Incapaz de resistirse a la angelical doncella rubia cuando le coge de la mano, Sir Robert se ve obligado a seguirla por los pasillos de este diabólico castillo. Ella le coge con delicadeza pero para él es como si un grillete ciñese su muñeca. Intenta detener su avance pero es como si un caballo le arrastrase.
Cuando por fin llegan al dormitorio de tan exuberante dama, Sir Robert se ha resignado y no protesta cuando su nueva ama le sienta en su cama.
– Eres toda una monada – afirma la hermosa muchacha –. No tengas miedo, que no voy a comerte. Tienes suerte de que te haya reclamado para mÃ. No te imaginas lo cruel que puede ser la doncella de ojos rasgados, al contrario que yo, que soy toda dulzura y miel y que me enternecen los caballeros indefensos como tú – para enfatizar sus palabras, la doncella empezó a acariciar el miembro viril de Sir Robert, que no puedo evitar sentir excitación –. Pareces tan débil. Apuesto a que una niña de 13 años podrÃa darte una paliza.
Sir Robert no pudo evitar sentir un escalofrÃo al pensar en ello. Su indefensión era humillante. Aun asÃ, no podÃa evitar sentirse excitado por las amables caricias de su ama y su verga, única parte de su anatomÃa que habÃa conservado su tamaño normal, empezaba a alzarse.
La doncella se rió como una tonta.
– Parece que no sois tan pequeño después de todo. ¿Tanto os gusto? Si es asÃ, pronto tendréis la oportunidad de demostrarlo.
Dicho esto, la doncella se puso en pie, agarró el borde inferior de su vestido y, para sorpresa de Sir Robert se quitó el vestido por la cabeza.
– Ahora, mi disminuido caballero, para agradecerme el haberos salvado de la cruel asiática vais a tener que hacer algo por mÃ.
La doncella se tumbó sobre su cama y empujó suavemente la cabeza del caballero entre sus piernas.
– Ardo en deseos de sentir los placeres de mujer adulta que durante tanto tiempo me han sido negados. Lamedme mi valeroso caballero y llevadme al éxtasis con vuestra hábil lengua.
La visión de la doncella con las piernas abiertas era demasiado para Sir Robert y el instinto le hizo olvidar momentáneamente su situación e introducir su cabeza entre los muslos de la amazónica jovencita. Con gran intensidad, empezó a lamerle el coño loco de lujuria.
La doncella empezó a gemir mientras se acariciaba sus enormes pechos y se pellizcaba los pezones. Sir Robert notaba como pequeños temblores recorrÃan el cuerpo de su ama al mismo tiempo que los gemidos y caricias aumentaban con intensidad.
Finalmente, con un tremendo gemido placer, el cuerpo de la dulce doncella tembló violentamente para a continuación quedar totalmente relajado. Sir Robert habÃa quedado totalmente exhausto por el esfuerzo realizado y, con la cara aún empapada por los jugos de su ama, notó como unas manos suaves y fuertes le agarraban con dulzura y le elevaban hasta la cabecera de la cama.
AllÃ, la doncella le plantó un beso apasionado, sin importarle que la cara del pequeño caballero estuviera empapada con sus jugos y, posteriormente le recostó maternalmente sobre su pecho, mientras su manaza acariciaba la erecta verga de Sir Robert.
Satisfecha y relajada, la doncella no tardó en dormirse. Sir Robert seguÃa tremendamente excitado y continuaba acariciando y lamiendo las tremendas tetas de su ama, aunque ello no parecÃa perturbar su sueño. Su ama le habÃa puesto encima uno de sus brazos y Sir Robert descubrió que era incapaz de levantarlo. No podÃa escapar de la dulce y suave cárcel. Loco de lujuria, acabó corriéndose sobre el vientre de su ama y, conmocionado por el tremendo orgasmo que acababa de tener, se quedó dormido sobre ella, el más suave de los colchones.
Lo que Sir Robert no comprendÃa aún es que su vida como caballero habÃa terminado y comenzaba una nueva vida como…