Un viaje que hacemos en el espacio para encontrarnos a nosotros mismos. |
Es como si la tierra de repente dejara de girar, como si no hubiese aire suficiente para cada uno de nosotros. Estamos encerrados en una botella, oscura, calurosa, guiada hacia el horizonte, navegando por las olas del mar. Somos un mensaje dirigido a alguien desconocido o a alguien que nos desconoce pero espera por nuestro encuentro. Nos debatimos entre la muerte y el amor, debatimos cosas sin sentido, sin estar sobrios, sin tener la mínima idea de lo que decimos pero fingimos que nos entendemos, quizá por eso estamos metidos en esto, quizá¡ es por eso que nos queremos tanto. Algún día todo dejará de dar vueltas a nuestro alrededor, todo va a ser como nunca pensamos que sería y la gravedad nos tragará con fuerza hacia el centro de la tierra. Queremos arder en la conciencia del otro, pretendemos arriesgarnos por una sonrisa y lloramos días enteros por una señal, algo que no está más lejos de lo que cada uno tiene a su lado. Nos quejamos y luego nos conformamos con lo que tenemos. Deseamos cosas, deseamos sueños, deseamos un ánimo para nuestro corazón en llamas, para nuestro cuerpo herido por las experiencias, esas que se dicen llamar conocimiento luego de un largo tiempo. De repente las luces vuelven, distinguimos rostros, saludamos, estrechamos la mano y sonreímos, es un círculo vicioso, se repite cada día por lo que nos aburrimos de él, dejamos de lado la monotonía por muy difícil que sea abandonarla. Charlamos, miramos las estrellas y nos preguntamos si estamos aquí por algo, si hemos venido buscando algo, tratando de comprobar la existencia de libertad en nuestros corazones, buscando con desesperación la esencia de nuestro ser, lo que nos mantenga pegados a la vida, lo que nos haga doler el pecho de emoción, lo que realmente nos importa. Dejamos atrás personas, se alejan como islas en medio del mar, desaparecen como los espejismos en medio del desierto y no vuelven más, ni siquiera porque te halles en apuros. Nos cuesta darnos cuenta de las razones que tuvieron para alejarse, para dejarnos en medio del oscuro valle de la vida, para no dejar ningún rastro. Y cuando nos damos cuenta de que no nos buscan, dejamos de buscarlos, prometemos que no extrañaremos, que no soñaremos, que no repetiremos el pasado. Nos planteamos un camino hacia el futuro, un sendero seguro por el que transitar en la soledad de nuestros recuerdos, recorriendo campos de maleza altísima, pasando a través de vidas amargas y surcando los cielos que nos ciegan de preciosura. Y así como la luz llega se desvanece, así como los recuerdos llegan se olvidan, la vida choca contra algo, algo pesado, duro, frío, rígido. Queremos saber de qué se trata, por qué hay tanto alboroto, hay una voz que nos avisa que no hay más camino por delante, que el viaje ha terminado y por alguna razón guardamos la calma. Nos dejamos llevar por lo precioso de un campo dorado, interminable como la luz, dulce como el aire que alguna vez respiramos y aunque ahora hayamos dejado todo bajo nuestros pies preferimos embarcarnos en la aventura que llaman el infinito. |