que le metiera la lengua en el culo.

Elio dudó al principio, pero las bromas y los ánimos de Lusamine le empujaron a intentarlo. Y una vez que lo hizo, sintió una oleada de placer como nunca antes había experimentado. La exploraba con la lengua, sintiéndola gemir y retorcerse bajo su contacto.

—¿Y mis pies? ¿Vas a lamerlos?

Los ojos de Elio se abrieron de golpe. ¿Lamerle los pies? Era algo que nunca había hecho. Pero no quería decepcionarla, así que tragó saliva nerviosamente y se puso de rodillas, obedeciendo sus órdenes.

En cuanto la lengua de Elio tocó los pies de Lusamine, le invadió una oleada de sensaciones que nunca antes había sentido. Sus pies eran gigantescos, con arcos muy curvados y piel suave. Podía saborear la salinidad de su sudor y la suavidad de su piel era embriagadora. Sus sentidos se agudizaron hasta un nivel que no podía imaginar, y empezó a lamerle los pies con una pasión sin precedentes.

—Usted sabe al limón más jugoso del mundo…

—¿Y eso te hace feliz?

—Sí…

A partir de aquel día, Elio se convirtió en el ayudante de Lusamine, y aunque de vez en cuando tenía que soportar la tarea de lamerle el trasero y los pies, no le importaba. De hecho, empezó a disfrutarlo de un modo extraño. La estricta Lusamine se había convertido en una amiga, y Elio no podía estar más contento.

***


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Te despiertas en una isla rara de Alola, rodeado de aguas cristalinas y palmeras que se mecen. El sol brilla sobre ti, calentando tu piel mientras contemplas el impresionante paisaje. Pero cuando te incorporas y te fijas bien, te das cuenta de que algo va mal. Eres mucho más bajo de lo que recordabas.

El pánico se apodera de ti mientras intentas comprender la situación. ¿Cómo has podido encoger tanto de la noche a la mañana? Intentas pedir ayuda, pero tu voz se convierte en un pequeño chillido. De repente, oyes una leve risita procedente de los arbustos cercanos.

Te diriges hacia el sonido, con la esperanza de encontrar a alguien que pueda explicarte lo que está ocurriendo. Cuando te abres paso entre los arbustos, te encuentras cara a cara con una chica joven. Tiene el pelo morado desaliñado y unos ojos muertos que parecen resplandecer.

—Hola —te dice con voz dulce, como si te conociera desde hace milenios—. Soy Acerola. ¿Qué te parece mi magia?

Te sorprende su franqueza y amabilidad. Parece bastante inofensiva, así que te acercas a ella con cautela.

Acerola vuelve a reírse y te explica que es una brujita especializada en hacer pociones y hechizos. Te cuenta que estaba experimentando con un nuevo hechizo de encogimiento y que lo utilizó accidentalmente contigo.

No puedes creer lo que oyes. Las brujas no existen, ¿verdad? Pero, por otra parte, actualmente tienes el tamaño de un ratón, así que todo es posible.

Acerola se ofrece a devolverte a tu tamaño normal, pero hay una pega. Para que el hechizo funcione, tienes que hacer algo por ella. Quiere que seas su sirviente durante un día, haciendo todo lo que te pida.

Tu aceptación pronto se convierte en horror cuando Acerola levanta el pie y lo coloca delante de ti. Sus pies son enormes, malolientes y están cubiertos de suciedad y mugre. El olor es insoportable.

—Cuando termine de divertirme, a la normalidad volverás.

Te pone debajo de sus chanclas, te aplasta ligeramente y empieza a andar. Hueles la peste a sudor y tristeza que sale de sus pies. Sus chanclas están gastadas y hechas jirones, como los calzones de tu madre, con trozos de queso pegados entre las tiras. A cada paso que da, te esfuerzas por aguantar y no sobrevivir.

El viaje continúa durante horas y, cuando el sol se pone, Acerola se acerca a un claro del bosque. Se quita las chanclas, dejando al descubierto sus enormes pies descalzos, cubiertos de capas de suciedad.

No tienes más remedio que obedecer. Usas todas tus fuerzas para quitarle los trozos de suciedad de las plantas. A medida que sigues limpiando, la amable conducta de Acerola empieza a cambiar. Se vuelve más retorcida, disfrutando de tu miedo y desesperación. Se burla de ti, recordándote lo pequeño e indefenso que eres. Empiezas a darte cuenta de que no eres más que un juguete, un medio para que ella satisfaga sus retorcidos deseos.

La noche no termina nunca mientras te esfuerzas por limpiarle los pies. Estás agotado, con la lengua ennegrecida. Pero cuando los primeros rayos del sol aparecen en el horizonte, Acerola te devuelve por fin a tu tamaño normal.

—De nada. Hasta luego —te dice, saludándote con la mano mientras desaparece en…

***


Fuga de MeMoRiA


Elio y su querido RotomDex habían sido inseparables desde el día en que se conocieron. Estaban sentados juntos al borde de una cornisa contemplando la puesta de sol.

—Amigo, no entiendo por qué a los humanos les gusta llevar ropa. Tu cuerpo es perfectamente funcional sin ella —comentó RotomDex, haciendo que Elio se sonrojara.

Rotom hizo algo extraño esta tarde. Contra todo pronóstico, se estiró hasta tener un cuerpo parecido al de un humano. Sólo que más plano y con menos torta. Elio no podía creer lo que veían sus ojos al contemplar esta transformación.

—Vaya, Rotom… Estás…

—¿Guapo? ¿Chévere? Gracias.

Mientras sus ojos bajaban, Elio se fijó en los pies de Rotom, que estaban desnudos y cubiertos de arena.

—Qué pies más bonitos, Rotom —dijo el muchacho.

—¿Te gustaría ver el talento que tienen?

Antes de que Elio pudiera siquiera responder, Rotom le había apretado los pies contra la cara, frotándoselos contra las mejillas. Elio sintió una oleada de placer cuando los pies de Rotom rozaron sus labios, y pronto se encontró besándolos y lamiéndolos con avidez. Como un Growlithe salvaje que se topara con un filete grande y jugoso.

Rotom sonrió. Los suaves besos del humano y su lengua ávida contra sus pies habían despertado en Rotom emociones profundas que no sabía que existían.

Elio siguió chupando los dedos naranjos de Rotom, y su excitación crecía a cada momento que pasaba.

Finalmente, incapaz de contenerse por más tiempo, Elio soltó un fuerte gemido al alcanzar el clímax. Rotom dejó escapar un suspiro de satisfacción al ver cómo Elio se chorreaba la mayonesa por todo el cuerpo.

—Te quiero, amigo —dijo Rotom, inclinándose hacia delante y capturando los labios de Elio en un apasionado beso, perdiéndose ambos en el momento. A Rotom no le importó lo baboso que se puso su monitor de alta resolución, ya que el abrazo de Elio era mágico.

Algunos dirían que su amistad era poco convencional, pero a Elio y Rotom les daba igual. Habían encontrado el amor verdadero de la forma más inesperada, y eso era lo único que importaba.

***


Elio estaba ahora sentado con el teclado, el monitor, el escritorio, el suelo y los pantalones completamente manchados. El chico se había echado hacia atrás en la silla, jadeando. Mirando desde la cama, RotomDex derramaba lágrimas digitales.

—Por fin eyaculaste leyendo buenas historias —gritó—. Estoy muy orgulloso de ti, chiquillo.
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