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Rated: 18+ · Book · Erotica · #2321597
Como nueva esclava de los pies de Peach, la vida de Toadette se da un giro emocionante.
#1075386 added August 17, 2024 at 10:49am
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Capíutlo 68 - La destrucción del festival
Sentí que el corazón se me salía del pecho cuando la colorida bola de fuego emergió de los edificios circundantes. Los escombros volaban por todas partes; algunos venían directamente hacia nosotras. Entonces, de la nada, alguien apareció y me lanzó al suelo. Cuando finalmente logré abrir los ojos, no pude evitar que el vómito saliera de mi cuerpo.

Allí había un humano, con el cuerpo partido en dos. Había tantos trozos rojos y rosas esparcidos por el suelo… Dios, ¡estaba muerto!

—¡Mis ojos! —Ahora había otro tipo. Le salían llamas de los ojos, y corría como un pollo sin cabeza.

Luego una segunda explosión me empujó contra una de las estructuras de ladrillo. Ay… Sabía que me había perdido el conocimiento, porque cuando desperté, los incendios ya habían alcanzado un nivel aterrador. El único leve alivio en esta pesadilla fue la mano de un Toad más amistoso.

—¿Puedes andar?

—Creo que sí. —Intenté incorporarme, haciendo una mueca de dolor—. ¡Gah!

—¿Qué te pasa?

—Nada —dije, sujetándome el brazo izquierdo. Lo único que el tipo pudo hacer fue mirarme por unos segundos antes de apretar mi brazo, haciéndome gritar.

—Te sacamos de aquí ahora mismo.

—Pero… —Miré frenéticamente a mi alrededor—. ¿Dónde está Minh? ¿Dónde…?

—Localizar a todos es nuestro trabajo, no el tuyo —dijo, manteniendo una calma inquietante entre tanta destrucción—. ¿Me estás escuchando?

Señalé con mi dedo tembloroso hacia el centro de la explosión, donde se había abierto un inmenso agujero que devoraba todo a su alrededor, incluso los trozos de estrella que aún llovían. Al ver el fuego brotar de allí, se tensaron mis músculos al imaginar los restos ardientes de… No, no debía pensar en eso. Vivos o no, tenía una misión.

—¡Voy a buscarlos!

—¡Tienes el brazo roto!

—Sólo me duele un poco, ¿ves? —Solté un grito suave, girando bien el brazo—. ¿Ves?

—¡No estoy jugando contigo, idiota! —Miró a otro guardia—. Zeta, tú y alguien más van a llevar a Toadette de aquí antes de que… ¡Toadette!

Ya había agarrado un pedazo de tela rasgada del suelo y me lo puse mientras atravesaba las llamas. Justo después, salté al agujero, aterrizando sobre una piedra que estaba a punto de romperse. En medio del caos crepitante que había aquí abajo, podía escuchar al capitán Toad gritando mi nombre desde la superficie. ¡Qué estúpido! Acababa de demostrar que era capaz de sumergirme aquí sin ningún equipo extravagante, ¿y él estaba ahí haciendo nada?

A ver… Vaya, la presión aquí era increíble. Era como si alguien me tuviera sobre una parrilla y me estuviera presionando con una espátula. Y el olor…

—¿Hay alguien aquí? —pregunté, tragándome las motas de adoquín pulverizado en mi lengua—. ¡Oye! Pregunté si hay alguien… ¡AAH!

El equilibrio lo perdí y un dolor punzante me atravesó el brazo izquierdo. Maldición, esta lucha por no llorar era una broma cruel, pero las emociones sólo iban a detenerme. Sólo el pensamiento de la gente a la que intentaba salvar me hizo seguir adelante, mientras bajaba la pendiente a paso de cangrejo. Nunca pensé que acabaría haciendo esto después de la escuela secundaria, y aquí estaba. Las llamas que antes iluminaban el agujero eran ahora más débiles, aunque el calor intenso aún me tenía mareada.

—¿¡Qué fue eso!? —Di un salto hacia atrás, raspándome la cabeza contra una roca. Oh… Mi celular. Espera, ¿¡mi celular!? Estaba sonando—. ¿Aló?

—Eres una grandísima estúpida —no perdió tiempo en decirme el capitán Toad—. Como ya estás allá, haz algo útil y cuéntame cómo se ve todo.

—Apenas puedo ver. Tengo que comprarme un nuevo… —Mientras usaba la pantalla de mi celular para iluminar mi entorno, me encontré deseando no haberme adentrado tanto.

A mi izquierda estaba el Koopa al que nos habíamos enfrentado en el juego de los globos, sólo que ahora con el caparazón aplastado y sin la mitad de la cara. No pude moverme. Ya había visto cadáveres en mi vida, pero principalmente de escoria que se lo merecía. Inocentes, no tanto.

—¿Toadette? Toadette, ¡habla!

—Se fue…

—Un momento. —Su voz se hizo más distante—. ¡Escuchen! Que alguien me traiga un paquete de aire extra y ate una cuerda en algún sitio. Una vez que logremos manejar esas llamas…

—Capitán, ¡tenemos tiradores en la zona! Necesitamos protección.

—¡Hasta que no se apague ese fuego, no ayudaremos a nadie! ¡Hazte cargo tú!

La llamada terminó, dejándome en medio de un calor sofocante. Mi cuerpo se sacudía cada pocos segundos mientras sólo podía toser con dolor. Los minutos se sentían eternos. Entonces, un crujido me hizo estremecer, como si algo más malo estuviera a punto de pasar.

—Soy yo —dijo, colocándome una máscara en la cara—. ¿Estás bien?

—Preocúpate de todos los que no soy yo, gracias. —En poco tiempo, me hizo respirar oxígeno limpio. Aunque sabía que no duraría mucho debido a su pequeño tamaño—. ¿No debería protegerme la Esencia Roja?

—Es la única razón por la que ninguno de los dos está quemado —gimió—. Correr hacia ese fuego como si un trapo seco te fuera a proteger era muy tonto.

—¿Y por qué la máscara?

—La bebida aumenta tus defensas, pero aún puedes ser afectada por el humo. —Apuntó una linterna hacia el túnel—. Los Bill Banzai… Siempre tan destructivos… Oye, tú primero.

—¿Qué? ¡Pero si me voy a quedar atascada!

—Si resulta ser un callejón sin salida, le diré a mis chicos que nos levanten. —Me hizo sentir su cintura—. Todo va a estar bien, ¿okay?

—Es que… —Mantuve los ojos fijos en el estrecho pasadizo que había delante—. Tengo miedo.

—Vete entonces. No lo hagas sólo para parecer fuerte, ¿me entiendes?

Sacudiendo la cabeza, me lancé de cabeza al agujero, con los dos brazos por delante. El capitán Toad me siguió de cerca.

—No se puede negar: hacer todo esto con tacones ya demuestra que eres muy especial mentalmente.

No me hizo reír, pero al menos lo intentó. Descendimos por minutos, mientras el túnel se iluminaba gradualmente con trozos de estrellas que seguían brillando. Finalmente, el espacio empezó a ensancharse y, una vez que fue lo bastante ancho, aterricé de bruces, con el capitán Toad no muy lejos detrás. Me agarré a él, señalando el montón de escombros ardientes que teníamos delante.

—Cuidado por donde pisas —advirtió, sorteando con cuidado las pequeñas llamas—. ¿Alguien se encuentra aquí? Si me escuchas, ¡haz un ruido!

—No se puede sobrevivir a eso. —Eso fue todo lo que pude decir, mirando mi celular y viendo que nadie hacía más intentos por ponerse en contacto conmigo.

—Primero es una misión de rescate; después, de recuperación. Esa actitud negativa, mejor que la guardes en otro lugar.

—No es ser negativa, es ser… —Me quedé rígida—. ¿Oíste eso?

—¿A qué te refieres?

Lo callé y, contra el parpadeo del fuego, volvió a sonar ese sonido: el de alguien golpeando ligeramente contra el metal. Al menos, esperaba que fuera alguien y no la pila a punto de ceder bajo nosotros. Conteniendo la respiración, el capitán se quedó esperando otro ruido antes de girarse por fin.

—¡Te escuchamos! ¡Haz más ruido!

—¡Auxilio! ¡Estamos atrapados! ¡Que alguien nos ayude, por favor!

No era sólo una voz la que oíamos. No, había muchas. Pero fue la primera la que hizo que una lágrima de esperanza resbalara por mi mejilla. El capitán ajustó la pila lo mejor que pudo, inmune al dolor que le producía el roce de la piel contra los bordes. Siguiendo su ejemplo, le ayudé a levantar una delgada pared metálica de la pila. Entonces nos encontramos mirando a dos ojos oscuros que nos devolvían la mirada.

—Te dije que encontraríamos gente —se rió—. ¿Cómo te sientes ahí, tonta?

—Creo que tengo las piernas rotas…

—¿Ambas? —Mis ojos se abrieron de par en par.

—Hola, Toadette. —Minh sonrió, dejando escapar un resuello—. Oigan, ¿qué pasó? Todo era tan divertido…

—Hagas lo que hagas, no te duermas. —El capitán sacó una banderita de su bolsillo. Percibiendo mi confusión, empezó a explicarse—. No los sacamos en este momento. Tenemos que extinguir este fuego en la superficie, y luego derrotar a los Scapelli.

—Supongo que no esperabas este tipo de ataque, ¿eh?

—Sí, no lo esperaba. —Soltó un grito agudo mientras golpeaba una pieza de Bill Banzai con tanta fuerza que le sangraron los nudillos—. ¡Hicimos todo lo que nos dijo la princesa! ¡Tomamos cada precaución! ¡Ni siquiera insinuaron que lanzarían esta cosa! ¿¡Cómo es que nos han sorprendido así, Toadette!? ¡Dímelo!

Me quedé quieta, dejando que desatara su furia contra el Bill Banzai antes de que acabara golpeándome.

—Lo siento.

—Las preguntas pueden esperar. Ahora mismo, lo que necesito es que me lleves a la superficie.

—De ninguna manera.

—¿Qué? —Ladeé la cabeza—. ¿Estás hablando en serio?

—Es peligroso. Quédate aquí abajo y mantén a T. Minh hablando mientras…

—Puede que tardes horas en quitar a esos tipos de arriba, ¿y después qué? ¿Acaso tengo que respirar todo este material tóxico mientras este paquetito de aire está vacío?

—Te vas a quedar aquí porque es más seguro. No tienes ni idea de…

—¡Basta ya! —Lo empujé—. ¡No soy tu hermanita! Has visto que puedo manejarme sola, maldita sea. Quedándome aquí sentada no va a servirle a nadie, así que déjame ayudar, o serás el mayor idiota que he conocido.

Esperó a que dejara de enseñar los dientes, sin darse cuenta de que estábamos perdiendo el tiempo con este cara a cara. Miré hacia el montón en llamas.

—Minh, ¿cuántos están contigo? ¿Lo sabes?

—Muchos. No sé quiénes siguen aquí con nosotros o quiénes ya se han ido. Es… No lo entiendo, Toadette. ¿Por qué hoy?

—¿Hay alguien en concreto ahí abajo?

—Lo… —Tosió, haciendo una pausa—. Lo siento, pero no tengo idea de lo que le ha pasado a tu hermano y a tu mamá.

Sentí una gran tirantez en la cara. Cuando me agarré a los brazos del capitán Toad, asintió, y juntos nos elevamos hasta la parte superior del agujero. Justo antes de ascender a través de las llamas, me entregó algo.

—Vas a querer esto.

—Ojalá no tuviera que depender de esta cosa tan primitiva —gemí—. Pistolas…

—Seis balas, novata. —Me besó en la mejilla—. Haz que cada dispara cuente.

—¿Y tú?

—No me voy a ir hasta que encontremos a tu hermano y a tu terrorífica mamá que te quiere mucho, ¿me escuchas? —Me dedicó una amplia sonrisa antes de gritar a sus hombres—. ¡Que bajen esas llamas!

Ya en la superficie, me abrí paso por los estrechos caminos de este campo de batalla. Ver a tanta gente desangrándose en el suelo no iba a detenerme; me motivaba a seguir corriendo, sobre todo porque tenía que haber muchos como yo que seguían en activo.

Era un espectáculo surrealista ver cómo seguían cayendo sobre nosotros todos esos trozos de estrellas, junto con los cometas que surcaban el cielo con sus rayas azules y blancas. Y en contraste con una visión tan celestial, había una que no estaría fuera de lugar en una descripción del infierno.

Mantuve mi Pistola Estelar apuntando hacia delante en todo momento, a la espera de que un Scapelli se cruzara en mi camino.

—¡Quédate donde estás! —chillé.

Cuando por fin alguien se puso delante de mí, estuve a un pelo de apretar el gatillo. Pero entonces vi que era una humana normal que llevaba a un niño Toad. Qué asco… Les dije que siguieran avanzando, sintiendo náuseas por haber estado a punto de dispararlos. Recuerda, Toadette, que cada disparo tiene que contar…

—¡Espere! —grité—. ¿Ha visto a un niño Toad? Sombrero blanco, manchas rojas, una diadema negra y más o menos de mi altura.

—Niña, ahora hay tantos Toads quemados que no podría distinguirlos. —Huyó, dejándome aún más conmocionada.

—No te muevas ni un milímetro.

Vaya, vaya… Inmediatamente me di la vuelta, apuntando directamente a su cabeza.

—¡Dije que no te muevas!

—Lo arruinaron todo… Lastimaron a mi familia —dije lentamente, con los músculos en tensión.

—Sangre por sangre.

¿Sangre por sangre? ¿Cómo podían haberse dado cuenta de que era yo quien estaba en ese edificio? Como había dicho Minh, nuestra gente habría limpiado ese lugar si fueran ellos quienes investigaran.

—No te estreses. Te doy la oportunidad de reencontrarte con tus seres queridos.

¡BANG!

—Pensaba la misma cosa.

Sólo sentí adrenalina y euforia al ver el líquido rojo brotar de su rostro retorcido. Pero el retroceso del arma era algo a lo que tenía que adaptarme, ya que tenía un golpe tremendo. Sin embargo, acostumbrarme era casi imposible, y lo era gracias a que el brazo izquierdo me escocía si siquiera vibraba.

¡BUM!

—¡Francotirador! ¡Corran!

—¿Francotirador? —Me escondí detrás de una pared, siguiendo a un… a un Shy Guy que pasó corriendo a mi lado—. ¿Tienes algún consejo?

—Puede que sea una muerte instantánea si te golpeen.

—Estoy protegida. —Apreté con cuidado la empuñadura de la Pistola Estelar, respirando hondo—. Me abalanzaré sobre él.

¬—¡No actúes como si esto fuera un juego! Estamos en plena guerra, champiñón.

—¿Tienes un plan mejor o qué?

—Desde luego. —No podría decir qué cara tenía tras esa máscara, pero su cuerpecito hizo un baile de alegría mientras silbaba—. ¡Formen una Torre Shy Guy de seis! ¡Rápido!

En un instante, me elevaron en el aire, con seis Shy Guys bajo mis pies. El equilibrio ya era difícil con esos tacones, pero la torre parecía que podía caerse en cualquier momento.

—Está en el tejado —me explicó—. Cuando esté recargando, saldremos corriendo hacia allí, y tú saltarás como hacías cuando luchabas contra nuestro jefe.

—Ah, todavía tienen eso en la cabeza, ¿eh?

—Es una batalla difícil de olvidar.

Contábamos los segundos que faltaban para que sonara el siguiente disparo. En el momento en que la bala impactó contra algo, una explosión ensordecedora recorrió el aire, junto con el grito gárgola de una persona. Con nuestra rabia compartida, los Shy Guys salieron corriendo de su cobertura a toda velocidad, y yo me lancé al aire.

¡BANG! ¡BANG!

Dos disparos y con una puntería inestable… Esperé con el aliento atrapado, sin saber si mis balas lo alcanzaron. De pronto, un humano cayó frente a mí, sonando como una bola de bolas al chocar con el suelo. No podía haber tenido más suerte.

Sólo me quedaban tres balas… Esto era un problema. ¿Cuántos Scapellis planeaban salir de la nada?

—¡Champiñón, dispara! ¡Dispáralo! —Un Shy Guy fue enviado derrapando contra la pared con el sonido de un estampido. Luego se oyeron cinco disparos más en rápida sucesión.

—¡Me dio!

—¡Mi pie!

—¡A cubierto!

¡Detrás de mí! Disparé otra bala, alcanzando a un Scapelli más gordo en el pecho. Pero al darme la vuelta, un agarre asfixiante me impidió luchar. ¡Maldita sea! Levanté la vista y, de repente, la lucha abandonó mi cuerpo mientras se me helaba la sangre.

—¿Me recuerdas?

—No puede ser… —Mis intentos de apretar el gatillo fueron bloqueados por su dedo.

Era él, el que puso su asqueroso pene en mi boca. Leo Scapelli. Ese tipo me quitó la pistola y siguió manteniéndome en una llave de cabeza. Me retorcí, pero mis intentos de escapar sólo provocaron gemidos, ya que su agarre se hacía más fuerte.

—Ya te hubiera matado, pero tengo instrucciones de que sigas viva.

—¿Cómo dices? —me esforcé por decir—. Uno de tus amigos acaba de apuntarme con una pistola.

—No te hubiera matado. No, hubiera hecho algo así.

Un chasquido repentino eclipsó todos los ruidos a mi alrededor. Mi ojo se estremeció. Incluso bajo la influencia de la Esencia Roja, mi brazo izquierdo sentía un dolor tan intenso que me hizo soltar un grito espeluznante. Entre las lágrimas que ahora corrían por mi cara y los fuertes mocos, parecía un completo desastre.

—Y aunque no pueda eliminarte —continuó burlándose mientras me retorcía el brazo—, tus amigos no tendrán la oportunidad de despedirse.

—¡Suéltame! —grité, jadeando por la tensión mientras él me arrancaba el brazo de la cuenca—. ¡Para!

—Qué descaro intentar darme órdenes. —De un solo movimiento, me rompió la muñeca izquierda. Mi brazo quedó completamente arruinado, y lo único que pude hacer fue sollozar y morderme los labios—. Si ese hermano tuyo aún respira después de la paliza que le di, te voy a hacer ver en persona cómo lo hago pedazos.

—Tú… —Hice un último intento de darle un codazo—. ¡Vas a morir!

—Hablas demasiado. —Entonces me tiró del pelo. Tiró y tiró hasta que pude sentir cómo me arrancaba parte de las raíces por debajo del sombrero. En ese momento mi voz no era más que un susurro—. Ahora…

¡BANG!

Algo caliente se derramó sobre mi sombrero y me caí al suelo, con el cuerpo paralizado. Mi pistola cayó fríamente frente a mí. ¿Estaba muerta? A pesar de que mis sentidos estaban fallando, aún podía sentir el calor en mi brazo y el goteo constante de mocos de mi nariz.

—Y yo que pensaba que hablaba mucho. —La adulta se acercó a mí, agachándose mientras me frotaba la cara—. ¿Estás bien, mija?

—Me… Mamá…

—Tranquila, TT. Mamá está aquí, vamos. —Me levantó lentamente; su agarre se suavizó cuando chillé de dolor—. No llores. Sé que duele, pero vas a estar bien.

—¡Me duele! ¡Para!

—Respira. Te voy a llevar de aquí y después regresaré a buscar a TD.

—Qué dulce.

¡BANG!

Mi mundo se quedó en silencio. ¿A qué distancia salió volando mamá? Lo suficientemente lejos como para que dejara un rastro de sangre, lo bastante largo como para que yo pudiera tumbarme encima. Me dolía demasiado como para gritar más fuerte, ¿o no? Sólo cuando vi la cara del hombre que empuñaba la escopeta, el sonido volvió a mi pesadilla.

—Madre del año. Felicitaciones por dar a luz y criar a dos inútiles mocosos.

Mamá se agarraba el estómago sangrante, susurrando mientras Illepacs le sujetaba la escopeta en la nuca, con el pie firmemente apoyado en la espalda.

—TT, corre… ¡TT!

—Vaya, vaya, ¿qué está haciendo ahora?

—TT, ¡ve a buscar a tu hermano! ¡Vete ya! —Sus palabras se fueron ahogando poco a poco, otro peso que tiraba de mi corazón.

Con la sangre goteando por mi brazo, seguí avanzando, encorvada y arrastrando los pies.

—¿Por qué no pueden eliminarme? Dime, ¿qué es esa gran orden que les prohíbe acabar conmigo?

—Aunque lo supiera, no te lo diría. Ya estarías enterrado si fuera decisión mía.

—Tienes cinco segundos para quitarle esa pistola a mi mamá.

—Estás rota, ¿qué es lo que vas a hacer? —Se rió a carcajadas. Eso fue hasta que le enseñé mi sorpresa especial.

¡BANG!

El retroceso me hizo volar hacia atrás, y aterrizar sobre mi brazo izquierdo fue la peor tortura que había sentido en mucho tiempo. Pero en lugar de la risa de Illepacs se oyó un grito escalofriante mientras caía de rodillas.

—Ir a por la cabeza no es lo que mereces —gruñí—. No, es muy fácil.

—Imbécil. —¿¡Qué!? Todavía tenía la escopeta apuntándome al pecho.

—¡Quítate, TT!

¡BANG!

—¡TD!

—¡Mi pequeño!

—Miren eso. Jeje. El chiquillo quería una reunión familiar, ¡qué lindo!

Ni siquiera procesé lo que decía mientras miraba el cuerpo espasmódico de mi hermano pequeño frente a mí, con la sangre rezumándole de la garganta. Mi mente iba a mil por hora, dividida entre el horror de su respiración entrecortada y la amenazadora visión de Illepacs, con la pistola apuntándome, una sonrisa retorcida en la cara… Y se estaba riendo. No importa cómo lo hiriera, este sádico acababa de disparar a mi hermano, ¡y se estaba riendo!

¡BANG!

Mi última bala… En un instante, le arrancó el cuero cabelludo, disparándose directamente contra una de las botellas del juego de lanzamiento con el que habíamos empezado el festival.

Sólo podía llorar al ver cómo se desvanecía mi única familia cercana. Mamá se arrastró hasta el cuerpo de TD, tan indefensa que no pudo hacer más que intentar consolarle con su presencia. Eso era lo máximo que yo también podía hacer, por los dos.

—Lo siento, TD. ¡No quería nada de esto! ¡Di algo, por favor!

Parecía que intentaba decir mi nombre, pero lo único que oí fueron las gárgaras de su sangre que goteaba. Sin embargo, extendió la mano para intentar agarrarme y yo completé el gesto.

Cayó a mi lado un trozo de estrella rosa. Los deseos se pedían con esto, ¿no? Gimiendo, retorciéndome de dolor total, utilicé la mano izquierda para tirarlo a mi lado, y cerré los ojos…

Cada vez que parpadeaba, aparecía una nueva figura borrosa que se cernía sobre mí, como un demonio dispuesto a arrastrarme a las profundidades. Una tenía el tradicional sombrero blanco y rojo de un Toad, y a su lado había dos humanas altas, una de rosa y otra de naranja. Frente a ellos había una figura embozada, esa capa familiar de cuando yo estaba en el desierto y la caja de juguetes…

Siguieron mirándome mientras me desvanecía. Sin embargo, Peach fue la única que me ofreció el alivio de una sonrisa. Una sonrisa suave.

—Nos has ayudado mucho, Toadette. Ahora descansa.
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