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Miguel se quedo un rato en el umbral pensativo, olfateando el leve hedor a sudor dentro del cuarto lleno de enormes hombres uniformados, pero finalmente decidió probar suerte con el transporte público; rogando a Dios no toparse con un gigante de mal humor en medio de la noche.
Miguel salió a la calle desierta silenciosa mente y camino hasta la parada del autobús. Miro su reloj; las 10:30pm, una hora y media pasada el toque de queda. “Feliz cumpleaños a mi”, pensó Miguel para si mismo. A esta hora normalmente Miguel estaría en su estrato, libre de echar una caminara nocturna a su casa si así lo deseaba, pero no, estaba en un estrato de gente de estatura media, y con lo raro que se estaban comportando los gigantes últimamente, seguramente oficiales de policía gigantes estaban patrullando la calle en busca de pequeños violadores del toque de queda. Miguel espero pacientemente el autobús que va directo al estrato pequeño donde el vivía, pero no se le ocurrió que el toque de queda también aplicaba a los pequeños conductores de los estos autobuses adaptados para gente pequeña. Paso casi uno hora en la que la calle estuvo completamente desierta, Miguel casi deseaba que hubiera un incendio para que los bomberos se despertaran y lo vieran allí solo y desamparado en la calle, a la vuelta de la esquina Miguel escucho el rugido de un autobús. El pequeño hombre se sintió aliviado, pero esto duro poco, ya que cuando el autobús se asomo por la esquina y doblo en dirección a la parada donde solo estaba el pequeño hombre, vio que no era la delicada maquina que lo transporta a casa todos los días, sino que era un enorme autobús gigante, casi vacío por lo que Miguel pudo ver.
Miguel trato de pensar rápido; ellos no eran policías, pero eran gigantes. ¿Será que ellos lo entregarían al pequeño hombre a las autoridades por violar el toque? ¿O serian raramente comprensibles y lo transportarían como a un pasajero común? Este autobús seguramente no se dirigía al estrato pequeño donde Miguel vivía, pero este autobús podría atravesar el estrato gigante que separaba el estrato medio de la zona donde se hallaba la casa de Miguel, de modo que Miguel podría bajarse del autobús justo en el limite entre los estratos y caminar tranquilamente en su zona hasta su casa, solo si el conductor no tenia problemas con el pequeño hombre violando el toque de queda. Miguel no tuvo tiempo de contestar las interrogantes en su cabeza cuando la enorme maquina se detuvo frente a el y abrió sus enormes puertas, revelando al enorme conductor en su uniforme viendo, observando sorprendido al pequeño hombre de pie en la parada.
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